César M. Fernández
Los gobernantes frecuentemente olvidan su paso a la historia; creen que la grandeza de sus acuerdos y fricciones tiene repercusiones solo durante el periodo que ostentan el poder, pero la realidad es que todos debemos enfrentar el juicio de la historia.
El juicio histórico fomenta un sentido de responsabilidad y participación activa entre los ciudadanos. Cuando el pueblo evalúa y reflexiona sobre el pasado, se siente empoderado para cuestionar las decisiones políticas actuales y exigir rendición de cuentas a sus líderes. Esto genera un ambiente de mayor transparencia en la política, ya que los gobernantes son conscientes de que su legado será examinado y juzgado por el pueblo sabio.
Como casos excepcionalmente notables tenemos a los ex presidentes lejanamente emparentados Porfirio Díaz Moctezuma y Gustavo Díaz Ordaz. Porfirio Díaz, quien es odiado por muchos y amado por pocos, fue un dictador que se mantuvo más de tres décadas en el poder, suscitando una revolución que cobró la vida de miles. Ese tema lo conocemos bien. Y aunque pareciera lejano, recientemente, en un ejercicio histórico-democrático, el presidente Andrés Manuel López Obrador abogó por la repatriación de los restos del antiguo dictador. Aunque algunos mexicanos argumentan que Díaz "benefició" a México, la realidad es que la mayoría de los mexicanos sabemos que esos beneficios solo favorecieron a una pequeña élite burguesa. La posible repatriación de sus restos provocó un intenso debate, y aunque ha pasado más de un siglo desde su exilio, el pueblo mexicano no está listo para otorgar su indulto histórico, y quizá nunca lo esté.
Un tema sensible, aún medianamente lejano, es la masacre de Tlatelolco, gestada por Gustavo Díaz Ordaz, quien gobernó México de 1964 a 1970. Al final de su sexenio, aceptó una entrevista con Ernesto Sodi Pallares, quien le preguntó si temía al juicio histórico. Díaz Ordaz le respondió:
“No, doctor, estoy totalmente tranquilo con mi conciencia. Estoy totalmente tranquilo conmigo mismo, qué es lo más importante. El juicio de la historia lo espero con toda serenidad y confianza. No temo ni siquiera el juicio de mis contemporáneos. Sé que los mexicanos saben que en mi actuación ha habido aciertos y errores, pero que los errores han sido involuntarios.”
Aunque Gustavo Díaz Ordaz intentó justificar sus acciones ante la opinión pública, la certeza de su equivocación y el cinismo que lo caracterizaba lo acompañaría hasta su muerte, consciente de la historia y de su propio lugar en ella.
La lista negra de exmandatarios mexicanos es abundante, marcada por actos de represión, corrupción o abusos de poder. Pero en estos dos casos en particular, el pueblo de México recurrirá siempre al expediente histórico para recordarlos. El pueblo mexicano ha demostrado, a lo largo del tiempo, que ni perdona ni olvida las ofensas y traiciones de aquellos que han gobernado.
El presidente Andrés Manuel López Obrador parece estar muy consciente de ello, tanto que ha sido el mandatario mexicano que más ha enfatizado la importancia de la historia en su discurso político. Ha utilizado temas históricos para contextualizar sus políticas y reforzar su narrativa sobre la justicia social, así como para exponer casos de corrupción de sus adversarios políticos.
La Historia como Herramienta Política
López Obrador ha hecho de la historia un pilar de su discurso. Su alusión a eventos trascendentales ha permitido no solo una mejor comprensión del presente, sino también un llamado a la reflexión sobre el pasado desde su cátedra cada mañana en Palacio Nacional, donde destaca la riqueza cultural de las civilizaciones prehispánicas, promoviendo el orgullo nacional y el reconocimiento de las raíces indígenas, resaltando también la desigualdad histórica que enfrentan estas comunidades. También advierte sobre los peligros de períodos oscuros como el virreinato, el Segundo Imperio, el porfiriato y el prianato.
Juicio Histórico y Educación Ciudadana
Uno de los aspectos más críticos del discurso de AMLO es su constante llamado a los ciudadanos a ejercer su juicio histórico. Al centrar su narrativa en la historia, busca que el pueblo no solo recuerde su pasado, sino que también lo comprenda, para que pueda evaluar las decisiones de sus gobernantes y tener una participación activa en la política.
Conclusión
Andrés Manuel López Obrador ha capitalizado su discurso político en la historia de México, utilizándola como una herramienta para conectar con el pueblo, justificar sus políticas y fomentar un sentido de identidad y orgullo nacional. Su enfoque en los eventos históricos no es sólo retórico, sino que invita a la reflexión sobre el papel de la historia en la construcción del futuro del país. A través de su mandato, se observa un esfuerzo por empoderar al pueblo en su entendimiento y juicio sobre el pasado, promoviendo así una ciudadanía más informada y participativa.