/ viernes 11 de octubre de 2024

Camino Real | Siempre en mi mente

Estamos en el Museo Casa Chihuahua, en el centro de la capital del estado. Aquí, se resguardan el patrimonio histórico, etnográfico —y en este caso— cultural, de nuestra entidad. Nos encontramos en la sala que preserva el archivo sonoro del Estado de Chihuahua. Entre las y los intérpretes que nuestra región le ha otorgado al patrimonio histórico y artístico de México; destacan personajes como Lucha Villa, Miguel Aceves Mejía, entre otros. Pero uno en particular, ha llamado nuestra atención. Nos hemos puesto los audífonos y ahora el sonido de un bajo eléctrico, conquista de inmediato nuestros sentidos: “Ciudad Juárez es número 1, Ciudad Juárez es…”. Es Juan Gabriel, el Divo de Juárez.

¿Cómo es posible que un ser humano con una vida tan complicada, que fue capaz de salir adelante —y cosechar amplios éxitos— a pesar de tantos despropósitos y tragedias, le entregase su corazón a una urbe, que por sí misma tiene décadas viviendo una realidad social tan compleja? ¿Será acaso, que coinciden el artista y su terruño, con la capacidad de salir avante, a pesar de tan graves circunstancias? Revisemos pues, un poco de su historia.

Alberto Aguilera Valadez (1950-2016) —Juan Gabriel— nació en Parácuaro, Michoacán, y llegó a Ciudad Juárez a mediados de ese mismo año. Para ese entonces, la frontera tenía poco más de 130 mil habitantes, aunque se encontraba en pleno boom demográfico. Entre 1940 y 1970, su población se incrementó a ritmos de hasta un 300 por ciento anual. La razón: el Acuerdo Binacional de Trabajadores Agrícolas Huéspedes. El llamado “Programa Bracero”, había motivado el tránsito de miles de personas de los estados de Durango, Coahuila, Zacatecas, Michoacán, así como del interior del estado.

De acuerdo con la serie “Hasta que te conocí” —disponible en Disney Plus—, además de diversos registros hemerográficos y entrevistas, Juan Gabriel habría migrado debido a problemas familiares, en su lugar de origen. Gabriel Aguilera Rodríguez (1908-1950), el padre de Alberto, había sufrido un hecho traumático, lo que provocó que éste iniciara un incendio en propiedad ajena. Esto, le valió ser internado dos veces en "La Castañeda”, hasta que en 1950, desapareció todo registro de él. Ante esta situación, el hostigamiento hacia la señora Victoria Valadez Rojas (1912-1974) y a la familia, hicieron imposible la vida en la Villa de Parácuaro de Morelos. Fue el mismo sacerdote de la parroquia de La Asunción, el que les recomendó irse, y quizá, hasta les apoyó con algo de dinero para el pasaje.

Con apenas seis meses de edad, Alberto, junto a sus hermanos: Virginia (1932-2004), Gabriel (1937-2009), Pablo (1939-2023) y Miguel (1940-1998), se trasladaron hacia Ciudad Juárez. Abordaron el tren de pasajeros en Apatzingán, en la clase económica. Recorrieron casi mil 900 kilómetros; cruzaron Aguascalientes, Zacatecas, Torreón, luego Jiménez, después Chihuahua, y finalmente, Ciudad Juárez. Imaginemos un poco la escena:


Es julio de 1950, y la temperatura ronda los 40 grados centígrados. Han sido más de treinta horas de viaje. La familia, ahora desciende junto con el bullicio de la gente —que al igual que ellos— carga la vida en cajas, petacas y algunas maletas improvisadas. Salen de la estación, y Victoria, busca entre sus ropas el papel con la dirección de su patrona, la Sra. Romero (1903-1975): “Calle Ochoa #315”. Seguramente, preguntaron a la gente del rededor, y les orientaron: “es para el norte, por el rumbo de la Plaza de Toros, ahí por donde está la Cruz Roja, ahí van a ver una monja afuera”…continuará.