El 7 de agosto de 1765, el Rey Carlos III comisionó al Mariscal de Campo, Cayetano Pignatelli —Marqués de Rubí— para realizar una revista militar de los fuertes situados al norte de la Nueva España. Para comprender el contexto de exigencia y esfuerzo, bajo el cual ocurrió dicha inspección, debemos recordar el lema real: “Virtud y Mérito”. Algo que más tarde se convertiría en una condecoración, que aún hoy premia las acciones extraordinarias en favor de la Corona Española.
El Marqués de Rubí por Chihuahua: entre el 12 de junio y el 10 de julio de 1766, Rubí debió alojarse en Chihuahua, pues su transporte debía ser reparado. Desde ahí avanzó a la supervisión de los presidios:
“Día 9: Anduvimos 8 leguas al noreste, por el Valle del día anterior”, en la Hacienda conocida como Puerto de Hormigas, ubicada en la sierra que llevaba el mismo nombre. Apenas a cuatro leguas de ahí, siguiendo por el lado izquierdo se encontraba Encinillas. Mientras que por el lado derecho se llegaba a “Julimes y a la Junta de los Ríos Conchos y Norte”, lugar a donde se dirigían para la revisión de un Presidio. El mismo al que no pudieron llegar, ante la intervención del gobernador de la Nueva Vizcaya, quien lo “había mandado quitar intempestivamente”. Por esa razón, debieron “mudar” su ruta hacia Paso del Norte, “perdiendo el trabajo de jornadas anteriores”.
“Día 10…fuimos a parar a la Hacienda de San Lucas, sobre la orilla del Río San Pedro”. A “una legua río arriba” se ubicaba también el pueblo y Misión de San Pedro, mismo que estaba “habitado por [los] Indios Conchos”. En su tránsito hacia la actual Ciudad Juárez, avanzaron diez leguas por el “mismo rumbo y por terreno llano, hasta el pasaje de los Reyes…a corta distancia del Camino Real”. En su travesía, fueron testigos del constante asedio de los Apaches, nombrados por De Lafora como los “enemigos”. Los indios espían, se esconden entre las sierras, atacan —y degüellan intempestivamente— a “los infelices” que habitan las haciendas, por esa razón, muchas veces éstas se encuentran en condición de abandono. “Las lomas y sierras, de que se componen todos estos contornos, ofrecen tal facilidad a los enemigos para espiar las ocasiones favorables” para atacar.
En Julimes, Agua Nueva, lo mismo que en Encinillas, son visibles las huellas de la inseguridad: un molino de harina en condición de abandono, cuerpos de agua que pudieran ser fructíferos para el cultivo —de no ser por el constante asedio de los hostiles— se ven acompañados por muchas leguas desoladas y sin presencia humana. Presidios ubicados en lugares poco “ventajosos” son la constante, al robo de “las cavalladas”, le acompañaban la pérdida de vidas.
El camino hacia el norte pareciera muy similar al que hoy en día observamos: “terrenos llanos…sin otra señal que algunos matorrales con varios cerros a la vista”. De éstos, llamó su atención el de “los Arados”, a cuyas faldas se ubicaba el “Aguaje del Chibato”, lugar en donde la expedición acampó una noche. Un predio peligroso —y que junto con el Gallego y Laguna de Encinillas— formaba un triángulo de soporte para los ataques de los indios.
No hay paz en el Camino Real para los viajeros, lo mismo se sufren ataques mortales por la sierra de las Hormigas, que por Santa Clara, como por las sierras y aguajes que se formaban por el Camino de Gila, o el Cerro del Chile, que junto con Sierra Blanca y San Eleazario, resguardaban “impunemente” a los Apaches. FIN. Para saber más: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000145547&page=1
Maestro en Periodismo. Promotor cultural e investigador de la Red Binacional de Estudios Históricos de Juárez-El Paso
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