/ lunes 2 de septiembre de 2024

Del Preámbulo a mi libro Pinté fragmentos de ayeres y de sueños

Al concluir esta obra consideré que la persona más indicada para realizar el prólogo del libro debía ser Jorge Rodas Rivera, y así lo dejé plasmado en una de las solapas que ahora transcribo:

“Desde hace unos años hasta estos días el escritor, periodista, licenciado y corrector con quien más he tenido comunicación ha sido Jorge Rodas Rivera. Él ha contado con la paciencia y atención para escuchar mis remembranzas y mis sueños que arrastra el viento y los vendavales con mis dudas y tendencias místicas; con frecuencia hemos coincidido en desayunos, en diversos cafés y cafetines, por lo que creo es uno de los más indicados para escribir sobre mi producción plástica y su leit motiv. Ha publicado en sus revistas mis hazañas juveniles en el Valle de la Muerte, mi estancia en Lecumberri, la librería Yan libros arte de mi hermano Medardo y su relación con Leonora Carrington, Juan José Arreola y otras personalidades”.

Su texto inicia con estas palabras: “Nos colocamos frente a la obra de Luis Aragón sin advertir que “el arte es siempre más” como sentenció Hans Gadamer”

Al respecto me interesa señalar que Hans-Georg Gadamer fue un destacado filósofo alemán conocido por su trabajo en hermenéutica. Su vida y carrera estuvieron marcadas por una profunda dedicación al estudio de la filosofía, especialmente en este campo.

Una de sus destacadas obras es Lo bello y lo bueno, donde explora la relación entre estética, ética y hermenéutica, examinando cómo el arte y la belleza contribuyen a nuestra comprensión de la verdad y la bondad.

Otro aspecto del preámbulo a destacar es la mención que hace Rodas al citar al polímata árabe del siglo VIII Jabir Ibn Hayyan, conocido como Geber, uno de los más influyentes alquimistas de la Edad Media, considerándolo como fuente de una de las varias técnicas utilizadas en mis obras, pues estima que soy: “Gran buscador, utilizó el pigmento al temple con acrílicos de su tiempo propio, pero al margen de lo industrial y con el óleo sobre sus lienzos produce y combina aplicando recetas alquímicas a los colores que los hace hervir sometiéndolos a cánones atemporales, como proponía Jabir Ibn Hayyan, quien inventó el ácido sulfúrico y, por lo tanto, el grabado”.

En la alquimia, el ouroboro simboliza la naturaleza cíclica del universo, la unidad de todo y la eterna recreación. Representa la idea de que la materia es continua y se transforma constantemente, lo que está relacionado con el principio de la transmutación de los metales en alquimia.

Por ello al finalizar señala que mi obra está llamada a entrar en los principios de lo ouroboro (eternidad: sierpe que se muerde la cola) y quedará como una ofrenda a lo desconocido para quienes se acerquen a ella. A lo que contribuirá el presente libro.

Y es que él tiene el don para captar lo fantástico, lo quimérico, lo esotérico que solo en apariencia no existe más allá de la imaginación y no por ello menos real, lo que por tal entendemos trasciende a la cotidianidad. Por eso en sus pinturas hay un ángel que nos asoma a lo desconocido y nos permite ver con sus obras a través de sus

ojos. Para unos, un privilegio; para otros el misterio de una revelación”.