Si los millones que se gastan en promover la imagen de quienes gobiernan el estado y el municipio se invirtieran en mejorar la imagen y la infraestructura urbana de la capital, seríamos una ciudad primermundista.
Pero no, a cual más descuidado, a cual más irresponsable, diferentes instituciones gubernamentales o supuestamente autónomas han optado por la inercia, el descuido, el deterioro, pero eso sí, con todo el cuidado posible para próximas candidaturas y actuales negocios.
Comencemos por la Junta Municipal de Aguas y Saneamiento (JMAS). Por pura curiosidad el otro día me puse a contar, fotografiar y georreferenciar los agujeros que tiene perforados tan sólo en el trayecto de la colonia San Felipe a Cordilleras. Un total de siete excavaciones, tres de ellas a menos de 500 metros de la casa del escribiente, que van para dos meses abiertas y con señalamientos precarios. Incluso en una de ellas alguien aprovechó el montón de tierra extraída para arrojar basura, como carcasas de tele, ollas despostilladas, etc. De nada han valido las reiteradas llamadas a la JMAS para que le digan a sus trabajadores o a las empresas subcontratadas -que las ha de haber, y a muy buen billete- que terminen y tapen rápido los zanjonones, no vaya a ser que empiecen a salir de ahí chinos indocumentados.
El gobierno del estado también pone muchos granos de arena. Baste por lo pronto darse una vuelta por dos deportivas: la vieja Ciudad Deportiva y la Deportiva Sur. He recibido múltiples quejas de atribulados caminadores y paseantes que hacen bilis en sus recorridos mañaneros. Árboles muertos, enfermos, maltratados, canchas de tenis deterioradas, encharcadas a pesar de la sequía, espacios sucios, reforestaciones fantasmas. Privatizaciones de espacios públicos, changarros, que han hecho un desastre de lo que fue la gran obra del gobernador Foglio Miramontes, tres cuartos de siglo ha. Lo mismo en la deportiva sur, descuido de la arborización, falta de mantenimiento a lo que algún día fue “centro acuático” y ahora es un estanque maloliente que ni los pichicuates se atreven a habitar. Dicen que los viajes ilustran, pero no se nota que las visitas continuas a las Bahamas, a Nueva York, a Washington hayan ilustrado sobre lo que es tener áreas públicas limpias, amplias, arboladas, cuidadas.
El gobierno municipal no podía quedarse atrás. Tal vez sus planes para 2027 o las críticas a los adversarios políticos de su jefa, no le dan tiempo al alcalde para hacer un recorrido donde los fraccionadores consentidos no han puesto ni la mano ni el pie. El Parque Lerdo, que alguna vez fue la orgullosa alameda de la ciudad, ahora parece que lo plantaron los manzaneros con árboles enanos, no se diga el Parque Urueta que, de tan triste que se mira, parece que está volviendo a ser cementerio. Basura en las calles, carros chatarra, talleres junto a conjuntos habitacionales, que seguramente no tienen cambio de uso de suelo. En este caso, tampoco han tenido éxito las reiteradas llamadas a los números de queja del ayuntamiento, las habrán puesto nomás para que los exhaustos usuarios de la ciudad se desahoguen.
Hasta la supuestamente autónoma UACH pone su cuota en el deterioro. El nuevo campus está prematuramente avejentado. Fuera de una pequeña área arbolada en torno a las facultades, lo demás es el espacio del descuido y del deterioro. El cemento de las canchas lleno de hierba, instalaciones caídas o cayéndose. Cementerios de muebles viejos. La gran obra escultural de Luis Y. Aragón, relegada, sin ningún reconocimiento o inscripción relativa, La “rotonda” de las personas ilustres, resquebrajada. Y para colmo, ese gran monumento a la desidia: el supuesto centro de convenciones y congresos parado, a medio terminar. Seguramente está jugando competencias con la Torre Centinela a ver cuál se lleva más tiempo en no construirse.
Pero quienes gobiernan sólo para fraccionadores y constructores, ni sudan ni se acongojan: para ellos, fuera de Distrito Uno, todo es igual.
Doctor en Ciencias Sociales. Consultor independiente.