El tiempo nos ha alcanzado, el agua se agota. Factores como el cambio climático y la falta de lluvias han motivado esta situación, pero también, la falta de sensibilización sobre su uso y la ausencia de una administración moderna han estimulado su escasez. Durante las últimas décadas el crecimiento poblacional ha incrementado significativamente la demanda hídrica. A razón de ello, se ha generado una aceleración en los procesos de extracción para abastecer la necesidad de consumo. El incremento en la tasa poblacional ha significado mayor demanda por bienes y servicios, siendo el ramo de alimentos de los más representativos. Sin recursos hídricos, la producción alimentaria no tendría lugar, lo que imposibilitaría abastecer los ciclos agrícolas comprometiendo la seguridad alimentaria; además, impactaría cuantitativamente en el flujo económico del sector agropecuario.
El incremento en la tasa poblacional ha promovido la concentración urbana y con ello la demanda por infraestructura y servicios. Estudios señalan que la presencia de infraestructura hídrica genera substanciales ahorros en el Sector Salud. El acceso de la población a estos servicios genera un impacto favorable en la higiene y salud de las personas.
Los recursos hídricos se encuentran latentes en diversos procesos productivos, como el caso de la industria energética, que utiliza volúmenes de agua para la generación de energía. Otro tipo de giros, como el industrial, minero y alimentario, muestran también estrecha dependencia con el recurso.
El impacto que genera el uso de los recursos hídricos en la economía es incuantificable y su aporte al bienestar social inestimable. En razón de ello, emerge con claridad el desafío existente, ¿cómo administrar los recursos hídricos (escasos) para satisfacer una demanda inagotable?
La respuesta pudiese recaer en la implementación de una política pública sustentada en un modelo “hidro-económico”, aquel que haga uso de esquemas basados en modelos sostenibles que logren la optimización de los recursos, satisfagan la demanda y reduzcan el “estrés hídrico” prevaleciente.
La esencia de un modelo de esta naturaleza obedece a la implementación de medidas técnicas con perspectiva de largo plazo que gocen de autosuficiencia tecnológica, sean amigables con el entorno, fomenten la reutilización de los recursos y sean todas acompañadas de la debida infraestructura.
Dentro de esta concepción, la utilización de herramientas tecnológicas para el tratamiento del recurso es crucial, como implementar sistemas de riego más eficientes que promuevan una agricultura más sostenible y el apoyo de herramientas para supervisar y detectar el uso indebido del recurso para combatir la corrupción dentro del sector.
La industria cuenta con la oportunidad estratégica de implementar mecanismos de reasignación para el mejoramiento del aprovechamiento de estos recursos, mediante esquemas que optimicen y racionalicen el uso. Esto puede ser motivado a través de un incentivo gubernamental que dé beneficios a todos aquellos que acrediten las debidas prácticas. También, para inducir la contracción de consumo en el sector energético, se debe adoptar el uso de energías limpias.
El fomento de inversiones en infraestructura moderna en sustitución de la obsoleta en el sector agrícola, contribuirá a mejorar el aprovechamiento de los recursos; Inversiones como las plantas de tratamiento de aguas residuales y las desalinizadoras, contribuirán en la preservación de cuerpos acuíferos.
Resulta inviable transitar en la ruta actual, de continuarlo, enfrentaremos costos impensados y forzosamente se abordará el dilema respecto de evaluar la asequibilidad de las tarifas del agua.
Paradójicamente hemos privilegiado preponderantemente la actividad económica sobre el cuidado de nuestros recursos, sin embargo, con el tiempo nos será más costoso, ya que sin recursos hídricos la economía mermara. El futuro del agua se define hoy.