Al igual que Nina Tassler, creo que es nuestra responsabilidad estar atentos al discurso público. Hay mucho ruido y nuestra responsabilidad es captar los temas y las cuestiones que se plantean en toda la sociedad.
Convencida de eso, es que escuché atentamente el último discurso masivo de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México. Un discurso que, sin duda alguna, es particularmente relevante.
Y es que, como bien lo narra Carlos Montesinos, el domingo pasado, teniendo el Zócalo de la Ciudad de México como escenario por última vez antes de su retiro, el presidente López Obrador puso fin a uno de los rituales que han formado su trayectoria política. Así, AMLO se despidió del Zócalo de la Ciudad de México, lugar donde fue opositor y después mandamás.
Sí, es cierto que no es la última vez que López Obrador vaya a llenar el Zócalo porque todavía le falta dar el último Grito de Independencia y que, además, todavía le queda casi un mes para seguir aprovechando otros eventos y “las mañaneras” para seguir haciendo de las suyas, el discurso que dio el domingo pasado es, sin duda alguna, el último que dará en el Zócalo en forma de mitin político y con un papel completamente protagónico.
“Hoy rindo ante ustedes y ante el pueblo y la nación mi último informe de gobierno”, dijo López Obrador, pero, como era de esperarse, no se trató en realidad de un informe sino de un discurso más al puro estilo AMLO.
Así es. El último discurso masivo de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México fue más un acto de autocomplacencia narcisista, que un informe al pueblo. Lo que pueblo “bueno y sabio” en realidad fue a escuchar al Zócalo es el ya tradicional discurso populista de AMLO en uno más de sus mítines para su autocomplacencia.
Que se siente muy orgulloso de lo que ha hecho y de poder informar que él y su autoproclamado gobierno de la Cuarta Transformación han sentado las bases de la transformación que necesitaba el país, dijo López Obrador, pero lo cierto es que esa transformación no la necesitaba el país sino él y su nueva mafia del poder.
El caso es que, como era de esperarse, el último discurso masivo de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México fue como suelen ser sus discursos; es decir, un discurso de poder marcado por la demagogia, el populismo y el mesianismo que desde hace bastante tiempo caracterizan a AMLO.
Y por supuesto que, como también era de esperarse, el último discurso masivo de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México fue desinformativo, polarizador y autoritario. Nada nuevo, pues, pero pone en relieve que AMLO nunca estuvo a la altura de la investidura presidencial.
A modo de reflexión sumativa retrospectiva y prospectiva, finalizo citando lo dicho alguna vez por el abogado, comentarista político, escritor y ex político inglés, David Gauke: La disposición de los políticos a decir lo que creen que el público quiere oír, y la disposición de grandes sectores del público a creer lo que les dicen los políticos populistas, ha llevado a un deterioro de nuestro discurso público.
Al igual que Nina Tassler, creo que es nuestra responsabilidad estar atentos al discurso público. Hay mucho ruido y nuestra responsabilidad es captar los temas y las cuestiones que se plantean en toda la sociedad.
Convencida de eso, es que escuché atentamente el último discurso masivo de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México. Un discurso que, sin duda alguna, es particularmente relevante.
Y es que, como bien lo narra Carlos Montesinos, el domingo pasado, teniendo el Zócalo de la Ciudad de México como escenario por última vez antes de su retiro, el presidente López Obrador puso fin a uno de los rituales que han formado su trayectoria política. Así, AMLO se despidió del Zócalo de la Ciudad de México, lugar donde fue opositor y después mandamás.
Sí, es cierto que no es la última vez que López Obrador vaya a llenar el Zócalo porque todavía le falta dar el último Grito de Independencia y que, además, todavía le queda casi un mes para seguir aprovechando otros eventos y “las mañaneras” para seguir haciendo de las suyas, el discurso que dio el domingo pasado es, sin duda alguna, el último que dará en el Zócalo en forma de mitin político y con un papel completamente protagónico.
“Hoy rindo ante ustedes y ante el pueblo y la nación mi último informe de gobierno”, dijo López Obrador, pero, como era de esperarse, no se trató en realidad de un informe sino de un discurso más al puro estilo AMLO.
Así es. El último discurso masivo de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México fue más un acto de autocomplacencia narcisista, que un informe al pueblo. Lo que pueblo “bueno y sabio” en realidad fue a escuchar al Zócalo es el ya tradicional discurso populista de AMLO en uno más de sus mítines para su autocomplacencia.
Que se siente muy orgulloso de lo que ha hecho y de poder informar que él y su autoproclamado gobierno de la Cuarta Transformación han sentado las bases de la transformación que necesitaba el país, dijo López Obrador, pero lo cierto es que esa transformación no la necesitaba el país sino él y su nueva mafia del poder.
El caso es que, como era de esperarse, el último discurso masivo de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México fue como suelen ser sus discursos; es decir, un discurso de poder marcado por la demagogia, el populismo y el mesianismo que desde hace bastante tiempo caracterizan a AMLO.
Y por supuesto que, como también era de esperarse, el último discurso masivo de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México fue desinformativo, polarizador y autoritario. Nada nuevo, pues, pero pone en relieve que AMLO nunca estuvo a la altura de la investidura presidencial.
A modo de reflexión sumativa retrospectiva y prospectiva, finalizo citando lo dicho alguna vez por el abogado, comentarista político, escritor y ex político inglés, David Gauke: La disposición de los políticos a decir lo que creen que el público quiere oír, y la disposición de grandes sectores del público a creer lo que les dicen los políticos populistas, ha llevado a un deterioro de nuestro discurso público.