Todos los mexicanos debemos estar profundamente decepcionados de Enrique Peña Nieto y su gobierno que, aunque tuvo una administración, si se quiere exitosa, en donde hubo crecimiento, incremento del Producto Interno Bruto (PIB), e incluso desarrollo del país, el manejo personal del presidente sin duda fue lo que por fin le dio entrada a Andrés Manuel López Obrador, al gobierno y prácticamente al inminente derrumbe del país.
Pero López Obrador no sabe incluso ni lo que significaba PIB, tan así era que cuando le tocó tratar lo concerniente en una de sus mañaneras, prefirió desistir del referente mundial y suprimir el vocablo PIB. Sus yerros, sus caprichos, su escasa y deficiente preparación y su tozudez están a punto de llevar a México al fondo del abismo.
Casi todos los presidentes de la época moderna, de la Independencia para delante, han empezado su debacle cuando muy temprano al iniciar la segunda mitad de sus gobiernos, pero don Andrés parece que inició su debacle a la par con su toma de posesión, si no es que antes; el aeropuerto en Santa Lucía, contra el enorme gasto que se llevaba ejercido en Texcoco, la refinería en Dos Bocas, cuando el petróleo es un combustible fósil a punto de extinción o ser sustituido, el trenecito de la península de Yucatán, que posiblemente, dadas las circunstancias y las condiciones de tozudez, vaya a funcionar con carbón y el inmenso despilfarro con el que creyó que iba a consolidar un ejército de votantes a través de becas, pensiones y dádivas en efectivo, que lo único que resolvieron fue el incremento en el consumo de bebidas alcohólicas y quizás hasta de enervantes o, en último caso, hasta la promoción de la holgazanería cuando al contar con un poco de dinero mensual, la gente creía que su problema económico familiar estaba resuelto, hasta encumbrar al presidente como un semidiós. Dinero que por cierto tiene que terminarse, sino es que ya se acabó y no habrá de dónde reponerlo.
Pero el acabose, cuando el martes el coordinador de Comunicación Social de la Presidencia de la República, Jesús Ramírez, en contubernio con el también jefe de prensa de la Secretaría de Gobernación, de quien se dice fue quien armó el documento BOA, para con Jesús Ramírez, jefe de Comunicación Social de la Presidencia, preparar un increíble “compló” donde destaparon en la misma mañanera un movimiento para derrocar a López Obrador, o cuando menos no dejarlo incidir en las elecciones del año entrante, e incluso ganarle la elección a Morena y hacerle el refrendo para que deje la presidencia en 2022, acusando a un considerable número de gobernadores, líderes empresariales, compañías editoras y periodistas de primeros niveles que verdaderamente influyen en la opinión pública de la nación como autores del presunto golpe de Estado, aunque sin señalarlo en este sentido.
Pero lo único que causó este entretelón que le fraguaron sus comunicadores en la mañanera, fueron las risas de sirios y troyanos por lo absurdo del mismo y desde luego que también se vio el elemento distractor que pretendieron empalmar para tapar el enorme fracaso con el manejo del Covid-19, donde el doctor Hugo López-Gatell Ramírez ha sido un rotundo fracaso de principio a fin, incluso desde antes, cuando el presidente Felipe Calderón lo despidió por el igual pésimo manejo de la entonces gripe A1N1H1. Pero insisto, la tozudez del presidente no lo deja ver más allá de sus narices para condescender en la incompetencia del subsecretario de Salud, quien lleva el conteo del Covid-19 como si fuera con granos de trigo y ya trae miles por todas las clasificaciones del Covid-19.