La más reciente película de la talentosa actriz, guionista y realizadora francesa Maïwenn, La favorita del rey (Jeanne du Barry, Francia-RU-Bélgica, 2023), gira en torno a la famosa Jeanne du Barry. Hija ilegítima de un religioso con una cocinera, se convertiría en el codiciado instrumento de ascenso de su esposo y proxeneta, a quien no le importó casarse con ella para acceder al círculo más cercano de Luis XV. De un ascenso señalado a un ostracismo condenatorio, Jeanne vivirá cuatro años de felicidad y amor plenos con el rey, interrumpidos trágicamente por un contagio de viruela y el consecuente deceso del monarca, por el inmediato ascenso de Luis XVI (“El rey ha muerto; Viva el Rey”) y la inminente reclusión de ella en un convento-cárcel, y por el advenimiento de una Revolución francesa (con sus propios claroscuros y excesos, como toda revolución) que no dejará títere alguno con cabeza.
La película de Maïwenn nos ofrece una crónica detallada y hasta con sentido del humor de estos ascenso y descenso, del personaje y sus circunstancias, de la intimidad de una corte plagada de ruidosos excesos, que a través de los ojos audaces y pícaros de la hermosa e inteligente cortesana ––la misma Maïween, espíritu del proyecto–– se exhibe más vulnerable en sus ridículos y avejentados usos y costumbres, tras el arribo de un nuevo mundo que le terminará cercenando inexorablemente la cabeza. Ella misma contrasta, con su gracia y su talento, con su vivacidad verbal y su sencillez, con su capacidad de innovación en la moda y en su atropello de protocolos extravagantes, con ese universo envejecido que se resiste a morir, si bien hay claros atisbos de que le ha llegado ya su hora. La favoritra del rey nos recuerda en su estética la ya clásica Barry Lindon de Kubrick, y la Marie Antoinette de Sofia Coppola en su tono juguetón y desenfadado para contar la histroia de dos personajes igualmente contrastantes y desgraciados, a la vez enemigos y cómplices dentro de una corte donde la propia figura meramente decorativa del rey responde ya solo a las exigencias de una sociedad decadente y reacia a los cambios.
Con un extraordinario reparto encabezado por la propia Maïween como Jeanne du Barry y el camaleónico Johnny Depp que regresa a la pantalla después de un largo y engorroso proceso de separación, y a quienes muy bien secundan Pauline Pollmann, Diego Le Fur, Loli Bahhia, Benjamin Lavernhe, Pierre Richard y Scotty Bernard, entre otros espléndidos actores, esta multinacional gran producción evidencia que muy bien se puede confeccionar una cinta a la vez inteligente y taquillera, ingeniosa y divertida, gozosamente provocadora y exitosa. Con el mismo Palacio de Versalles como escenario, Maïwenn ha contado con todos los recursos necesarios para la realización de una gran puesta donde prácticmante todos los rubros artísticos deslumbran por su creatividad y su buen gusto, por un uso bien dosificado e inteligente de una inversión multinacional que no escatimó en nada y echó toda la carne al asador, con el propio Salón de los Espejos donde la realizadora logró filmar la más que vistosa y protagónica larga escena de la presentación de la hermosa y audaz joven cortesana que se sabe fue la mujer que más amó Luis XV (más, inclusive, que a Madame de Pompadour), con todo lo que ello implicó de ir en contra de lo establecido y contravenir las reglas dentro un mundo cortesano a la vez conservador y frívolo.