A lo largo de la historia, la humanidad ha mostrado una tendencia recurrente a apoyar líderes que prometen soluciones mágicas a problemas complejos. Este fenómeno, que puede parecer irracional a simple vista, es parte de un patrón más amplio de autoengaño colectivo alimentado por el populismo. Los dictadores, muchas veces encubiertos bajo el manto del populismo, encuentran en la falta de voluntad para analizar críticamente– el terreno fértil para su ascenso al poder.
El populismo es, en esencia, una narrativa simplificadora. Promete redención al pueblo, presentado como homogéneo y virtuoso, frente a una élite corrupta y maligna. Este discurso apela a las emociones, explota el descontento y evita debates complejos sobre las causas estructurales de los problemas. Los líderes populistas se presentan como salvadores únicos, capaces de resolverlo todo con voluntad política, sin necesidad de instituciones fuertes ni procesos democráticos transparentes.
El razonamiento en este contexto, no es ignorancia, sino una desconexión entre el conocimiento y la acción. Las masas suelen saber que los populistas simplifican y manipulan, pero eligen ignorar las señales de advertencia. Este autoengaño se alimenta del miedo, el resentimiento, el adoctrinamiento y la desesperación, emociones que bloquean el razonamiento crítico. Además, el populismo refuerza la idea de que la complejidad es innecesaria, ofreciendo soluciones que parecen fáciles y accesibles, aunque carezcan de sustento real.
El voto por dictadores y populistas refleja también un fenómeno psicológico conocido como disonancia cognitiva, concepto desarrollado por el psicólogo Leon Festinger, que se refiere a la tensión psicológica que surge cuando una persona con sus acciones se contradice en sus discursos. Este fenómeno ha jugado un papel fundamental en la manera en que ideologías como el nacionalsocialismo y el comunismo han sido justificadas y aceptadas por sus seguidores, a pesar de las contradicciones inherentes en sus principios y prácticas
Cuando las promesas incumplidas se vuelven evidentes, muchos prefieren justificarlas antes que admitir su error, perpetuando así el poder de estos líderes. Este ciclo de autoengaño no solo mantiene a los dictadores en el poder, sino que también debilita las instituciones democráticas, erosionando la confianza colectiva en la política y la sociedad civil.
El populismo florece especialmente en contextos de crisis económica y social, cuando las instituciones pierden legitimidad y los ciudadanos buscan respuestas rápidas. Sin embargo, la solución es fortalecer la educación crítica, fomentar el debate público y construir instituciones resilientes. Reconocer la manipulación populista y resistir su atractivo simplista es un primer paso hacia la madurez política de las sociedades.
En última instancia, no es un ataque contra la gente que sostiene las dictaduras, sino una invitación a repensar cómo participamos en la construcción de nuestro futuro. La democracia requiere ciudadanos críticos y conscientes, capaces de resistir el canto de sirena del populismo y de apostar por soluciones verdaderamente inclusivas y sostenibles.
Festinger, L. (1957). A Theory of Cognitive Dissonance. Stanford University Press.