/ sábado 17 de agosto de 2024

Albert K. Owen creador del proyecto del CH-P

Hace más de unos cuatro años, tuve la oportunidad de vivir en los Mochis, Ahome, Sinaloa, y uno de los medios de trasporte obligados es el tren, a través del imponente “Chihuahua al Pacífico” y siempre, me había llamado la atención, viajar en este impresionante trayecto desde la ciudad de Chihuahua hasta aquella población muy cerquita del puerto de Topolobampo. Distraía mi atención, porque la ruta que sigue el ferrocarril, sin duda, es una gran obra de la ingeniería humana, pues al rebanar y sortear las grandes montañas, para poder trazar una ruta que estuvo de inició en la mente, y el deseo de un hombre de origen norteamericano, llamado Albert K. Owen, quien diseñaría, a finales del siglo XIX, la ruta de un ferrocarril que pretendía llegar a conectar al paupérrimo puerto de Topolobampo, hasta la población norteamericana de Odessa, Texas, pasando por Chihuahua y Ojinaga.

En noviembre de 1886, un primer grupo de colonos estadounidenses llegaría a las playas desiertas de la bahía de Topolobampo, en el norte del estado de Sinaloa, con la firme intención de crear una comunidad de cooperación y armonía. De esta manera, se inauguraría la última experiencia histórica, completamente inscrita en la tradición utópica del siglo XIX mexicano. La colonización de Topolobampo, cuyo origen en la obra visionaria del ingeniero estadounidense Albert Kinsey Owen, quien nacería en Chester, Pennsylvania en 1847; Owen, crecería en una antigua familia cuáquera, que le proporcionaría una educación completa. Tras estudiar ingeniería civil, se especializaría en la construcción de vías de comunicación, empezando a trabajar para una empresa ferroviaria.

Ingeniero Albert K. Owen (Foto: Ayuntamiento de Ahome)

Owen se puso en contacto por primera vez con México en 1872, cuando formaba parte de un grupo de exploración, cuyo objetivo, era, evaluar la extensión de la red ferroviaria de Estados Unidos en el norte de México. En este viaje de iniciación, tendría la oportunidad de echar un vistazo a las playas vírgenes de la costa de Sinaloa, e imaginar, las muchas oportunidades que ofrecían para el desarrollo económico. A partir de ese momento, el ingeniero Owen, no desperdiciaría más energías, ni conocimientos, para llevar a cabo en este lugar, los diversos proyectos que su sublime imaginación le proponía. Inicialmente, sus planes, se limitaron a proponer un ferrocarril que iría desde Norfolk, Virginia, en la costa atlántica de Estados Unidos, pasando por los estados del sur, y la cordillera Tarahumara hasta Chihuahua. Este ferrocarril interoceánico, apodado "el Gran Sur", uniría el Este y el Oeste, a través de los Estados Unidos, promoviendo la unidad y el desarrollo en todo el mundo.

En particular, Owen creía que este ferrocarril promovería un intercambio justo y equitativo entre Estados Unidos y México, dos naciones, por un acto de voluntad, podrían unir fuerzas para organizar una zona inmensamente rica que, favoreciera el beneficio común. Para ello, inspirado en la experiencia de financiamiento de la Guerra Civil americana, propondría que, este ferrocarril y todas las obras públicas, no se financiaran con la demanda de préstamos internacionales, lo que, implicaba una subordinación económica al prestamista debido a l pago de intereses, sino emitiendo "letras del tesoro", es decir, un medio de cambio emitido, y respaldado por el gobierno que, luego se pagaría con los beneficios de la obra misma. Así, el ferrocarril interoceánico, podría unir a Estados Unidos y México, en el proyecto de explotar el potencial económico de este territorio y de difundir, las virtudes del progreso entre la población en general.

Sí, al borde del precipicio donde se contempla una ciclópea hendidura en la corteza terrestre. Allá, abajo, a más de 900 metros de profundidad, donde el río Urique, escultor de la colosal barranca, parecía un tenue hilo de plata, al recordar ese viaje, al gran hombre que, injustamente ha sido olvidado por la historia mexicana, como el cerebro de ese proyecto que se concretaría en 1956, sin embargo, pocos reconocen que Owen, aportaría las bases y la idea para que otros en otro tiempo, lograran concretizar ese sueño que, a principios del siglo XX, tuvo el preparado ingeniero.

Esto se me vino a la mente, cuando estábamos a 2,280 metros de altura en el mero “Divisadero” sobre la divisoria continental. Mi tren, se había detenido para que los pasajeros, admiraran y fotografiaran el cósmico paisaje, y claro, para que disfrutáramos de la rica comida hecha a la orilla de las vías del tren, esas gorditas de chicharrón prensado, de chile pasado, de colorado, frijoles, y otros guisos que, en verdad, son una delicia, y más, cuando uno lleva mucha hambre.

