Por Alex Batista
Gómez Morín reiteraba que el compromiso para resolver los problemas de México debía ser permanente: “No lucha de un día, sino brega de eternidad”.
Cansado de las problemáticas y desigualdades que se perpetúan a lo largo de los años sin cambios significativos, el fundador del PAN decidió tomar un rumbo distinto y construir un nuevo acervo de ideas.
Creía que este proyecto debía ser liderado por una nueva generación eje de cambio, consciente de que, “tras la temible sacudida que el movimiento produce, sólo queden ruinas y rencor, o se creen una organización y un patrimonio nuevos y mejores”.
Las luchas de los millones de mexicanos que nos precedieron en la búsqueda de un México mejor nos han traído hasta aquí. Más allá de los aciertos y errores, el PAN, tras 85 años de historia, comienza un nuevo capítulo con su nuevo dirigente: Jorge Romero.
Frente a una realidad política compleja, dominada por la posverdad y por un oficialismo que ni atiende ni entiende, el PAN, bajo la dirigencia de Romero, está obligado a reinventarse si realmente busca representar y resolver las necesidades más apremiantes del país.
Enfrentamos la consolidación de un sistema político dominado por un oficialismo que aspira a perpetuarse en el poder por al menos 50 años más. La narrativa de héroes y villanos que ha difundido López Obrador durante los últimos 25 años le ha permitido mantenerse en la conciencia de millones de electores, quienes siguen creyendo en su “transformación”, a pesar de los malos resultados en seguridad, salud, economía y educación.
Esta narrativa nos ha puesto de cabeza como oposición. Siendo reactivos de las declaraciones expresadas desde una “mañanera”, envés de proponer un proyecto de nación propio.
Un proyecto que debe de reconocer la falta de calles por recorrer, las familias por convencer, los simpatizantes por reclutar y las nuevas ideas por proponer.
La congruencia y la honestidad deben ser objetivos primordiales de esta nueva dirigencia. La desconfianza de la ciudadanía hacia la clase política y sus representantes se debe, en gran medida, a la falta de integridad que perciben en sus acciones.
Este nuevo comienzo debe basarse en la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, y no solo debe ser tarea de la dirigencia y los representantes, sino también un compromiso genuino de su estructura y militancia.
Los retos no son menores. La realidad política actual está impregnada de mentiras y populismo, no solo en México, sino en el mundo entero.
En su última columna, Juan Villoro señaló que vivimos en tiempos de post verdad, donde desde figuras como Milei quien llama al Papa “aliado de comunistas asesinos”, hasta López Obrador, que declara tener un sistema de salud “mejor que el de Dinamarca”, coexisten. Villoro resume: “Si no se debaten argumentos, la competencia favorece al más extremo”.
En un contexto donde la extrema derecha ha atraído cada vez más a algunos sectores ideológicos del PAN, la nueva dirigencia debe volver a los principios doctrinales y a las ideas fuerza, rechazando como falsa la doctrina que agrave los males de las personas y como equivocada las acciones que los causen o los mantengan, tal como aseguró Gómez Morín.
Es también fundamental reconocer la crisis de perfiles que afecta al sistema político actual, donde se asignan cargos a personas sin las capacidades mínimas de expresarse ni conectar con la gente.
El PAN debe tener como objetivo principal la formación de nuevos cuadros. Se requiere un partido que apueste por un relevo generacional que anhela la oportunidad para poder renovar las posiciones que los de siempre no quieren soltar.
En la actualidad, seguimos enfrentando muchas de las problemáticas que enfrentó Gómez Morín. Vivimos un momento crucial y una responsabilidad compartida: Reinventar al partido para convertirnos en la opción viable que las personas necesitan y construir un proyecto político que haga justicia a las millones de personas que nos antecedieron y murieron con la esperanza de que las cosas pueden cambiar.
Dejemos la queja y tomemos acción.
@alexbatista0