/ martes 14 de mayo de 2024

El cinismo, ¿moda o estrategia?

En las últimas semanas más continuamente hemos escuchado a candidatos de diferentes partidos políticos o de la mezcla rara de partidos acentuar el lenguaje de mentiras, empezando por el Ejecutivo. Las mentiras y los comentarios han llegado al grado de caer en el llamado cinismo. El cinismo en la política moderna se ha transformado de un comportamiento ocasionalmente observado en un fenómeno omnipresente que define la era actual. Este aumento del cinismo se refleja claramente en varios comportamientos preocupantes: la perpetuación de mentiras por parte de los políticos, la volubilidad en las afiliaciones partidarias, y las acciones diarias de figuras presidenciales que parecen validar estos comportamientos.

En primer lugar, las mentiras continuas de los políticos han dejado de ser excepciones para convertirse en la norma esperada. Esta deshonestidad sistemática va más allá de las exageraciones habituales o las promesas optimistas; se trata de falsedades flagrantes diseñadas para manipular la percepción pública o desviar la atención de problemas reales. Esta erosión de la verdad no solo socava la base de la confianza pública en sus líderes sino que también deteriora el tejido de la democracia, donde la toma de decisiones informada es fundamental.

Además, el cambio frecuente de partido político por conveniencia personal refleja un profundo desprecio por las convicciones ideológicas que estos políticos una vez proclamaron defender. Este tipo de oportunismo revela que para algunos, los principios son menos importantes que la carrera política o el poder. Tal comportamiento no solo confunde y desilusiona a los votantes, sino que también plantea preguntas sobre la autenticidad de las plataformas políticas y la integridad de quienes las representan.

Por otro lado, el comportamiento diario del presidente en muchos países actúa como un espejo amplificador de este cinismo. Cuando el líder máximo exhibe una falta de coherencia, utiliza la mentira como herramienta de gobierno y muestra un descarado desinterés por las consecuencias de sus actos, establece un precedente peligroso. Este modelo de liderazgo no solo es imitado por otros políticos sino que también normaliza el cinismo como una estrategia política viable, lo cual perpetúa un ciclo de desconfianza y cinismo en toda la estructura política.

Confrontar el cinismo requiere un esfuerzo consciente tanto de políticos como de ciudadanos. Es esencial demandar transparencia, fomentar la responsabilidad y premiar la integridad en la vida pública. Los ciudadanos deben estar vigilantes y críticos, no permitiendo que la desilusión se transforme en apatía. Restaurar la confianza en la política es crucial y sólo es posible mediante un compromiso renovado con los valores democráticos de honestidad y servicio público. Este es el desafío que debemos enfrentar para asegurar que el cinismo no se convierta en el legado de nuestra era política.

Seguramente el cinismo, característica principal del Ejecutivo , se ha convertido en estrategia de división y estrategia de manipulación de muchos ciudadanos que, por falta de información, o por manipulación, se ha convertido en factor continuo de evangelización a ideas emanadas del Ejecutivo. Triste es ver a personajes que la mayoría creíamos que tienen sus valores y sus ideas bien fundamentadas, de la noche a la mañana, cambien de partido y ahora “representen” a otro(s) partidos despotricando a las entidades que, por muchos años, no sólo les dieron de comer, sino que los formaron como ciudadanos. Y ahora los escuchas enfrentando a personas o grupos que alguna vez fueron sus aliados y muchos de sus amigos. ¿Dónde quedaron los valores?¿dónde quedó la congruencia?.


Antonio Ríos Ramírez

Dr. en Administración, Director del Instituto de emprendimiento del ITESM


En las últimas semanas más continuamente hemos escuchado a candidatos de diferentes partidos políticos o de la mezcla rara de partidos acentuar el lenguaje de mentiras, empezando por el Ejecutivo. Las mentiras y los comentarios han llegado al grado de caer en el llamado cinismo. El cinismo en la política moderna se ha transformado de un comportamiento ocasionalmente observado en un fenómeno omnipresente que define la era actual. Este aumento del cinismo se refleja claramente en varios comportamientos preocupantes: la perpetuación de mentiras por parte de los políticos, la volubilidad en las afiliaciones partidarias, y las acciones diarias de figuras presidenciales que parecen validar estos comportamientos.

En primer lugar, las mentiras continuas de los políticos han dejado de ser excepciones para convertirse en la norma esperada. Esta deshonestidad sistemática va más allá de las exageraciones habituales o las promesas optimistas; se trata de falsedades flagrantes diseñadas para manipular la percepción pública o desviar la atención de problemas reales. Esta erosión de la verdad no solo socava la base de la confianza pública en sus líderes sino que también deteriora el tejido de la democracia, donde la toma de decisiones informada es fundamental.

Además, el cambio frecuente de partido político por conveniencia personal refleja un profundo desprecio por las convicciones ideológicas que estos políticos una vez proclamaron defender. Este tipo de oportunismo revela que para algunos, los principios son menos importantes que la carrera política o el poder. Tal comportamiento no solo confunde y desilusiona a los votantes, sino que también plantea preguntas sobre la autenticidad de las plataformas políticas y la integridad de quienes las representan.

Por otro lado, el comportamiento diario del presidente en muchos países actúa como un espejo amplificador de este cinismo. Cuando el líder máximo exhibe una falta de coherencia, utiliza la mentira como herramienta de gobierno y muestra un descarado desinterés por las consecuencias de sus actos, establece un precedente peligroso. Este modelo de liderazgo no solo es imitado por otros políticos sino que también normaliza el cinismo como una estrategia política viable, lo cual perpetúa un ciclo de desconfianza y cinismo en toda la estructura política.

Confrontar el cinismo requiere un esfuerzo consciente tanto de políticos como de ciudadanos. Es esencial demandar transparencia, fomentar la responsabilidad y premiar la integridad en la vida pública. Los ciudadanos deben estar vigilantes y críticos, no permitiendo que la desilusión se transforme en apatía. Restaurar la confianza en la política es crucial y sólo es posible mediante un compromiso renovado con los valores democráticos de honestidad y servicio público. Este es el desafío que debemos enfrentar para asegurar que el cinismo no se convierta en el legado de nuestra era política.

Seguramente el cinismo, característica principal del Ejecutivo , se ha convertido en estrategia de división y estrategia de manipulación de muchos ciudadanos que, por falta de información, o por manipulación, se ha convertido en factor continuo de evangelización a ideas emanadas del Ejecutivo. Triste es ver a personajes que la mayoría creíamos que tienen sus valores y sus ideas bien fundamentadas, de la noche a la mañana, cambien de partido y ahora “representen” a otro(s) partidos despotricando a las entidades que, por muchos años, no sólo les dieron de comer, sino que los formaron como ciudadanos. Y ahora los escuchas enfrentando a personas o grupos que alguna vez fueron sus aliados y muchos de sus amigos. ¿Dónde quedaron los valores?¿dónde quedó la congruencia?.


Antonio Ríos Ramírez

Dr. en Administración, Director del Instituto de emprendimiento del ITESM