Una infinidad de picos, mesetas y cañones escalonados que, serpenteaban, hasta esfumarse en la bruma azul del horizonte. Ahora me explico que, hayan tardado un siglo en construirse este ferrocarril, y donde las expresiones de asombro de turistas que, como nosotros, emprendimos en varias ocasiones el recorrido en ferrocarril más espectacular del hemisferio occidental. Un viaje de 941 kilómetros en dirección sudoeste, desde la ciudad de Chihuahua, a través de la temible y escabrosa Sierra Madre, hasta Los Mochis, distante apenas 20 kilómetros del golfo de California. Sin duda, la idea de llegar a diseñar este gran proyecto, a través de esta topografía tan difícil y complicada, sería una de las tareas donde la pasión, y el amor por tratar de conectar el Pacífico con el Este americano, no llegaría a concretarse por mil situaciones que, como un “niño terco”, quiso proyectar, pero no pudo.

Don Benjamín Johnston (Foto: Ayuntamiento de Ahome)

La llegada o partida del Ch-P por Los Mochis, ciudad que nace a principios del siglo XX y que también, es el otro extremo de nuestro impresionante viaje donde el interés por conocer más, sobre cada uno de los puntos de nuestro destino, nos detendríamos para fijar la mirada hacia un hombre, también de origen norteamericano, el señor Benjamín Francis Johnston que, se establecería en los terrenos denominados “El águila”, cerca de la Villa de Ahome con sus fábricas de azúcar y alcohol. Para tal efecto, el propio Johnston, dirigiría los trabajos de desmonte de terrenos vírgenes y oportunamente, un día del año de 1898, colocaría la primera piedra del edificio de la fábrica que sería un enorme ingenio en el corazón de aquella Villa, por lo que, llevaría a cabo este acto sin protocolos de ninguna especie, puesto que no existía autoridad alguna; lo efectuaría personalmente, pero, ¿quiénes fueron testigos de ese acto trascendental? Los que se inclinan por la teoría “Johnston”, estiman que esa piedra fue puesta más, con miras comerciales que emocionales; ha sido fundamental, donde dimana la hermosa ciudad de Los Mochis; agregan que, al levantarse el edificio de la fábrica, necesariamente se construyeron casas, tanto para empleados como para campesinos y obreros, de ahí que, para el año de 1900, el censo oficial sumaba 517 habitantes, entre los cuales, 294 eran hombres y 233 mujeres.

Ya para 1903, se fundaría la alcaldía de Los Mochis durante el gobierno estatal del general Francisco Cañedo. Hay quienes estiman que, los colonos capitaneados por el Sr. Albert Kimsey Owen, son la base o plataforma de la fundación de Los Mochis. Pero hay que recordar que aquellos señores, por los problemas surgidos entre ellos mismos, abandonarían Topolobampo para emigrar a diversos poblados de la región, siguiendo la trayectoria del “Canal Tastes”; así, el grupo que más cerca llegó a Los Mochis, se establecería en el lugar que ellos mismos llamaron “El Público”, en las cercanías del ejido Compuertas. Por otra parte, existen personas en la región que se remontan al siglo anterior, y para ellos don Benjamín Johnston es el verdadero fundador de los Mochis.

Retomando de nueva cuenta el gran proyecto de Albert K. Owen, ingeniero civil norteamericano que llegaría a estas latitudes, para realizar estudios para la construcción de vías férreas. Contemplaría con asombro la Bahía de Ohuíra, e imaginó allí la ciudad utópica del futuro. La idea es que el puerto y el ferrocarril fueron diseñados originalmente por Albert K. Owen, y aprobados por el presidente don Porfirio Díaz Mori, como parte de una ruta de carga que conectaría los mercados de ganado de Kansas City, con el puerto más cercano en el Pacífico, Topolobampo. Sin embargo, no fue hasta 1948 que, se completó la obra de construcción que llegaría a la localidad de Los Mochis, descuidándose la conexión con el puerto. La línea férrea iría desde Chihuahua hasta el Pacífico, y sería inaugurada en 1961. En este tramo, que muchos ingenieros de diferentes partes del mundo habían encontrado imposible de construir, tuve la oportunidad de ver extensas granjas de montaña, huertos en zonas templadas y valles tropicales, lagos llenos de peces codiciados, prósperas ciudades antiguas, nuevas y cordilleras casi inexploradas hechas por indígenas…Esta crónica continuará.

Un recorrido mágico por la Sierra de Chihuahua en el Ch-P, forma parte de los archivos perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos del I al XIII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralo en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111).


