/ viernes 6 de septiembre de 2024

¿El humanismo en crisis?

Es frecuente escuchar a alguien decir que “el humanismo está en crisis”. El avance del conocimiento en las ciencias y el surgimiento de la llamada “Inteligencia Artificial” predisponen a las personas a emitir ese juicio.

La atención en lo propiamente humano parece que no está al día. Las preocupaciones y estudios científicos y tecnológicos están enfocadas en lo técnico y lo tecnológico, mientras que el interés por lo humano se ha ido dejando de lado.

La ciencia ficción se ha encargado de entregarnos escenarios distópicos en los cuales los seres humanos se vuelven víctimas de sus propios logros científicos-tecnológicos. En esas realidades imaginadas las personas luchan por sobrevivir en un mundo dominado por lo no-humano.

Y en la realidad, estamos atestiguando cómo la funcionalidad y utilidad de los avances en ciencia y tecnología comienza a influir en la vida de las personas orientando creencias y decisiones en cada una de ellas. Es el mundo de lo programático, de lo cibernético, de lo logarítmico.

Entonces, ¿el humanismo está en crisis? Probablemente sí, ya que el mundo actual, nuestra sociedad de hoy, está tomando el camino de las comodidades utilitarias de los sistemas de control artificial, un control programado por el ser humano para no asumir el sentido y responsabilidad de su propia vida.

Las máquinas están hechas para funcionar, no para dar sentido a nuestra vida. La función de la inteligencia humana es la de darle un sentido a la vida. Si nuestra sociedad es una sociedad de renuncia al sentido individual que cada uno de nosotros debe tener, pues sí, estamos definitivamente ante una crisis del humanismo.

Las máquinas funcionan o no funcionan, son útiles o son inútiles; al final de cuentas no son sino cosas diseñadas para que respondan a un comando. Los seres humanos somos libres para pensar y decidir, para diseñar un proyecto de nuestra propia vida; no somos cosas.

Los seres humanos no somos instrumentos. En nuestra personal subjetividad se halla nuestra dignidad. Es en nuestra subjetividad, en nuestra consciencia, en donde hallamos la base de lo humano. El humanismo debe hacernos voltear de nuevo hacia esa consciencia.

Creo que lo más indignante no es que alguien nos trate como cosas, sino que las cosas creadas por alguien nos vuelvan sus esclavos. Nos volvimos esclavos de los artefactos, los cuales nos levantan, nos preparan, nos ponen en marcha, nos hacen producir. Es decir, nuestra vida está pautada por las cosas, las cuales nos usan más que nosotros a ellas.

El humanismo está en crisis y es momento para reflexionar en ello. Tenemos que hacerlo para retomar el sentido de nuestra existencia, para reestablecer valores y encontrarnos en una solidaridad humana que nos permita el encuentro físico e intelectual para buscar fortalecer nuestra libertad.

Los artefactos son útiles, ni dudarlo; pero no deberían hacernos adictos a ellos. Usemos los artefactos, pero no dejemos que los artefactos nos usen, nos dominen. Si queremos recuperar algo del humanismo, debemos entender que lo que más importa son las personas, no sus cosas.


Es frecuente escuchar a alguien decir que “el humanismo está en crisis”. El avance del conocimiento en las ciencias y el surgimiento de la llamada “Inteligencia Artificial” predisponen a las personas a emitir ese juicio.

La atención en lo propiamente humano parece que no está al día. Las preocupaciones y estudios científicos y tecnológicos están enfocadas en lo técnico y lo tecnológico, mientras que el interés por lo humano se ha ido dejando de lado.

La ciencia ficción se ha encargado de entregarnos escenarios distópicos en los cuales los seres humanos se vuelven víctimas de sus propios logros científicos-tecnológicos. En esas realidades imaginadas las personas luchan por sobrevivir en un mundo dominado por lo no-humano.

Y en la realidad, estamos atestiguando cómo la funcionalidad y utilidad de los avances en ciencia y tecnología comienza a influir en la vida de las personas orientando creencias y decisiones en cada una de ellas. Es el mundo de lo programático, de lo cibernético, de lo logarítmico.

Entonces, ¿el humanismo está en crisis? Probablemente sí, ya que el mundo actual, nuestra sociedad de hoy, está tomando el camino de las comodidades utilitarias de los sistemas de control artificial, un control programado por el ser humano para no asumir el sentido y responsabilidad de su propia vida.

Las máquinas están hechas para funcionar, no para dar sentido a nuestra vida. La función de la inteligencia humana es la de darle un sentido a la vida. Si nuestra sociedad es una sociedad de renuncia al sentido individual que cada uno de nosotros debe tener, pues sí, estamos definitivamente ante una crisis del humanismo.

Las máquinas funcionan o no funcionan, son útiles o son inútiles; al final de cuentas no son sino cosas diseñadas para que respondan a un comando. Los seres humanos somos libres para pensar y decidir, para diseñar un proyecto de nuestra propia vida; no somos cosas.

Los seres humanos no somos instrumentos. En nuestra personal subjetividad se halla nuestra dignidad. Es en nuestra subjetividad, en nuestra consciencia, en donde hallamos la base de lo humano. El humanismo debe hacernos voltear de nuevo hacia esa consciencia.

Creo que lo más indignante no es que alguien nos trate como cosas, sino que las cosas creadas por alguien nos vuelvan sus esclavos. Nos volvimos esclavos de los artefactos, los cuales nos levantan, nos preparan, nos ponen en marcha, nos hacen producir. Es decir, nuestra vida está pautada por las cosas, las cuales nos usan más que nosotros a ellas.

El humanismo está en crisis y es momento para reflexionar en ello. Tenemos que hacerlo para retomar el sentido de nuestra existencia, para reestablecer valores y encontrarnos en una solidaridad humana que nos permita el encuentro físico e intelectual para buscar fortalecer nuestra libertad.

Los artefactos son útiles, ni dudarlo; pero no deberían hacernos adictos a ellos. Usemos los artefactos, pero no dejemos que los artefactos nos usen, nos dominen. Si queremos recuperar algo del humanismo, debemos entender que lo que más importa son las personas, no sus cosas.