/ martes 28 de julio de 2020

Dr. Jesús Enrique Grajeda, descanse en paz

Éramos amigos de la juventud, de esas amistades que, aunque pase el tiempo sin vernos, cada vez que nos encontrábamos nos daba mucho gusto, porque era una amistad de toda la vida, sobre todo de aquellos años que no se olvidan.

Él estudió la preparatoria en la UACh, de la que su papá era el mero mero, por muchos años, un hombre a carta cabal, que por apodo le decían “el Secre” de la prepa. Él siguió su carrera de Medicina en la UACh, institución que amaba intensamente, habiendo sido rector de la misma del año 1996 al 2000, dejando la universidad en muy buen nivel académico. Recuerdo que si algún muchacho no pasaba su examen de admisión se tenía que ir al semestre cero para poder entrar a su carrera al siguiente semestre y no había influencia que valiera, ni la de sus amigos, lo digo por experiencia propia, me decía “es por el bien del muchacho, que se prepare mejor, le hacemos un daño dejándolo entrar directo a la carrera”.

Siempre fue un hombre derecho, nunca se prestó a nada que no fuera lo que debía de ser, según sus principios de honestidad e integridad que él tenía y que son universales. Nunca hubo ni la más mínima duda de su manejo honesto y eficiente como rector, dejando la UACh en mucho mejores condiciones que en las que recibió. Siempre vivió en la medianía económica y nunca se le conocieron excesos de ninguna naturaleza.

Siempre atento a servir a los demás y a su comunidad, así es como fue director del Hospital Central, al que le entregó buena parte de su vida, siendo además maestro de diversas materias en el hospital y en la Facultad de Medicina, institución que puso en muy buen nivel y defendió cuando el gobierno del estado se la quitó a la universidad.

También fue director de la Escuela de Medicina de la UACh, la que elevó de nivel a una de las mejores del país, nivel que conserva actualmente.

La parte final de su fructífera vida la dedicó a la Secretaría de Salud del gobierno del estado de Chihuahua, de la cual fue su titular los dos últimos años, habiendo mejorado mucho la enorme problemática que tenía dicha secretaría, trabajando con toda honestidad, eficiencia y mucha dedicación, logró que el desabasto de medicinas se redujera a su mínima expresión y las quejas de los usuarios se redujeron al mínimo, así como las quejas del sindicato de salud.

Su última lucha fue contra esta maldita pandemia del coronavirus, que tiene al mundo de cabeza, porque no se ha logrado parar, ni se ha encontrado una cura para el mal, que al final fue la que lo llevó a la muerte a mi buen amigo, el doctor Jesús Enrique Grajeda Herrera, quien dedicó buena parte de su vida a servir a su comunidad, poniendo a su servicio sus conocimientos, no sólo como médico, que era de los mejores urólogos en el estado, sino poniendo sus valores, principios y sus conocimientos que fue adquiriendo a lo largo de su vida.

Descanse en paz el buen amigo que dejó una huella muy profunda en Chihuahua.


Éramos amigos de la juventud, de esas amistades que, aunque pase el tiempo sin vernos, cada vez que nos encontrábamos nos daba mucho gusto, porque era una amistad de toda la vida, sobre todo de aquellos años que no se olvidan.

Él estudió la preparatoria en la UACh, de la que su papá era el mero mero, por muchos años, un hombre a carta cabal, que por apodo le decían “el Secre” de la prepa. Él siguió su carrera de Medicina en la UACh, institución que amaba intensamente, habiendo sido rector de la misma del año 1996 al 2000, dejando la universidad en muy buen nivel académico. Recuerdo que si algún muchacho no pasaba su examen de admisión se tenía que ir al semestre cero para poder entrar a su carrera al siguiente semestre y no había influencia que valiera, ni la de sus amigos, lo digo por experiencia propia, me decía “es por el bien del muchacho, que se prepare mejor, le hacemos un daño dejándolo entrar directo a la carrera”.

Siempre fue un hombre derecho, nunca se prestó a nada que no fuera lo que debía de ser, según sus principios de honestidad e integridad que él tenía y que son universales. Nunca hubo ni la más mínima duda de su manejo honesto y eficiente como rector, dejando la UACh en mucho mejores condiciones que en las que recibió. Siempre vivió en la medianía económica y nunca se le conocieron excesos de ninguna naturaleza.

Siempre atento a servir a los demás y a su comunidad, así es como fue director del Hospital Central, al que le entregó buena parte de su vida, siendo además maestro de diversas materias en el hospital y en la Facultad de Medicina, institución que puso en muy buen nivel y defendió cuando el gobierno del estado se la quitó a la universidad.

También fue director de la Escuela de Medicina de la UACh, la que elevó de nivel a una de las mejores del país, nivel que conserva actualmente.

La parte final de su fructífera vida la dedicó a la Secretaría de Salud del gobierno del estado de Chihuahua, de la cual fue su titular los dos últimos años, habiendo mejorado mucho la enorme problemática que tenía dicha secretaría, trabajando con toda honestidad, eficiencia y mucha dedicación, logró que el desabasto de medicinas se redujera a su mínima expresión y las quejas de los usuarios se redujeron al mínimo, así como las quejas del sindicato de salud.

Su última lucha fue contra esta maldita pandemia del coronavirus, que tiene al mundo de cabeza, porque no se ha logrado parar, ni se ha encontrado una cura para el mal, que al final fue la que lo llevó a la muerte a mi buen amigo, el doctor Jesús Enrique Grajeda Herrera, quien dedicó buena parte de su vida a servir a su comunidad, poniendo a su servicio sus conocimientos, no sólo como médico, que era de los mejores urólogos en el estado, sino poniendo sus valores, principios y sus conocimientos que fue adquiriendo a lo largo de su vida.

Descanse en paz el buen amigo que dejó una huella muy profunda en Chihuahua.