Por: Luis Alberto Fierro Ramírez
Bien decía el papa Juan Pablo II: “Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz si no viene acompañada de equidad, verdad, justicia, y solidaridad”. Justo sus palabras tienen plena vigencia debido a que los males de la humanidad en algunas zonas parecen intensificarse, dando lugar al desánimo, que no debemos dejar que se instale. La paz duradera a la que aspiramos legítimamente como humanidad y que tenemos que construir dentro y fuera de las aulas requiere necesariamente de la solidaridad.
El individualismo radical puro hunde al ser humano, perdiéndolo en el egoísmo y la insensibilidad. El deseo de superación personal es el motor fundamental para que como personas crezcamos de manera integral, pero un ser humano es más pleno en tanto que quienes le rodean tienen una vida próspera en todos los aspectos. Nuestro ser social va íntimamente ligado a nuestra persona. Desde ahí nace la solidaridad como abrazo fraterno, unión de objetivos, trabajo en equipo y metas en común.
El 31 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Solidaridad, fecha que tiene que ver con el movimiento social en Polonia, que agrupado como gremio sindical puso fin a la dictadura soviética. Este es un antecedente fundamental para la posterior caída del Muro de Berlín, una edificación que es una vergüenza para la humanidad.
Sin duda, en este 2021 cabe preguntarnos: ¿Somos más solidarios? ¿Tenemos un mundo mejor? La respuesta tiene claroscuros, pero nadie duda que el tema de la libertad de expresión, de asociación política y de actividad económica que genere equidad social son los grandes temas en la agenda global.
Lech Wałęsa fue líder sindical en los momentos más terribles de la dictadura, lo que le llevó a estar en prisión por defender los derechos de los trabajadores. Posteriormente de manera horizontal bajo el movimiento de Solidaridad logró encauzar el malestar social y darle posteriormente a Polonia un modelo democrático de gobierno. Su ejemplo es tan grande que obtuvo el Nobel de la Paz.
Posteriormente su figura y participación política han sido polémicas, pero nadie puede negarle su contribución a la democracia.
“Siempre soy libre, incluso en prisión. Mis pensamientos, sueños y mis aspiraciones no pueden ser destruidos materialmente” este llamado es universal y debe ser siempre un faro en nuestra formación de vida. La libertad responsable es punto de partida y también conclusivo del humanismo.