/ domingo 21 de julio de 2024

Eduardo Bohórquez en Chihuahua. Reflexiones anticorrupción 

El miércoles pasado estuvo en Chihuahua Eduardo Bohórquez, director ejecutivo de Transparencia Mexicana, quien es uno de los actores de la sociedad civil más relevantes en temas de anticorrupción y quien ha sabido, con talento y habilidad, colocarse por encima de la clase política de México, entre otras cosas, gracias a su congruencia y a su pensamiento sobrio, que aborda los problemas del país de forma objetiva, clara, racional y visionaria. Su visita fue para impartir una conferencia en el ITESM Chihuahua a empresarios locales sobre la relevancia de la integridad empresarial en la estrategia nacional contra la corrupción, adoptada por diversos actores del sector gubernamental y la sociedad civil.

A continuación, reflexiono sobre un tema vital que Eduardo mencionó: “La corrupción no está en el ADN de los mexicanos ni forma parte de nuestra cultura”. El expresidente Enrique Peña Nieto, hace algunos años, afirmó lo contrario. Eduardo ha explicado el trasfondo de esta afirmación tan desafortunada del exmandatario: a la clase política le conviene que en la narrativa nacional se sostenga que la corrupción es un problema tan arraigado socialmente que su solución es prácticamente imposible. Nada más alejado de la realidad.

Con ejemplos prácticos, es fácil entender que los países, estados, municipios y organizaciones pueden atender eficazmente la corrupción si, primero, deciden hacerlo y, segundo, diseñan su “isla” de integridad de tal manera que la honestidad y el apego a las normas sean más redituables que hacer lo contrario.

Los mexicanos hemos vivido en una encrucijada determinada por un sistema que, como estrategia de supervivencia, nos ha orillado a optar por un camino contrario a la integridad. Esto, a su vez, al hacernos sentir cómplices, ha buscado quitarle legitimidad a la sociedad para exigir cambios sustanciales que reduzcan y controlen de manera efectiva la corrupción en el país en todas sus formas. De acuerdo con Eduardo, el problema de la corrupción no se busca solucionar de tajo por los gobiernos, sino que buscan administrarlo, como muchos otros problemas del país.

El economista conductual Dan Ariely analiza en sus obras la regla “10-10-80”: el 10% de las personas siempre serán honestas, otro 10% siempre serán deshonestas y el 80% restante actuará según el contexto y las circunstancias. Es en este 80% donde las políticas públicas anticorrupción y las de integridad en el sector productivo deben atender el problema, reduciendo los espacios de arbitrariedad y abuso de poder. Con ello, se impactará en la mejora de la calidad de vida de las personas.

Por último, Eduardo invitó a los presentes a ser salmones dentro de sus espacios de actuación. Combatir la corrupción es como ser un salmón nadando contra corriente. Los salmones enfrentan numerosas dificultades mientras nadan río arriba para llegar a sus zonas de desove: fuertes corrientes, depredadores y obstáculos naturales. Del mismo modo, quienes luchan contra la corrupción deben enfrentar intereses establecidos, resistencia sistémica y desafíos que intentan frenar el progreso. Sin embargo, al igual que el salmón que persiste y finalmente alcanza su destino, aquellos comprometidos con la integridad y la transparencia deben continuar su esfuerzo incansable, con la convicción de que cada avance fortalece la estructura ética y moral de la sociedad, pavimentando el camino para un futuro más justo y equitativo.


Autor: Jesús Abdala Abbud Yepiz, Integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Anticorrupción del Estado de Chihuahua


El miércoles pasado estuvo en Chihuahua Eduardo Bohórquez, director ejecutivo de Transparencia Mexicana, quien es uno de los actores de la sociedad civil más relevantes en temas de anticorrupción y quien ha sabido, con talento y habilidad, colocarse por encima de la clase política de México, entre otras cosas, gracias a su congruencia y a su pensamiento sobrio, que aborda los problemas del país de forma objetiva, clara, racional y visionaria. Su visita fue para impartir una conferencia en el ITESM Chihuahua a empresarios locales sobre la relevancia de la integridad empresarial en la estrategia nacional contra la corrupción, adoptada por diversos actores del sector gubernamental y la sociedad civil.

A continuación, reflexiono sobre un tema vital que Eduardo mencionó: “La corrupción no está en el ADN de los mexicanos ni forma parte de nuestra cultura”. El expresidente Enrique Peña Nieto, hace algunos años, afirmó lo contrario. Eduardo ha explicado el trasfondo de esta afirmación tan desafortunada del exmandatario: a la clase política le conviene que en la narrativa nacional se sostenga que la corrupción es un problema tan arraigado socialmente que su solución es prácticamente imposible. Nada más alejado de la realidad.

Con ejemplos prácticos, es fácil entender que los países, estados, municipios y organizaciones pueden atender eficazmente la corrupción si, primero, deciden hacerlo y, segundo, diseñan su “isla” de integridad de tal manera que la honestidad y el apego a las normas sean más redituables que hacer lo contrario.

Los mexicanos hemos vivido en una encrucijada determinada por un sistema que, como estrategia de supervivencia, nos ha orillado a optar por un camino contrario a la integridad. Esto, a su vez, al hacernos sentir cómplices, ha buscado quitarle legitimidad a la sociedad para exigir cambios sustanciales que reduzcan y controlen de manera efectiva la corrupción en el país en todas sus formas. De acuerdo con Eduardo, el problema de la corrupción no se busca solucionar de tajo por los gobiernos, sino que buscan administrarlo, como muchos otros problemas del país.

El economista conductual Dan Ariely analiza en sus obras la regla “10-10-80”: el 10% de las personas siempre serán honestas, otro 10% siempre serán deshonestas y el 80% restante actuará según el contexto y las circunstancias. Es en este 80% donde las políticas públicas anticorrupción y las de integridad en el sector productivo deben atender el problema, reduciendo los espacios de arbitrariedad y abuso de poder. Con ello, se impactará en la mejora de la calidad de vida de las personas.

Por último, Eduardo invitó a los presentes a ser salmones dentro de sus espacios de actuación. Combatir la corrupción es como ser un salmón nadando contra corriente. Los salmones enfrentan numerosas dificultades mientras nadan río arriba para llegar a sus zonas de desove: fuertes corrientes, depredadores y obstáculos naturales. Del mismo modo, quienes luchan contra la corrupción deben enfrentar intereses establecidos, resistencia sistémica y desafíos que intentan frenar el progreso. Sin embargo, al igual que el salmón que persiste y finalmente alcanza su destino, aquellos comprometidos con la integridad y la transparencia deben continuar su esfuerzo incansable, con la convicción de que cada avance fortalece la estructura ética y moral de la sociedad, pavimentando el camino para un futuro más justo y equitativo.


Autor: Jesús Abdala Abbud Yepiz, Integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Anticorrupción del Estado de Chihuahua