/ domingo 8 de septiembre de 2024

A 80 años de la catástrofe de Parral: 1944

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


Uno de los acontecimientos más relevantes en la historia de nuestro amado Parral es el desastre de la inundación del 8 de septiembre de 1944, hecho que marcó precedente profundo en el corazón de sus habitantes y más allá de sus fronteras. Fue así, que llegaba el 30 de agosto de 1944, y las lluvias que se estaban registrando en el estado eran abundantes; su intensidad, originó que varias presas se llenaran, pero había un presagio, algo iba a suceder en la ciudad y sus alrededores, un desastre se “profetizaba”.

La predicción llegaría días más tarde el 7 de septiembre de ese mismo año, cuando empezaban a subir nubarrones a los cielos de aquella ciudad minera y sus alrededores; empezaba un viento moderado y los habitantes corrían por todos lados para tratar de realizar tareas faltantes antes de que llegara la lluvia que, se veía que iba a caer con ganas. A eso de las 19:00 horas, las rachas de viento se desataron como verdaderos tornados, muchas personas guardaban a sus marranitos, gallinas, vacas. Las enormes gotas de lluvia, se hicieron presentes en los “Azules”, lugar al sur de la ciudad de Parral, la que, al cabo de minutos, se convertiría en una estrepitosa tromba que alardeaba con desatar un diluvio. Las primeras consecuencias se daban en Santa Bárbara, no había tregua y todos los arroyos que convergían al río Parral, iban hasta el tope; ya para las 20:00 horas, la creciente alcanzaba y casa, y cerca de las 23:00 horas, prácticamente habían sido superados por el cauce que reclamaba ampliamente su territorio.

La inundación de Parral, quedó registrada como una de los eventos más lamentables y dolorosos para los habitantes de esa región y para todos los chihuahuenses (Foto Cesar Molina).

Cerca de las 24:00 horas, el agua había empezado a llegar a todo nivel sobre el río Parral, comenzándose a salir de su cauce, invadiendo calles, e inundando casas de la 20 de Noviembre, plaza Principal, el colegio Guadalupe Victoria, Independencia, Agustín Melgar, la Maclovio Herrera y Jesús García. Se consideraba récord histórico ese diluvio que no daba tregua, por lo que Parral, empezaba a sufrir, pero en serio. Se había dado aviso de lo que sería la catástrofe. La creciente sorprendió a los habitantes de Las Fuentes, Parque, Churubusco, Molino del Rey, Tecnológico y el viejo panteón de Dolores. El 8 de septiembre de 1944, sería el cumplimiento de la profecía, la cual, representaba una situación pavorosa y de magnitudes catastróficas que sumieron a esa población a la completa ruina y desolación.

Todo el sector comercial había quedado destruido y muchas tiendas fueron arrasadas por el agua que se llevó alimentos, ropa, calzado y enseres; dentro de la tragedia, había también un duelo general. Así mismo, terribles horas de angustia seguían viviendo después de las diez de la noche del día 8 de septiembre hasta el amanecer del día nueve. Entre gritos de auxilio, pequeñines arrastrados por la corriente y hombres azotados por la energía eléctrica. Era un caos y muerte que estaba a cada paso con el hombre que luchaba contra la naturaleza. Sin embargo, no faltaban los rapiñeros, individuos faltos de escrúpulos que cometían infinidad de robos y atropellos por lo que autoridades militares, se harían cargo de la situación, decretando la “Ley Marcial” que entraría en vigor a las 21 horas. La calle principal donde estaban los negocios y el comercio, habían sido afectados por los estragos de la inundación. Chihuahua estaba en profundo duelo; Parral, uno de sus orgullos legítimos, lloraba a sus muertos ya que también estaba en desolación: “Una ciudad que sufre como Parral, ha prodigado generosamente sus riquezas a la nación, sacándolas con sacrificio por millares y millares de sus hijos de las entrañas de la tierra; es acreedora de mil títulos a la solicitud, no sólo de los chihuahuenses sino de todos los mexicanos. En estos momentos de tan grave tribulación, se deben hacer observaciones oportunas y de interés, en relación a la forma como deberían de distribuirse los auxilios a las víctimas de la terrible catástrofe”.

A 80 años de la inundación, esto era un escenario triste y desgarrador, sobre todo cuando se habían perdido muchas vidas humanas de hijos, madres, padres, hermanos, amigos, sobrinos, abuelos; en cambio, los sobrevivientes los mirábamos de pie en algún rincón llorando a sus familiares. No sé, era estar en medio de un abismo en la nada y si a esto le agregamos la pérdida de todos los bienes materiales, la verdad era lamentable.

