/ jueves 25 de julio de 2024

Biden, ¿qué podemos aprender para la Empresa Familiar?

En una sucesión de empresa familiar, uno de los elementos clave es la transmisión de la autoridad, es decir, cuando se cede el espacio que ocupaba para la llegada del nuevo dirigente; sin embargo, ¿qué pasa cuando el fundador quiere mantener la autoridad aún en contra del consenso?


Un ejemplo claro y cercano lo tenemos con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cuyo desempeño al frente de la actual administración fue considerado favorable pero sus distracciones y acciones erráticas de las semanas más recientes generaron tal presión que debió ceder, dejando un sabor agridulce porque pudo tener mejor control del proceso y proteger mejor su reputación.


Biden fue enfático en cuanto a que podía seguir adelante en la campaña aunque reconoció la necesidad de reducir el ritmo, dormir mejor y estar sujeto a un menor estrés, algo prácticamente imposible en el máximo cargo de un país.


Es importante que los fundadores de negocios empresariales tomen nota.


La planeación de la sucesión empieza con la voluntad del fundador por iniciar el proceso el cual consta de -al menos- cinco fases: el inicio de la planeación, la selección del sucesor, la transición organizacional, los ajustes finales y -finalmente- la transmisión de autoridad y propiedad.


La voluntad del fundador por iniciar la planeación puede encontrar múltiples motivos: el reconocimiento de la propia mortalidad, el deseo de trascender que es profundamente humano y correspondiente a la etapa generativa -aquella que nos guía a partir de los 50 y que se rige por el interés de guiar y asegurar el bienestar de las siguientes generaciones- así como el interés de cultivar un sentido distinto hacia la vida.


Sin embargo, el gran obstáculo es que el fundador no deje el mando o no deponga la autoridad y es la gran coincidencia en las distintas mediciones sobre la planeación de sucesión en la empresa familiar.


Mantener la autoridad a toda costa implica costos en todo sentido: afecta la credibilidad del fundador -primero y más importante- hacia su familia porque en estas condiciones es imposible tener acuerdos cumplibles y ejecutables, y después en los agentes externos, como accionistas, potenciales clientes de negocio hasta los proveedores o clientes.


Creer que la autoridad es monolítica es un error; minarla conlleva costos financieros y reputacionales, además de afectar el margen de maniobra de la empresa hacia el futuro, cuando realmente lo necesite para poder afrontar los retos propios de la operación bajo una nueva directiva.


Las empresas familiares pueden enfrentar escenarios diversos en relación a un fundador que no quiere ceder la autoridad como la llegada de un sucesor sin consenso unánime sobre su nombramiento -lo que dificulta su desempeño- el otro es una sucesión obligada por el propio ciclo vital: una enfermedad incapacitante o la muerte del fundador que orilla a la empresa a tomar decisiones sobre la marcha.


Ninguno de los dos escenarios es el ideal; siempre será mejor tener un plan y poder moverse de fase a fase de manera ordenada en beneficio de constituir un verdadero ADN familiar que sea el factor de unión a través de las generaciones y así poder proteger el legado que construyan de manera compartida.


Biden vivió en carne propia esta lección: detentar la autoridad puede ser embriagante pero no es eterno.


Guillermo Monroy es experto en herencias, protocolos y mediación en empresas familiares

Autor del libro “Cómo hacer que su herencia trascienda”

gmonroy@horizontemx.com


Experto en herencias, protocolos y mediación en empresas familiares

Autor del libro “Cómo hacer que su herencia trascienda”

gmonroy@horizontemx.com