Parece que el analfabetismo ya no es un problema grave, ni urgente de atender, y ni siquiera algo que recordar. Así parece porque el pasado 8 de septiembre se conmemoró el Día Internacional de la Alfabetización, y prácticamente pasó inadvertido.
Que haya pasado inadvertido dice mucho de la importancia que se le está dando a un problema que, en pleno siglo XXI, todavía es actual y, por ende, un desafío a superar lo más pronto posible.
Pareciera, pues, que en el mudo no existen 250 millones de niños que no han adquirido las competencias básicas en lectoescritura, que no existen 754 millones de jóvenes y adultos no alfabetizados, y que no existen varios millones más con bajos niveles de alfabetismo.
Sí, es cierto que la UNESCO dice que el mundo ha logrado un importante avance en alfabetización, refiriendo que hace 50 años, casi una cuarta parte de los jóvenes carecía de habilidades básicas de alfabetización en comparación con menos del 8% en 2021. El problema es que durante los últimos casi 8 años la tasa mundial de alfabetismo avanzó a un ritmo extremadamente lento.
Según datos de la UNESCO, entre 2016 y 2023, la tasa global de alfabetización de jóvenes y adultos para la población de más de 15 años ha aumentado solo en un punto porcentual, del 86% al 87%; y tan solo en el 2023 al menos uno de cada diez jóvenes y adultos aún carecía de habilidades básicas de alfabetización.
Eso, aunado a que actualmente millones de niños luchan por adquirir niveles mínimos de competencia en lectura, escritura y aritmética, que unos 250 millones de niños entre 6 y 18 años no asisten a la escuela, y que el 40% de la población mundial carece de acceso a la enseñanza en una lengua que hable o entienda, explica por qué el analfabetismo es un problema real, actual y preocupante.
Además, que de los 754 millones de jóvenes y adultos no alfabetizados que actualmente existen en el mundo, 63% sean mujeres, proporción que se ha mantenido sin cambios en las últimas décadas, evidencia que persisten las desigualdades de género, reafirmando por qué el analfabetismo es un problema real, actual y preocupante.
El asunto es que las cifras del analfabetismo indican que se trata de un problema grave, urgente de atender y, por lo tanto, algo para recordar y no olvidar. Y es precisamente por eso que resulta mucho más grave y preocupante el hecho de que el Día Internacional de la Alfabetización 2024 -con todo lo que significa e implica- haya pasado prácticamente inadvertido; es decir, porque refleja la falta de interés en la problemática y, peor aún, la falta de voluntad y compromiso de quienes tienen la responsabilidad directa resolverla.
A modo de comentario sumativo, concluyo parafraseando lo dicho alguna vez por el escritor estadounidense, Chris Pavone: Me preocupa, como supongo que debería ocurrirle a toda la gente de mediana edad, el nivel de alfabetización de las nuevas generaciones.
Parece que el analfabetismo ya no es un problema grave, ni urgente de atender, y ni siquiera algo que recordar. Así parece porque el pasado 8 de septiembre se conmemoró el Día Internacional de la Alfabetización, y prácticamente pasó inadvertido.
Que haya pasado inadvertido dice mucho de la importancia que se le está dando a un problema que, en pleno siglo XXI, todavía es actual y, por ende, un desafío a superar lo más pronto posible.
Pareciera, pues, que en el mudo no existen 250 millones de niños que no han adquirido las competencias básicas en lectoescritura, que no existen 754 millones de jóvenes y adultos no alfabetizados, y que no existen varios millones más con bajos niveles de alfabetismo.
Sí, es cierto que la UNESCO dice que el mundo ha logrado un importante avance en alfabetización, refiriendo que hace 50 años, casi una cuarta parte de los jóvenes carecía de habilidades básicas de alfabetización en comparación con menos del 8% en 2021. El problema es que durante los últimos casi 8 años la tasa mundial de alfabetismo avanzó a un ritmo extremadamente lento.
Según datos de la UNESCO, entre 2016 y 2023, la tasa global de alfabetización de jóvenes y adultos para la población de más de 15 años ha aumentado solo en un punto porcentual, del 86% al 87%; y tan solo en el 2023 al menos uno de cada diez jóvenes y adultos aún carecía de habilidades básicas de alfabetización.
Eso, aunado a que actualmente millones de niños luchan por adquirir niveles mínimos de competencia en lectura, escritura y aritmética, que unos 250 millones de niños entre 6 y 18 años no asisten a la escuela, y que el 40% de la población mundial carece de acceso a la enseñanza en una lengua que hable o entienda, explica por qué el analfabetismo es un problema real, actual y preocupante.
Además, que de los 754 millones de jóvenes y adultos no alfabetizados que actualmente existen en el mundo, 63% sean mujeres, proporción que se ha mantenido sin cambios en las últimas décadas, evidencia que persisten las desigualdades de género, reafirmando por qué el analfabetismo es un problema real, actual y preocupante.
El asunto es que las cifras del analfabetismo indican que se trata de un problema grave, urgente de atender y, por lo tanto, algo para recordar y no olvidar. Y es precisamente por eso que resulta mucho más grave y preocupante el hecho de que el Día Internacional de la Alfabetización 2024 -con todo lo que significa e implica- haya pasado prácticamente inadvertido; es decir, porque refleja la falta de interés en la problemática y, peor aún, la falta de voluntad y compromiso de quienes tienen la responsabilidad directa resolverla.
A modo de comentario sumativo, concluyo parafraseando lo dicho alguna vez por el escritor estadounidense, Chris Pavone: Me preocupa, como supongo que debería ocurrirle a toda la gente de mediana edad, el nivel de alfabetización de las nuevas generaciones.