En la historia de las organizaciones, hemos sido testigos de una evolución significativa en la valoración de los activos. Durante gran parte del siglo pasado, los activos tangibles como maquinarias, edificios e inventarios eran considerados los principales indicadores de la riqueza y el éxito de una empresa. Sin embargo, a medida que nos adentramos en este siglo, hemos entrado en la "época del valor de los intangibles", donde elementos como la marca, la propiedad intelectual, el capital humano y la cultura organizacional han ganado una relevancia sin precedentes.
La valoración de los intangibles comenzó a conocerse más con el auge de la economía del conocimiento y la innovación tecnológica. En la década de 1980, se empezaron a reconocer las ventajas competitivas derivadas de activos intangibles. Empresas de tecnología demostraron que la propiedad intelectual y la innovación podían superar en valor a los activos físicos. Este cambio paradigmático se consolidó en la década de 1990 con la llegada de la era digital, donde las plataformas tecnológicas y el capital humano especializado se convirtieron en los nuevos motores del crecimiento económico.
En la actualidad, los intangibles representan una parte significativa del valor total de las organizaciones. Según estudios recientes, hasta el 80% del valor de mercado de las empresas en los índices bursátiles proviene de activos intangibles. Este cambio refleja cómo las empresas innovadoras y basadas en el conocimiento están redefiniendo el éxito empresarial. La propiedad intelectual, la lealtad de los clientes, las patentes y las marcas registradas son ahora cruciales para la sostenibilidad a largo plazo.
La importancia de los intangibles sigue creciendo, impulsada por varias tendencias clave. La digitalización y la globalización están permitiendo que las empresas escalen sus operaciones y accedan a nuevos mercados con una rapidez nunca vista. Además, la inversión en capital humano a través de la formación y el desarrollo de competencias se ha convertido en un imperativo estratégico. La cultura organizacional también está en el centro de atención, ya que una cultura fuerte puede atraer y retener talento, fomentar la innovación y mejorar la productividad.
A pesar de los avances tecnológicos, el factor humano sigue siendo el céntro de las organizaciones. Los trabajadores son los creadores de la propiedad intelectual, los innovadores y los embajadores de la cultura organizacional. Las empresas que reconocen y valoran el potencial de su capital humano están mejor posicionadas para adaptarse y prosperar en un entorno empresarial dinámico. Invertir en el bienestar, la capacitación y el desarrollo profesional de los empleados no solo mejora su desempeño, sino que también fortalece la resiliencia y la agilidad de la organización.
La época del valor de los intangibles marca un punto de inflexión en la manera en que las organizaciones valoran y gestionan sus activos. La historia ha demostrado que los intangibles, aunque difíciles de cuantificar, son fundamentales para el éxito y la sostenibilidad a largo plazo. En un mundo donde la innovación y el conocimiento son primordiales, el factor humano permanece en el centro, impulsando la creatividad y la competitividad de las organizaciones. Las empresas que logran equilibrar la inversión en intangibles con una sólida estrategia de gestión del capital humano están destinadas a liderar en esta nueva era.