Hace más de unos cuatro años, tuve la oportunidad de vivir en los Mochis, Ahome, Sinaloa, y uno de los medios de trasporte obligados es el tren, a través del imponente “Chihuahua al Pacífico” y siempre, me había llamado la atención, viajar en este impresionante trayecto desde la ciudad de Chihuahua hasta aquella población muy cerquita del puerto de Topolobampo. Distraía mi atención, porque la ruta que sigue el ferrocarril, sin duda, es una gran obra de la ingeniería humana, pues al rebanar y sortear las grandes montañas, para poder trazar una ruta que estuvo de inició en la mente, y el deseo de un hombre de origen norteamericano, llamado Albert K. Owen, quien diseñaría, a finales del siglo XIX, la ruta de un ferrocarril que pretendía llegar a conectar al paupérrimo puerto de Topolobampo, hasta la población norteamericana de Odessa, Texas, pasando por Chihuahua y Ojinaga.

En noviembre de 1886, un primer grupo de colonos estadounidenses llegaría a las playas desiertas de la bahía de Topolobampo, en el norte del estado de Sinaloa, con la firme intención de crear una comunidad de cooperación y armonía. De esta manera, se inauguraría la última experiencia histórica, completamente inscrita en la tradición utópica del siglo XIX mexicano. La colonización de Topolobampo, cuyo origen en la obra visionaria del ingeniero estadounidense Albert Kinsey Owen, quien nacería en Chester, Pennsylvania en 1847; Owen, crecería en una antigua familia cuáquera, que le proporcionaría una educación completa. Tras estudiar ingeniería civil, se especializaría en la construcción de vías de comunicación, empezando a trabajar para una empresa ferroviaria.

Ingeniero Albert K. Owen (Foto: Ayuntamiento de Ahome)

Owen se puso en contacto por primera vez con México en 1872, cuando formaba parte de un grupo de exploración, cuyo objetivo, era, evaluar la extensión de la red ferroviaria de Estados Unidos en el norte de México. En este viaje de iniciación, tendría la oportunidad de echar un vistazo a las playas vírgenes de la costa de Sinaloa, e imaginar, las muchas oportunidades que ofrecían para el desarrollo económico. A partir de ese momento, el ingeniero Owen, no desperdiciaría más energías, ni conocimientos, para llevar a cabo en este lugar, los diversos proyectos que su sublime imaginación le proponía. Inicialmente, sus planes, se limitaron a proponer un ferrocarril que iría desde Norfolk, Virginia, en la costa atlántica de Estados Unidos, pasando por los estados del sur, y la cordillera Tarahumara hasta Chihuahua. Este ferrocarril interoceánico, apodado "el Gran Sur", uniría el Este y el Oeste, a través de los Estados Unidos, promoviendo la unidad y el desarrollo en todo el mundo.

En particular, Owen creía que este ferrocarril promovería un intercambio justo y equitativo entre Estados Unidos y México, dos naciones, por un acto de voluntad, podrían unir fuerzas para organizar una zona inmensamente rica que, favoreciera el beneficio común. Para ello, inspirado en la experiencia de financiamiento de la Guerra Civil americana, propondría que, este ferrocarril y todas las obras públicas, no se financiaran con la demanda de préstamos internacionales, lo que, implicaba una subordinación económica al prestamista debido a l pago de intereses, sino emitiendo "letras del tesoro", es decir, un medio de cambio emitido, y respaldado por el gobierno que, luego se pagaría con los beneficios de la obra misma. Así, el ferrocarril interoceánico, podría unir a Estados Unidos y México, en el proyecto de explotar el potencial económico de este territorio y de difundir, las virtudes del progreso entre la población en general.

Sí, al borde del precipicio donde se contempla una ciclópea hendidura en la corteza terrestre. Allá, abajo, a más de 900 metros de profundidad, donde el río Urique, escultor de la colosal barranca, parecía un tenue hilo de plata, al recordar ese viaje, al gran hombre que, injustamente ha sido olvidado por la historia mexicana, como el cerebro de ese proyecto que se concretaría en 1956, sin embargo, pocos reconocen que Owen, aportaría las bases y la idea para que otros en otro tiempo, lograran concretizar ese sueño que, a principios del siglo XX, tuvo el preparado ingeniero.

Esto se me vino a la mente, cuando estábamos a 2,280 metros de altura en el mero “Divisadero” sobre la divisoria continental. Mi tren, se había detenido para que los pasajeros, admiraran y fotografiaran el cósmico paisaje, y claro, para que disfrutáramos de la rica comida hecha a la orilla de las vías del tren, esas gorditas de chicharrón prensado, de chile pasado, de colorado, frijoles, y otros guisos que, en verdad, son una delicia, y más, cuando uno lleva mucha hambre.