Don Eulogio Salazar Jr., parralense de corazón, dedicaba con todo cariño unas palabras a todos los habitantes como muestra de aliento y solidaridad, el cual decía: “Viernes ocho de septiembre, el pueblo feliz dormía sin presentir la tragedia que sobre él ya se cernía… Acercándose con furia al durmiente mineral, con potencia de gigantes el gran río Parral; a las dos de la mañana, la población arrasó y entre muerte y destrucción a la ciudad despertó… A su embravecido paso, cual juguetes arrastró, a las casas y a los puentes que por desgracia encontró; a muchas, pero a muchas personas, en sus aguas envolvió y a otras muchas, fieramente entre escombros sepultó… No le importaba la suerte de las gentes que dormían y así 14 inocentes criaturas morían y con saña indescriptible; por San Francisco pasó y a los mineros a 200 atrapó en el túnel; al coraje de sus aguas enfrentó, un gladiador que rescató de entre ellas a más de un náufrago… Más tuvo la mala suerte, que un cable de alta tensión detuviera para siempre su impetuoso corazón… El gran río Parral por decreto de la vida, a su querida región, le abrió una profunda herida al terminar el empuje de su futura tonta y necia; la inundación semejó una trágica Venecia, si, donde buscó localmente a la mujer, el padre, el hijo, el encuentro de un pariente; ese fue el cuadro señores, que el destino deparó al mineral que por siempre con mil risas se alegró… A la historia de Parral, otra página ha agregado el destino que de nuevo caprichoso lo ha inundado; del capricho surgió un héroe (refiriéndose a El Cuadrado) hoy ya orgullo de su Estado y al igual que los otros con dolor será llorado. Así ocurrió la tragedia, la tragedia de Parral, cuyo río enloquecido arrasó su mineral.

Destrucción y muerte el “Viernes Negro”, 8 de septiembre de 1944 (Foto César Molina).

Al saber que el “Hospital de Jesús”, lugar de caridad y de unción devota fuera barrido por completo y donde en una escuela perecerían varios niños; el “Blanco y Negro” completamente había desapareció y el Foreing Club, orgullo de la sociedad, había quedado destruido. El Club Deportivo Femenil sería arrasado en parte por esas aguas malditas que no tuvieron piedad de nadie: Sabemos que el sector comercial es ahora algo cenagoso, desesperante y en todos los rumbos hay desolación, teniendo a miles de hogares de luto y hambre. Nosotros desde aquí, confiamos ciegamente que mientras haya un chihuahuense, un idealista, habrá deseo de que Parral resurja y que vuelva a brillar y en estos momentos de prueba y amargura, les haya legado socorro y amparo a quienes lo necesitan. Parral estaba mortalmente herida, sumida en la más negra tristeza y desesperanza de sus habitantes, que fueron golpeados por las aguas embravecidas del río que en la madrugada se lanzaba incontenible golpeando todos los flancos del poblado; era tal la fuerza que derribaba cualquier obstáculo, que no importaba su peso o dimensión; era una loca carrera de las aguas turbias y frías que se abatían con las débiles viviendas de adobes de cientos de personas y que caían una a una como frágiles hojas de papel.

A la zona de desastre, llegarían veintidós brigadas de auxilio que trabajarían intensamente buscando alojamiento para los que se habían quedado sin casa, proporcionando medicinas y alimentos. Se había informado también, que un batallón de zapadores llegaría a la zona del desastre a fin de iniciar las obras de desescombrar la ciudad. El local de la presidencia y el Hospital de Jesús, se encontraban llenos de heridos y en su interior se escuchaban quejidos y lamentos de enfermos y lesionados, que, junto a sus familiares, el dolor rasgaba el aire frente a un espectáculo superior a nuestras fuerzas, imposible de describir. Otra noticia que había llegado a las redacciones de los periódicos, era que catorce inocentes criaturitas que habían sido alojadas del Colegio Josefino, habían muerto aplastadas por las paredes de los techos del edificio. El caso de inmediato consternó a todo el mundo y se aseguraba que nunca se había presentado cosa parecida en el estado de Chihuahua y menos en Parral. Sí, era una catástrofe mayor pues sorprendió a las pequeñitas que ya estaban durmiendo, pero que gracias a las autoridades y vecinos que les dieron la voz de alarma, algunas lograron salvarse, pero otras no.

A 80 años de la catástrofe de Parral: 1944, forma parte de los archivos perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted desea adquirir la colección de Archivos Perdidos, tomos del I XIII, llame al cel. 614 148 85 03 y con gusto lo orientamos o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111).


Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


Uno de los acontecimientos más relevantes en la historia de nuestro amado Parral es el desastre de la inundación del 8 de septiembre de 1944, hecho que marcó precedente profundo en el corazón de sus habitantes y más allá de sus fronteras. Fue así, que llegaba el 30 de agosto de 1944, y las lluvias que se estaban registrando en el estado eran abundantes; su intensidad, originó que varias presas se llenaran, pero había un presagio, algo iba a suceder en la ciudad y sus alrededores, un desastre se “profetizaba”.

La predicción llegaría días más tarde el 7 de septiembre de ese mismo año, cuando empezaban a subir nubarrones a los cielos de aquella ciudad minera y sus alrededores; empezaba un viento moderado y los habitantes corrían por todos lados para tratar de realizar tareas faltantes antes de que llegara la lluvia que, se veía que iba a caer con ganas. A eso de las 19:00 horas, las rachas de viento se desataron como verdaderos tornados, muchas personas guardaban a sus marranitos, gallinas, vacas. Las enormes gotas de lluvia, se hicieron presentes en los “Azules”, lugar al sur de la ciudad de Parral, la que, al cabo de minutos, se convertiría en una estrepitosa tromba que alardeaba con desatar un diluvio. Las primeras consecuencias se daban en Santa Bárbara, no había tregua y todos los arroyos que convergían al río Parral, iban hasta el tope; ya para las 20:00 horas, la creciente alcanzaba y casa, y cerca de las 23:00 horas, prácticamente habían sido superados por el cauce que reclamaba ampliamente su territorio.

La inundación de Parral, quedó registrada como una de los eventos más lamentables y dolorosos para los habitantes de esa región y para todos los chihuahuenses (Foto Cesar Molina).

Cerca de las 24:00 horas, el agua había empezado a llegar a todo nivel sobre el río Parral, comenzándose a salir de su cauce, invadiendo calles, e inundando casas de la 20 de Noviembre, plaza Principal, el colegio Guadalupe Victoria, Independencia, Agustín Melgar, la Maclovio Herrera y Jesús García. Se consideraba récord histórico ese diluvio que no daba tregua, por lo que Parral, empezaba a sufrir, pero en serio. Se había dado aviso de lo que sería la catástrofe. La creciente sorprendió a los habitantes de Las Fuentes, Parque, Churubusco, Molino del Rey, Tecnológico y el viejo panteón de Dolores. El 8 de septiembre de 1944, sería el cumplimiento de la profecía, la cual, representaba una situación pavorosa y de magnitudes catastróficas que sumieron a esa población a la completa ruina y desolación.

Todo el sector comercial había quedado destruido y muchas tiendas fueron arrasadas por el agua que se llevó alimentos, ropa, calzado y enseres; dentro de la tragedia, había también un duelo general. Así mismo, terribles horas de angustia seguían viviendo después de las diez de la noche del día 8 de septiembre hasta el amanecer del día nueve. Entre gritos de auxilio, pequeñines arrastrados por la corriente y hombres azotados por la energía eléctrica. Era un caos y muerte que estaba a cada paso con el hombre que luchaba contra la naturaleza. Sin embargo, no faltaban los rapiñeros, individuos faltos de escrúpulos que cometían infinidad de robos y atropellos por lo que autoridades militares, se harían cargo de la situación, decretando la “Ley Marcial” que entraría en vigor a las 21 horas. La calle principal donde estaban los negocios y el comercio, habían sido afectados por los estragos de la inundación. Chihuahua estaba en profundo duelo; Parral, uno de sus orgullos legítimos, lloraba a sus muertos ya que también estaba en desolación: “Una ciudad que sufre como Parral, ha prodigado generosamente sus riquezas a la nación, sacándolas con sacrificio por millares y millares de sus hijos de las entrañas de la tierra; es acreedora de mil títulos a la solicitud, no sólo de los chihuahuenses sino de todos los mexicanos. En estos momentos de tan grave tribulación, se deben hacer observaciones oportunas y de interés, en relación a la forma como deberían de distribuirse los auxilios a las víctimas de la terrible catástrofe”.

A 80 años de la inundación, esto era un escenario triste y desgarrador, sobre todo cuando se habían perdido muchas vidas humanas de hijos, madres, padres, hermanos, amigos, sobrinos, abuelos; en cambio, los sobrevivientes los mirábamos de pie en algún rincón llorando a sus familiares. No sé, era estar en medio de un abismo en la nada y si a esto le agregamos la pérdida de todos los bienes materiales, la verdad era lamentable.

