Por: Oscar A. Viramontes Olivas
violioscar@gmail.com
Hoy comenzamos un recorrido por el Chihuahua que ya sé fue, pero a través de esta sección, de nueva cuenta lo rescatamos del polvo para presentárselo a Ud. por medio de las páginas de este nuestro periódico, El Heraldo de Chihuahua; sin duda, en nuestra ciudad, existían algunas escuelas que cumplían funciones de capacitación muy importantes, sobre todo, en tareas caseras como la costura, corte y confección, cocina para jovencitas de clase humilde que, la verdad, apoyaban mucho a las muchachas para que aprendieran un oficio en beneficio del hogar, ya que, en aquellos tiempos, a las mujeres se le entrenaba más para las labores hogareñas y para el matrimonio que para otras actividades que estaban destinadas para los varones.
Caminado por las páginas de los “Archivos Perdidos”, quién no recuerda al viejo Instituto Científico y Literario, hoy sede de la rectoría de la Universidad Autónoma de Chihuahua, donde funcionaba la prevocacional del Politécnico Nacional; la Escuela Normal del Estado que, más adelante se separaría a su nuevo local. En estas instituciones, se impartía la enseñanza superior en el Estado, contando con secundarias y preparatoria en Ciudad Juárez y Jiménez, y paro de contar, que, en aquel entonces, se cubrían las necesidades de enseñanza media y media superior, pues se carecía de educación superior allá en los lejanos años 40a. En relación a las actividades de salud en la ciudad de Chihuahua, existían en los años 40s, 100 médicos afiliados a un sindicato, y que se distribuían en algunos nosocomios, como: el Hospital Civil o Central, este último modificado y modernizado que, cubría necesidades asistenciales de la población pobre y junto a él, estaba instalaba la Cruz Roja.
Además del Hospital Militar que cubría las necesidades de la clase castrense, existían hospitales privados como el Sanatorio Palmore, quizá el más antiguo de los particulares, también estaba el Hospital San Vicente o Terrazas Cuilty, por el rumbo de Nombre de Dios que atendía clientela privada. Otro importante pero más pequeño era, el Sanatorio Privado de los doctores Gutiérrez y el Sanatorio Moderno del doctor Miguel Aranda, ambos situados en el Paseo Bolívar entre 5ª y 7ª, y como maternidades existían: “La Regina”, a un costado del Hospital Civil hoy el Central, asiento de lo que fuera el segundo edificio de la Facultad de Medicina, así como la Maternidad la Luz, en la Sexta y Mina, la más antigua de la ciudad y que aún sigue funcionando, fundada por la enfermera y partera Angélica Fernández. También en los años 40a, todos los médicos tenían su consultorio particular donde atendían a ricos y pobres, por otro lado, la medicina preventiva se conocía dentro del área de higiene y vacunación. Así eran los servicios de salud de acuerdo con la época en la ciudad de Chihuahua, muy diferentes a los que hoy en día existen, sin embargo, son parte de la nostalgia de aquella época.
Pero, ¿dónde oraban los chihuahuenses en los 40a? En aquella época, quien dominaba el panorama era el catolicismo y las iglesias no católicas, no tenían mucha relevancia como hoy en día que, le han quitado mucha feligresía a la Iglesia católica, aunque algunas como el Templo de La Trinidad ya existían. Entre las iglesias católicos más representativas e importantes, está La Catedral, el Santuario de Guadalupe, el de San Juan Bautista, San Francisco, el de la Virgen del Refugio, Sagrado Corazón, la capilla de Santa Rita, muy antigua y con una hermosa leyenda que algún día contaré; el templo de Santa Rosa en Independencia y Ramírez; el templo de la colonia Dale, Santa Teresita del Niño Jesús que, ya existía por ser ésta de las primeras en la ciudad. Después con el crecimiento de la urbe, surgieron capillas como la Inmaculada en la Octava y Mina, María Auxiliadora en la 55a y Aniversario; el templo de San Felipe, en la colonia que lleva el mismo nombre, y Santa María Reyna, por nombrar sólo algunas, donde el pueblo, era piadoso y practicaba su cristianismo con sencillez, y los actos de fanatismo, como se conoce hoy en día, no eran muy comunes.
