Finalmente, en sesión solemne del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, se le entregó la constancia de mayoría como presidenta electa a Claudia Sheinbaum, quien siempre estuvo apoyada por López Obrador y desde hace más de dos años fue “destapada” por él, refiriéndose a ella como su corcholata favorita y desde entonces López se convirtió “virtualmente” en el coordinador de su campaña, sin que le preocupara infringir en varias ocasiones la ley electoral, pese a las recomendaciones de las autoridades de abstenerse a intervenir en el proceso electoral dada su investidura, al contrario, AMLO siempre mantuvo el interés de promocionar y apoyar abiertamente a su candidata, no obstante es lamentable que el titular del Ejecutivo no tuvo sanción alguna, por lo que la ley le hizo lo que el viento a Juárez.
Ciertamente es motivo de beneplácito que una mujer haya llegado por primera vez a la Presidencia, en los doscientos años que tiene el país como República, pero también es una gran responsabilidad que lleva a cuestas, que así como llegó al poder democráticamente, tiene el deber y la obligación de trabajar por salvaguardar la democracia, porque es mandato del pueblo constituirse en una República federal, democrática y representativa como lo establece nuestra Carta Magna.
En el discurso pronunciado por la Presidenta electa destaca que va a dar continuidad a un gobierno honesto y de resultados, comprometido con el pueblo” pero la pregunta es ¿A cuál gobierno honesto y de resultados se refiere?, si es al gobierno que le está heredando AMLO, está equivocada, porque Instancias internacionales señalan que en el actual gobierno de la 4 T, ha crecido considerablemente la corrupción, de acuerdo a la OCDE México sigue siendo el país
peor evaluado en la materia, encontrándose en el lugar 37 de los 37 países que la integran. Según Transparencia Internacional, México no ha recuperado su mejor evaluación histórica de 35 puntos que tuvo en 2014, y se debe a la impunidad que existe ante los grandes casos de corrupción.
Si no se reconoce la realidad, no habrá manera de combatir la corrupción imperante, las autoridades no deben asumir el comportamiento de la avestruz de esconder la cabeza ante los graves problemas de corrupción, no es posible que frente tantos ejemplos graves de corrupción que se dan en el país, y cada vez más descaradamente, se siga afirmando por el Presidente y por sus seguidores que el pueblo está feliz, feliz, feliz, y siga sosteniendo falsamente que estaremos como en Dinamarca, cuándo ese país junto con Nueva Zelanda tienen la posición número uno, es decir, el menor porcentaje de actos de corrupción.
Distamos mucho como lo afirma la presidenta electa de que somos un país con un gobierno de grandes logros, ¿ Dónde están los grandes logros que hacen que el pueblo esté feliz? Sirva la siguiente pregunta de reflexión: ¿Es feliz una familia a la que le han arrebatado violentamente a un ser querido?, y cuando la realidad es que son miles las familias que están de luto y con el dolor a flor de piel por ese motivo.
Abogada. Fundadora y presidenta de Mujeres Emprendedoras en Política, Acción Social y Cultural A. C. Integrante de la AECH.
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