Todos nos sentimos despiertos, vamos venimos, hacemos dejamos de hacer y sobre todo a cada paso que damos defendemos las verdades que nos inculcaron. Y yo pregunto ¿Quién tiene la verdad absoluta? ¿Quién puede asegurar que la tiene?
Se dice que una de las bondades más grandes, sino es que la más grande hacia uno mismo es cuestionarse sus verdades. ¿Quién nos enseñó esto o aquello? ¿Por qué lo creemos sin cuestionarlo? ¿Por qué cuesta tanto trabajo desechar una creencia?
Vivimos en un mundo de transformación, el planeta ha cambiado y seguirá cambiando y sus habitantes también, ha habido extinciones y cambios para la adaptación de nuevas maneras de sobrevivir y permanecer. Esta vida está cargada de llamados al cambio, pero ¿Por qué nos resistimos a adoptar nuevas maneras?
Cuando somos niños estamos abiertos a recibir lo que nos enseñan los adultos, pero llegamos a la adolescencia con preguntas, un despertar que puede impulsarnos a la rebeldía ante las incongruencias, un pestañeo en otra dirección que llama, o simplemente experimentar un lapso de reto que dejamos cuando nos rendimos ante las condiciones de una sociedad obstinada que exige una marcha a un mismo son.
Para otros la rebeldía llega más tarde, cuando después de llevar una vida “Incómoda” el adulto despierta ante una realidad que le escogieron y aceptó en el momento, su esencia le reclama y se rescata ante el asombro de los demás, porque la vibración de un caminar diferente incomoda, cuestiona, a aquellos que quieren seguir dormidos.
En mi experiencia puedo verme atrapada en verdades que me torturaban ¡Esto es lo que tiene que ser! ¡Esta verdad la tengo que poner en práctica para llegar a ser lo que “debo” de ser! ¡Alcanzar el ideal que me enseñaron! Hasta que un día desperté en ciertos aspectos, porque sin duda me faltan más despertares, pero los que tuve fueron suficientes para alcanzar paz y libertad.
Cada cual recibimos la información de diferente manera y tomamos aspectos de esa educación con más o menos fuerza, para mí la religión me enseñó un Dios castigador y lejano, una entidad que observaba toda mi vida y la juzgaba, y hoy se que Dios está en mí y su amor no tiene juicios, me dio la oportunidad de vivir y aquí estoy aprendiendo en la maravilla de ser y seguir abierta al cambio.
Una frase que me encanta cuando la encontré y me encontró es: el juicio final es el final del juicio. El día que dejamos de juzgar termina el infierno en esta tierra, pero ¿Podemos dejar de hacerlo? ¡Es lo que aprendimos desde pequeños! En mi caso ya el solo estar consciente de ello, me invita a rectificar para volver a intentar no juzgar.
Querer cambiar a alguien es la violencia más brutal, y una guerra perdida desde el inicio ¡Nadie cambia! Solo el mismo individuo decide si lo hace o no, por su convicción propia.
Despertar, que maravilloso es poder ver desde una nueva visión lo que hemos vivido, lo que vivimos, desechar viejas ideas y transformarnos. ¿Podrás renunciar a tu verdad, renunciar a tener la razón? Porque en el momento que renuncias experimentas un despertar.
Agradezco a las personas despiertas, que me han tocado el hombro para que despierte y voltee en otra dirección.
ROBERTA CORTAZAR B.