/ sábado 14 de septiembre de 2024

Génesis descarado de un régimen autoritario

Hay quien dice que la democracia mexicana murió el 11 de septiembre del presente año y se instauró el autoritarismo; algo tienen de razón, pero me parece la estocada final o la ojiva ya disparada, más bien creo que se trata de “Crónica de una muerte anunciada” desde las elecciones de 2028.

El pasado lunes 9 de septiembre marchaba junto con las y los alumnos de Derecho de la UACH y mi pensamiento está en el contenido de mi pancarta: “no hay democracia sin contrapesos sino es autoritarismo.” Es entonces el Poder Judicial parte del final de esa crónica, porque habría que iniciar con el INE de Taddei que avaló la sobrerrepresentación (que años antes en los tiempos de Córdova no puso un control cuando aún era posible), resolución avalada por el TEPJ, proceso por demás mancillado en la Cámara de Diputados y una Cámara de Senadores, donde todo fue posible: venderse, coaptar, amenazar, órdenes de aprehensión en el cajón y el cinismo de un autoritarismo aceptado. Negando la propia historia personal y de la militancia de izquierda ¿Cómo termina de protagonista el traidor de Miguel Ángel Yunes?

Adiós a los principios democráticos básicos, a las ideas de Montesquieu de división de poderes y donde solo el poder puede controlar al poder. Ese poder judicial que ha perdido la resistencia a las injerencias, de resolver las diferencias entre poderes, entre estos y particulares, así como de particulares entre sí. En toda democracia que se diga democrática y de derechos hay tres poderes distintos y distinguibles, que ejercen vigilancia entre ellos mismos, independientes entre sí que garantizan los pesos y contrapesos para que ninguno predomine sobre el otro ante esa tendencia a abusar del poder de la que nos advirtió hace siglos Montesquieu.

Estamos ante la aparición de instituciones con el tufo más autoritario posible como el Tribunal de disciplina judicial y el órgano administrativo el Poder Judicial, reduciéndolo a organismo dependiente del régimen, pero no de un poder al Judicial que no podrá autogobernarse, administrarse o gestionarse libremente. Despidos masivos, poco profesionalismo en impartición de justicia y ni qué decir de mejorar. El diagnóstico es errado e incompleto, necesitábamos una reforma de justicia, pero una integral como sistema que incluyera fiscalías y policías.

Ni que decir de la tómbola plenipotenciaria que entierra a la meritocracia e incluso introduce el voto indirecto en nuestro país, lejos estamos de la votación directa de la ciudadanía, cuando vamos a decidir sobre lo que decidió Morena que podemos votar previa tómbola. Es decir, si quieres estar entre las personas candidatas te tiene que apoyar el Ejecutivo, el Legislativo o la SCJN. Es una falacia de voto y además otorgarle valor a algo así como la moneda tibetana.

Esta reforma con tufo a venganza dibuja de cuerpo entero al nuevo Maximato, donde parafraseando a Jesús Silva Herzog Márquez, es más una ofrenda para el jefe máximo del movimiento que una necesidad que cumpla con los mínimos parámetros éticos, democráticos y jurídicos. Basta ver el penoso espectáculo de las legislaturas locales dominadas por Morena en las que se votó a favor la reforma constitucional en tiempos récord ¡Que penoso, caray! Una morena al que no le importó traicionarse a sí misma y que le recetan a su propia presidenta electa Sheinbaum un dulce envenenado.

Décadas en las que no veíamos tanta debilidad en la persona electa a la Presidencia de la República y desafortunadamente lo hará ante un clima de incertidumbre económica y jurídica. A pesar del triste panorama, habrá que dar la pelea y luchar desde lo local por nuestra patria, por la democracia, por nosotros mismos y los que vienen: auto sustentabilidad democrática.



Hay quien dice que la democracia mexicana murió el 11 de septiembre del presente año y se instauró el autoritarismo; algo tienen de razón, pero me parece la estocada final o la ojiva ya disparada, más bien creo que se trata de “Crónica de una muerte anunciada” desde las elecciones de 2028.

El pasado lunes 9 de septiembre marchaba junto con las y los alumnos de Derecho de la UACH y mi pensamiento está en el contenido de mi pancarta: “no hay democracia sin contrapesos sino es autoritarismo.” Es entonces el Poder Judicial parte del final de esa crónica, porque habría que iniciar con el INE de Taddei que avaló la sobrerrepresentación (que años antes en los tiempos de Córdova no puso un control cuando aún era posible), resolución avalada por el TEPJ, proceso por demás mancillado en la Cámara de Diputados y una Cámara de Senadores, donde todo fue posible: venderse, coaptar, amenazar, órdenes de aprehensión en el cajón y el cinismo de un autoritarismo aceptado. Negando la propia historia personal y de la militancia de izquierda ¿Cómo termina de protagonista el traidor de Miguel Ángel Yunes?

Adiós a los principios democráticos básicos, a las ideas de Montesquieu de división de poderes y donde solo el poder puede controlar al poder. Ese poder judicial que ha perdido la resistencia a las injerencias, de resolver las diferencias entre poderes, entre estos y particulares, así como de particulares entre sí. En toda democracia que se diga democrática y de derechos hay tres poderes distintos y distinguibles, que ejercen vigilancia entre ellos mismos, independientes entre sí que garantizan los pesos y contrapesos para que ninguno predomine sobre el otro ante esa tendencia a abusar del poder de la que nos advirtió hace siglos Montesquieu.

Estamos ante la aparición de instituciones con el tufo más autoritario posible como el Tribunal de disciplina judicial y el órgano administrativo el Poder Judicial, reduciéndolo a organismo dependiente del régimen, pero no de un poder al Judicial que no podrá autogobernarse, administrarse o gestionarse libremente. Despidos masivos, poco profesionalismo en impartición de justicia y ni qué decir de mejorar. El diagnóstico es errado e incompleto, necesitábamos una reforma de justicia, pero una integral como sistema que incluyera fiscalías y policías.

Ni que decir de la tómbola plenipotenciaria que entierra a la meritocracia e incluso introduce el voto indirecto en nuestro país, lejos estamos de la votación directa de la ciudadanía, cuando vamos a decidir sobre lo que decidió Morena que podemos votar previa tómbola. Es decir, si quieres estar entre las personas candidatas te tiene que apoyar el Ejecutivo, el Legislativo o la SCJN. Es una falacia de voto y además otorgarle valor a algo así como la moneda tibetana.

Esta reforma con tufo a venganza dibuja de cuerpo entero al nuevo Maximato, donde parafraseando a Jesús Silva Herzog Márquez, es más una ofrenda para el jefe máximo del movimiento que una necesidad que cumpla con los mínimos parámetros éticos, democráticos y jurídicos. Basta ver el penoso espectáculo de las legislaturas locales dominadas por Morena en las que se votó a favor la reforma constitucional en tiempos récord ¡Que penoso, caray! Una morena al que no le importó traicionarse a sí misma y que le recetan a su propia presidenta electa Sheinbaum un dulce envenenado.

Décadas en las que no veíamos tanta debilidad en la persona electa a la Presidencia de la República y desafortunadamente lo hará ante un clima de incertidumbre económica y jurídica. A pesar del triste panorama, habrá que dar la pelea y luchar desde lo local por nuestra patria, por la democracia, por nosotros mismos y los que vienen: auto sustentabilidad democrática.