¿Por qué pensamos que estamos cerca del final de la pandemia?
Es una gran pregunta. Una respuesta sencilla sería el hartazgo del encierro en las casas, mismas que se fusionaron con todos los aspectos de nuestras vidas. Hace un año a todas y todos nos tomó por sorpresa esa desconocida enfermedad.
Durante los primeros meses de la pandemia se comparaban las prácticas de los países para el control de la pandemia. Hubo países que fueron noticia como Alemania, Dinamarca, Nueva Zelanda y Argentina. Incluso, Alemania tenía los mejores indicadores y sus expertos se convirtieron en rockstars de la medicina en tiempos del coronavirus.
La autoridad mexicana estuvo en negación los primeros meses y, hasta la fecha el uso del cubreboca, por parte de las altas esferas oficiales, sigue siendo motivo de polémica.
Hace un año, la creencia popular era que “cuando se acabe esto” sería por septiembre del 2020. Estamos en el cuarto mes del 2021 y continúa sin un final claro.
Incluso ya clasificamos (a más de un año de declarada la pandemia) en diferentes tiempos u olas de contagios por el Covid-19.
La primera ola de la pandemia estuvo dominada por el bombardeo de noticias contradictorias que nos llevó a una situación de confusión generalizada. Todos y todas éramos rehenes ante las constantes incoherencias y los sentimientos encontrados que todas estas incoherencias generaban en nuestras vidas, nos afectaron en la salud física y mental. Lo cual nos puso de manifiesto el contexto inestable de nuestra modernidad: lo que hoy sólo es una gripe, pero mañana es un virus letal que amenaza a la humanidad entera. O al revés.
La esperanza hace un año, cuando padecíamos “la primera ola”, estaba en los expertos: serían quienes encontrarían el milagro (como en película de Hollywood) que nos salvaría en cualquier momento.
Hoy que estamos en el ocaso de la segunda ola, nos hemos transportado al lado opuesto: presentar predicciones pesimistas y prepararnos para lo peor de lo peor. Eso peor de lo peor, es una tercera ola que en nuestro país puede ser devastadora en todos los ámbitos.
Una cosa es cierta: la pandemia no va a durar para siempre. Pero, puede durar muchos años. Estamos híper hartos de no tener una dinámica social como en los tiempos prepandemia. Las cuatro paredes de la recámara, la cocina o la sala nos asfixian. Por eso estamos relajando las medidas, por eso tantos viajes en Semana Santa. Parece que se le pierde el miedo y entre más suceda eso, más tiempo durará la pandemia.
Esto dependerá de nosotros y de la forma que nos sigamos cuidando, con todo y vacuna (quienes ya se la aplicaron), porque habrá nuevas cepas y mutaciones que tendrán su ingrediente potenciado de peligro.
Estamos dando la batalla, pero la guerra todavía no termina.