Pocas veces se habla de la relación que hay entre la teología y la economía, en especial, en contra de lo referente al comunismo y marxismo cultural. De acuerdo a las ideas de Jesús Huerta de Soto se puede partir de una premisa que no todos acostumbran escuchar: Que Dios existe. Para algunos, los creyentes, será obvio. A otros producirá dudas. Y a muchos, les provocará rechazo, en un ambiente de economistas y filósofos. Pero para efectos dialécticos, podemos hacer un esfuerzo de imaginación y establecer la premisa de que Dios existe. Entonces, ¿qué entendemos por Dios?
Entendemos por Dios un ser supremo creador de todas las cosas y todas las criaturas. Entre las criaturas, la más importante es el ser humano, que es imagen y semejanza de su creador. Y una de esas similitudes entre el hombre y la divinidad es la capacidad creativa empresarial. ¿Esto que tiene qué ver con la idea de un Dios, no sólo creador, sino libertario? Libertario significa que ama la libertad y la creatividad, inseparables del ser humano; que defiende la libertad de empresa y el orden espontáneo del mercado; rechaza el control sistemático y monopólico del Estado.
Por el contrario, con todo y que Dios es el poder absoluto, no utiliza la fuerza y deja en libertad a sus criaturas hasta el punto de dejar que se rebelen contra él; perdona y deja que el hombre se caiga y se vuelva a levantar. Dios deja hacer, deja pasar. Dios deja que el universo, con el orden que él ha creado, evolucione solo y espontáneamente. El Dios libertario no acepta conversiones exhibiendo su poder absoluto. Los antiguos zelotes de Palestina eran fundamentalistas saduceos que no aceptaban tradiciones, materialistas, sin resurrección, amigos de un Estado hegemónico.
En cambio, Cristo no arrasa con fuego a sus enemigos, no es un rey terrenal, ni baja de la cruz cuando se lo exigen para creer en él. Nada hace para imponerse con su poder. No lo hizo, aunque fuera capaz de establecer el mejor Estado de bienestar o populista posible con panes y pescados, porque Cristo fue y es libertario. El Reino de Dios no es de este mundo, no es gobierno de coacción. Ya desde Samuel los israelitas pedían un rey, pero al profeta no le pareció bien y Yahvé les respondió diciendo: “Piden un rey porque me rechazan a mí y no reine sobre ellos”. Como Dios es libertario, acepta, y le pide a Samuel que les advierta con detalle lo que supone todo Estado.
En 1 Samuel 8, 11-17 les dice lo que va a pasar: “Se llevará a sus hijos para destinarlos a sus carrozas y su caballería, los destinará a arar, a segar su mies, a fabricar sus armas y pertrechos; tomará a sus hijas como perfumistas, cocineras y panaderas; el rey (el Estado), se apoderará de sus mejores campos, viñas y olivares; cobrará el diezmo de sus olivares y viñas para dárselo a sus eunucos y servidores (igual que ahora); se llevará a sus siervas y jóvenes, al igual que sus asnos para hacer sus trabajos… en suma se convertirán en esclavos”. ¿Cómo nos quejamos, entonces?
Si el demonio tienta a Cristo con darle los reinos de la Tierra, entonces, lo del “César que es del César” (Mateo 22:21), deberá de ser bien poco para que no produzca tanto daño. Cristo responde que sólo a Dios se adorará, porque Dios es libertario. La principal amenaza de nuestro tiempo radica en el endiosamiento de la razón y que la supuesta ingeniería social seudocientífica mediante el Estado, el becerro de oro, pretenda construir en el mundo el paraíso terrenal.
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