Don Eulogio Salazar Jr., parralense de corazón, dedicaba con todo cariño unas palabras a todos los habitantes como muestra de aliento y solidaridad, el cual decía: “Viernes ocho de septiembre, el pueblo feliz dormía sin presentir la tragedia que sobre él ya se cernía… Acercándose con furia al durmiente mineral, con potencia de gigantes el gran río Parral; a las dos de la mañana, la población arrasó y entre muerte y destrucción a la ciudad despertó… A su embravecido paso, cual juguetes arrastró, a las casas y a los puentes que por desgracia encontró; a muchas, pero a muchas personas, en sus aguas envolvió y a otras muchas, fieramente entre escombros sepultó… No le importaba la suerte de las gentes que dormían y así 14 inocentes criaturas morían y con saña indescriptible; por San Francisco pasó y a los mineros a 200 atrapó en el túnel; al coraje de sus aguas enfrentó, un gladiador que rescató de entre ellas a más de un náufrago… Más tuvo la mala suerte, que un cable de alta tensión detuviera para siempre su impetuoso corazón… El gran río Parral por decreto de la vida, a su querida región, le abrió una profunda herida al terminar el empuje de su futura tonta y necia; la inundación semejó una trágica Venecia, si, donde buscó localmente a la mujer, el padre, el hijo, el encuentro de un pariente; ese fue el cuadro señores, que el destino deparó al mineral que por siempre con mil risas se alegró… A la historia de Parral, otra página ha agregado el destino que de nuevo caprichoso lo ha inundado; del capricho surgió un héroe (refiriéndose a El Cuadrado) hoy ya orgullo de su Estado y al igual que los otros con dolor será llorado. Así ocurrió la tragedia, la tragedia de Parral, cuyo río enloquecido arrasó su mineral.

Destrucción y muerte el “Viernes Negro”, 8 de septiembre de 1944 (Foto César Molina).

Al saber que el “Hospital de Jesús”, lugar de caridad y de unción devota fuera barrido por completo y donde en una escuela perecerían varios niños; el “Blanco y Negro” completamente había desapareció y el Foreing Club, orgullo de la sociedad, había quedado destruido. El Club Deportivo Femenil sería arrasado en parte por esas aguas malditas que no tuvieron piedad de nadie: Sabemos que el sector comercial es ahora algo cenagoso, desesperante y en todos los rumbos hay desolación, teniendo a miles de hogares de luto y hambre. Nosotros desde aquí, confiamos ciegamente que mientras haya un chihuahuense, un idealista, habrá deseo de que Parral resurja y que vuelva a brillar y en estos momentos de prueba y amargura, les haya legado socorro y amparo a quienes lo necesitan. Parral estaba mortalmente herida, sumida en la más negra tristeza y desesperanza de sus habitantes, que fueron golpeados por las aguas embravecidas del río que en la madrugada se lanzaba incontenible golpeando todos los flancos del poblado; era tal la fuerza que derribaba cualquier obstáculo, que no importaba su peso o dimensión; era una loca carrera de las aguas turbias y frías que se abatían con las débiles viviendas de adobes de cientos de personas y que caían una a una como frágiles hojas de papel.

A la zona de desastre, llegarían veintidós brigadas de auxilio que trabajarían intensamente buscando alojamiento para los que se habían quedado sin casa, proporcionando medicinas y alimentos. Se había informado también, que un batallón de zapadores llegaría a la zona del desastre a fin de iniciar las obras de desescombrar la ciudad. El local de la presidencia y el Hospital de Jesús, se encontraban llenos de heridos y en su interior se escuchaban quejidos y lamentos de enfermos y lesionados, que, junto a sus familiares, el dolor rasgaba el aire frente a un espectáculo superior a nuestras fuerzas, imposible de describir. Otra noticia que había llegado a las redacciones de los periódicos, era que catorce inocentes criaturitas que habían sido alojadas del Colegio Josefino, habían muerto aplastadas por las paredes de los techos del edificio. El caso de inmediato consternó a todo el mundo y se aseguraba que nunca se había presentado cosa parecida en el estado de Chihuahua y menos en Parral. Sí, era una catástrofe mayor pues sorprendió a las pequeñitas que ya estaban durmiendo, pero que gracias a las autoridades y vecinos que les dieron la voz de alarma, algunas lograron salvarse, pero otras no.

A 80 años de la catástrofe de Parral: 1944, forma parte de los archivos perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted desea adquirir la colección de Archivos Perdidos, tomos del I XIII, llame al cel. 614 148 85 03 y con gusto lo orientamos o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111).