Por otro lado, la gente se divertía, la juventud escogía algunos lugares para relajar tensiones, por lo que acudían al parque Lerdo de Tejada en la Bolívar y Ocampo; la Plaza Hidalgo en la Vicente Guerrero y Aldama; la Plaza de Armas, en la Independencia y Libertad, a la que se agregaba el tramo de la calle Libertad entre la avenida Independencia y avenida Vicente Guerrero; éstos, eran lugares donde estudiantes de las escuelas superiores, empleados, y empleadas del comercio, bancos, secretarios, secretarías, o simplemente, hijos de familia, daban la vuelta en busca de su respectiva “media naranja” que, una mirada al cruzarse con la elegida, provocaba aceleración cardíaca en la inocencia e ingenuidad que, caracterizaban las relaciones: llevar de la mano, manita de puerco, caminando entre las nubes de un beso, en medio del éxtasis de los centros de recreo, como el casi himno de Chihuahua, aristocracia, alianza de empleados, pórtico del Teatro de los Héroes; otro centro de diversión, donde las tardeadas estudiantiles eran obligadas los viernes y con la característica de que eran de precios módicos, para cerrar dignamente la semana de no estudios, y sin bebidas embriagantes, estaba “El Jardín de las Rosas”, donde se escuchaban orquetas, como: Los Cocoteros; otros, como el, “Paraje de los Indios” y el Hotel Palacio Hilton, donde los sábados y domingos, escuchábamos orquestas como la de Manuel de León, seguramente en esos sitios y de esa época, salieron las parejas que dieron la luz a quienes hoy dirigen la sociedad, no puedo olvidar las tradicionales fiestas de Santa Rita, el 22 de mayo en un principio en torno a esta capilla después en el parque Lerdo.
¿Y dónde reposaban los muertos de la ciudad de Chihuahua? Nuestros muertitos eran velados en las casas particulares hasta la hora del sepelio, y por tiempo completo, es decir, día y noche sin interrupción, claro, claro, donde había café y “piquete” con su respectivos chistes rojos para los que, decidían bailar toda la noche con risitas apretadas y caras mustias, y cuando se acercaba uno de los deudos próximos al difunto, los acompañaban a pie, hasta la altura del templo del Sagrado Corazón, allí, abordaban carros de sitio hasta el panteón público, ya que, los panteones particulares, eran muy reducidos y no había misa de cuerpo presente porque no estaba permitido. El Parque Urueta, era uno de los panteones de la ciudad, así como el de Nuestra Señora de la Regla hoy Parque Revolución, los cuales, fueron clausurados en los años veinte y cincuentas respectivamente. Sólo había quedado en los 50s el Panteón de Dolores y los civiles, todos sobresaturados y no se diga, el panteón San José, entre otros, cuando Chihuahua contaba con 400,000 habitantes y las estaciones del año, transcurrían plácidamente con veranos calurosos, lluviosos y con las tardes soleadas de agosto. Qué tiempos, que la verdad fueron como un hermoso cuento vivido con gusto, esperando que llegará el domingo en que despertábamos más temprano que de costumbre, para que, con tiempo, preparáramos los alimentos que llevábamos en grandes canastas que había en las cocinas, donde empacábamos chiles rellenos, chilaquiles, chile con queso, frijoles refritos, sopa de arroz y un exquisito puchero, fruta fresca de la estación, y sobretodo, una rica agua de chía con limón, y trocitos de lechuga. En otras circunstancias, muchos recuerdan a don Juanito Ruiz que, tenía un auto de alquiler, uno de los pocos que había en la ciudad para dar el servicio a pasajeros como en la actualidad, a los que todos conocemos como taxis o ubers, donde por módica cooperación, Juanito daba viajes de paseo hacia la Quinta Carolina, y para ello, las personas que lo alquilaban, aprovechaban el viaje para llegar a Nombre de Dios y visitar a doña Cipriana a comprar las deliciosas tortillas de maíz bien calientitas, de las cuales, regalaba una que, mucha gente las hacía “burritos con sal”.
“El Chihuahua de mis ayeres”, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted tiene información que quiera compartir para esta sección, y si desea también adquirir los libros: “Los Archivos perdidos de las Crónicas Urbanas”, Tomo del I al XIII, puede mandar un mensaje al celular: 614 148 85 03, y con gusto lo atendemos, o bien, adquiéralos en la librería Kosmos, en la Josué Neri Santos No. 111, colonia Centro.
Fuentes de Investigación:
Entrevista con Benjamín Payares Ruiz; Archivo Histórico del Municipio de Chihuahua (AHCCh); profesor Rubén Beltrán Acosta; Fototeca del INAH y Hemeroteca de, El Heraldo de Chihuahua.