¿A quién le pertenecen las ciudades? ¿A sus habitantes? ¿A la clase política? ¿A los empresarios? ¿A las asociaciones civiles? La respuesta está debajo de nuestras narices: las ciudades les pertenecen a todos sus habitantes. No obstante, las decisiones importantes en torno a la planificación y al desarrollo urbano, con frecuencia se mantienen secuestradas por un minúsculo grupo, que decide conforme a sus intereses particulares e inmediatos. Habríamos de agregar que, otras veces, las ciudades son dejadas a su suerte, a merced de grupos empresariales de influencia nacional, que hacen de las suyas con el aval o la omisión de las autoridades locales en turno.
En “El derecho a la ciudad”, Henri Lefebvre trajo al debate político, el derecho que los habitantes tenemos para decidir sobre el espacio urbano en el que vivimos. En su libro, el investigador francés planteó la problemática que se origina cuando la ciudad le es arrebatada a sus habitantes, para convertirse en un producto para la generación de riqueza. Con esto en mente, valga aquí reflexionar y preguntarnos, ¿cómo surgieron tan profundas diferencias entre la planeación urbana, de ciudades como Chihuahua y Ciudad Juárez? Revisemos algunos antecedentes.
El proceso de configuración territorial del estado de Chihuahua, ha sido amplio y complejo a lo largo de sus 200 años de historia. Por eso es necesario destacar cuatro elementos ordenadores del espacio geográfico: el periodo prehispánico, el colonial, el independiente y el del auge capitalista.
La presencia de grupos indígenas nómadas y sedentarios -moradores originales de la zona- es un antecedente innegable. Luego, durante el periodo colonial, la actual capital del estado ocupó un lugar trascendental en la ruta del Camino Real de Tierra Adentro, siendo la residencia de las autoridades civiles y militares que resguardaban dicha rúa, ante las temidas incursiones apaches. En el periodo independiente, y ya con la promulgación de la Constitución de 1824, se reconoció a Chihuahua como uno de los estados parte de la federación, dejando atrás a la Nueva Vizcaya (actual estado de Durango) a la que se le unía en la otrora jurisdicción virreinal.
En ese primer momento aún no se integraba a Paso del Norte, pues dicha región todavía pertenecía a Nuevo México. Fue hasta 1826, cuando la actual Ciudad Juárez se integró al espacio geográfico chihuahuense. Ese hecho histórico permitió la anexión de la actual región de Villa Ahumada, lo que impactó en la reordenación territorial: “Chihuahua: 12,557 leguas cuadradas y 160 mil habitantes”, señalaba un mapa publicado por Antonio García Cubas para 1858, un plano que ahora sí, incluía a la ciudad fronteriza.
Bajo el auge del capitalismo, para 1888, surcaban a Ciudad Juárez las primeras vías de ferrocarril. Provocando una especulación inmobiliaria, la apertura de bancas comerciales, y modificando el uso y explotación del agua del Río Bravo, impactando en la configuración de esa parte del estado de Chihuahua. Para 1908, un mapa elaborado por la Dirección General de Correos, mostraba un plano en el que se integraban las rutas ferroviarias, cruzando los cuatro puntos cardinales de la entidad.
Con el paso del tiempo, muchas de esas vías desaparecieron, otras más pasaron al dominio gubernamental. Hace algunas décadas, los ferrocarriles fueron vendidos a una empresa privada, la misma que hoy interviene espacios públicos en los que existen huellas de nuestro pasado prehispánico, colonial e independiente, en el maltrecho centro histórico de Cd. Juárez. ¿Hasta cuándo?
Maestro en Periodismo. Promotor cultural e investigador de la Red Binacional de Estudios Históricos de Juárez-El Paso
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