Una infinidad de picos, mesetas y cañones escalonados que, serpenteaban, hasta esfumarse en la bruma azul del horizonte. Ahora me explico que, hayan tardado un siglo en construirse este ferrocarril, y donde las expresiones de asombro de turistas que, como nosotros, emprendimos en varias ocasiones el recorrido en ferrocarril más espectacular del hemisferio occidental. Un viaje de 941 kilómetros en dirección sudoeste, desde la ciudad de Chihuahua, a través de la temible y escabrosa Sierra Madre, hasta Los Mochis, distante apenas 20 kilómetros del golfo de California. Sin duda, la idea de llegar a diseñar este gran proyecto, a través de esta topografía tan difícil y complicada, sería una de las tareas donde la pasión, y el amor por tratar de conectar el Pacífico con el Este americano, no llegaría a concretarse por mil situaciones que, como un “niño terco”, quiso proyectar, pero no pudo.

Don Benjamín Johnston (Foto: Ayuntamiento de Ahome)

La llegada o partida del Ch-P por Los Mochis, ciudad que nace a principios del siglo XX y que también, es el otro extremo de nuestro impresionante viaje donde el interés por conocer más, sobre cada uno de los puntos de nuestro destino, nos detendríamos para fijar la mirada hacia un hombre, también de origen norteamericano, el señor Benjamín Francis Johnston que, se establecería en los terrenos denominados “El águila”, cerca de la Villa de Ahome con sus fábricas de azúcar y alcohol. Para tal efecto, el propio Johnston, dirigiría los trabajos de desmonte de terrenos vírgenes y oportunamente, un día del año de 1898, colocaría la primera piedra del edificio de la fábrica que sería un enorme ingenio en el corazón de aquella Villa, por lo que, llevaría a cabo este acto sin protocolos de ninguna especie, puesto que no existía autoridad alguna; lo efectuaría personalmente, pero, ¿quiénes fueron testigos de ese acto trascendental? Los que se inclinan por la teoría “Johnston”, estiman que esa piedra fue puesta más, con miras comerciales que emocionales; ha sido fundamental, donde dimana la hermosa ciudad de Los Mochis; agregan que, al levantarse el edificio de la fábrica, necesariamente se construyeron casas, tanto para empleados como para campesinos y obreros, de ahí que, para el año de 1900, el censo oficial sumaba 517 habitantes, entre los cuales, 294 eran hombres y 233 mujeres.

Ya para 1903, se fundaría la alcaldía de Los Mochis durante el gobierno estatal del general Francisco Cañedo. Hay quienes estiman que, los colonos capitaneados por el Sr. Albert Kimsey Owen, son la base o plataforma de la fundación de Los Mochis. Pero hay que recordar que aquellos señores, por los problemas surgidos entre ellos mismos, abandonarían Topolobampo para emigrar a diversos poblados de la región, siguiendo la trayectoria del “Canal Tastes”; así, el grupo que más cerca llegó a Los Mochis, se establecería en el lugar que ellos mismos llamaron “El Público”, en las cercanías del ejido Compuertas. Por otra parte, existen personas en la región que se remontan al siglo anterior, y para ellos don Benjamín Johnston es el verdadero fundador de los Mochis.

Retomando de nueva cuenta el gran proyecto de Albert K. Owen, ingeniero civil norteamericano que llegaría a estas latitudes, para realizar estudios para la construcción de vías férreas. Contemplaría con asombro la Bahía de Ohuíra, e imaginó allí la ciudad utópica del futuro. La idea es que el puerto y el ferrocarril fueron diseñados originalmente por Albert K. Owen, y aprobados por el presidente don Porfirio Díaz Mori, como parte de una ruta de carga que conectaría los mercados de ganado de Kansas City, con el puerto más cercano en el Pacífico, Topolobampo. Sin embargo, no fue hasta 1948 que, se completó la obra de construcción que llegaría a la localidad de Los Mochis, descuidándose la conexión con el puerto. La línea férrea iría desde Chihuahua hasta el Pacífico, y sería inaugurada en 1961. En este tramo, que muchos ingenieros de diferentes partes del mundo habían encontrado imposible de construir, tuve la oportunidad de ver extensas granjas de montaña, huertos en zonas templadas y valles tropicales, lagos llenos de peces codiciados, prósperas ciudades antiguas, nuevas y cordilleras casi inexploradas hechas por indígenas…Esta crónica continuará.

Un recorrido mágico por la Sierra de Chihuahua en el Ch-P, forma parte de los archivos perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted desea adquirir los libros sobre Crónicas Urbanas de Chihuahua: tomos del I al XIII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralo en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111).