Un convenio de colaboración es un acuerdo formal entre dos o más partes, diseñado para trabajar en conjunto hacia objetivos compartidos. Estos acuerdos definen compromisos, recursos y responsabilidades que generan beneficios en áreas como educación, tecnología, negocios o impacto social. La verdad de los acuerdos radica en la recepción del discurso implícito entre instituciones y ciencia. Sin embargo, ¿qué sucede cuando acuerdos diseñados para generar bienestar son opacados por titulares sensacionalistas?
En un panorama mediático donde las líneas editoriales politizadas a menudo priorizan lo negativo, los convenios se ven empañados por la desinformación. Este fenómeno no solo desvía la atención de los beneficios tangibles de los acuerdos, sino que también daña la percepción pública y, con ello, su impacto. Aunque no todos los convenios son perfectos, su objetivo principal es beneficiar a las personas a través de la capacitación, acceso a recursos o infraestructura. Todo esto es parte de un esfuerzo que merece ser evaluado con objetividad.
La desinformación, alimentada por intereses políticos, suele destacar errores o supuestas controversias sobre los convenios, dejando en segundo plano sus logros. En lugar de resaltar los beneficios de un programa, algunas narrativas se enfocan en criticarlo, incluso a través de cifras falsas o especulaciones infundadas. Esto afecta directamente la confianza pública en las instituciones y obstaculiza la ejecución de proyectos.
Un ejemplo del año 2024, fue cuando se anunció el convenio entre Chihuahua y Taiwán. Con el objetivo de capacitar a 20 ingenieros del estado en áreas como semiconductores, electromovilidad y automatización, entre otras. Esfuerzo colaborativo opacado por rumores de presupuestos inflados y datos erróneos sobre el número de participantes. Este enfoque desinformativo minimizó el impacto positivo del programa, desviando la atención del beneficio directo que traería a las comunidades involucradas.
Los convenios como el mencionado antes, tienen beneficios significativos para la sociedad, en conocimientos técnicos avanzados y además de prepararlos cultural y lingüísticamente, los egresados comparten su aprendizaje con otros, fortaleciendo la educación y la fuerza laboral local. Asimismo, las certificaciones posicionan a los participantes como profesionales altamente competitivos a nivel global. Pese a las áreas de mejora que puedan existir, estos resultados son una muestra de que la colaboración entre instituciones genera un impacto positivo y sostenible.
El convenio Chihuahua-Taiwán, tiene como objetivo fortalecer el desarrollo económico mediante la creación de una fuerza laboral especializada. Sin embargo, en lugar de centrarse en este beneficio, algunas voces mediáticas difundieron cifras infladas sobre los costos del programa y cuestionan su viabilidad. Aquí la verdad se somete a una incitación económica y política, así como un sometimiento de la difusión y el consumo de mejoras en capacitación, habilidades y conocimientos; volviendo el convenio un “debate político y enfrentamiento social e ideológico.” (Foucault, 2020, pp. 42-43). Este tipo de desinformación afecta la percepción pública del acuerdo, generando rechazo social hacia un proyecto que busca consolidar a Chihuahua como líder en innovación tecnológica.
Los convenios representan una oportunidad para transformar, pero requieren un análisis objetivo que vaya más allá de las narrativas mediáticas. Aunque ningún acuerdo es perfecto, su impacto social positivo merece ser reconocido.
Si seguimos permitiendo que las narrativas políticas dominen la conversación, no solo perderemos informar fehacientemente sobre los objetivos de los convenios, sino también las oportunidades que construyen un mejor futuro. Es responsabilidad de la sociedad exigir transparencia y ver más allá de los titulares sensacionalistas para valorar los esfuerzos que promueven el desarrollo y bienestar colectivo.
Diana Sarahí Acosta - Ex becaria de la Embajada de Estados Unidos en México