/ jueves 7 de noviembre de 2024

Educación para formar ciudadanía

Según me contó un apreciable amigo gran conocedor de la educación, un Rector de una de las más reconocidas instituciones educativas del mundo, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, dijo y lamentó en su discurso de retiro como rector, que aquella famosa institución había formado los mejores profesionistas técnicos de la más alta calidad, pero no había formado ciudadanos (cita mía no textual).

Lo cierto es que la educación se orienta cada vez más a formar buenos trabajadores, desde manuales hasta técnicos, ingenieros, licenciados y doctores, pero no se orienta a formar ciudadanía. Forma personas “para lo que demanda el mercado laboral”, lo que requieren quienes contratan a las y los egresados como trabajadoras/es de distintas especialidades y niveles.

En la sociedad actual -que, salvo excepciones ha pretendido ser democrática-, si algo falta en cada país es calidad ciudadana de sus habitantes.

Esa falta de una ciudadanía efectiva está derrumbando a las democracias de numerosos países, como plaga mortal que se extiende día con día. Los gobiernos representativos son sustituidos -casi siempre por vía democrática-, por regímenes autoritarios fascistas que regresan del pasado a la modernidad capitalista, porque al parecer de cada vez más personas, son más eficaces que las democracias actuales. Régimen de sociedad y gobierno centrados en un caudillo -dirigente autoritario paternalista- que encarna y expresa la voluntad del pueblo; pueblos representados por un caudillo y no por representantes electos y revocables como postula la democracia actual.

La educación es y debe ser el espacio privilegiado para formar ciudadanía en todos los niveles y especialidades, incluyendo y reforzando los conocimientos de civismo, historia, geografía, culturas diversas, medio ambiente, derechos y deberes cívicos, sociales y políticos en la democracia, exponiendo las realidades económicas y sociales de los continentes y regiones, los países y los sectores sociales, principalmente del propio continente y país. Asimismo, en la educación y en la vida diaria de cada centro educativo, debe practicarse la democracia, haciendo a un lado el autoritarismo jerárquico de directivos y maestros.

Simultáneamente, desde la más temprana niñez hasta la adultez, deben efectuarse prácticas reales y continuas de participación ciudadana en los asuntos de la escuela y de su entorno, el barrio, el poblado o ciudad, el municipio, el estado y el país. Para ello, cada institución pública de poder ejecutivo, legislativo, judicial y el llamado “autónomo”, incluidos los propios centros educativos, y cada nivel de gobierno, debe poner a disposición de todas y todos, de manera apropiada para cada edad, la información sustantiva de las principales cuestiones que maneja y las decisiones que toma, permitiendo que las personas de todas las edades opinen, propongan e incluso decidan sobre las cuestiones más trascendentes de la dependencia.

El conocimiento y la práctica continua de los conocimientos arriba enunciados, en los ámbitos educativos y de gobierno, es la manera apropiada de formar ciudadanas y ciudadanos, desde la niñez hasta el final de la vida.

En la existencia de una ciudadanía fuerte radica la posibilidad real de subsistencia y fortalecimiento de la democracia, como democracia que ya no puede ser solamente representativa -de electos que representan a la sociedad- sino una democracia representativa y participativa.

purangachih@gmail.com