La primordial tarea del próximo gobierno federal es continuar combatiendo la pobreza y la desigualdad social.
Ya se avanzó este sexenio en reducir la pobreza, con la política general de “Por el bien de todos, primero los pobres”, materializada en aumentar salarios mayores a la inflación, y entrega de apoyo monetario directo a población en desventaja. Así, desde 2021 se rompió hacia abajo el piso de pobreza de 42%, que se impuso más de 40 años, desde los 80s. Con esta nueva política salarial y de apoyos, en solo 4 años, 2018 a 2022, se redujo la pobreza de 42% a 36% de la población, casi 6 puntos porcentuales equivalentes a 6 millones de menos pobres. En 2024 sigue reduciéndose y ya son 8.2 millones de menos pobres en solo 6 años.
Además, debe ser prioridad porque pobreza y desigualdad han sido y son las causas de los atrasos históricos de México; también porque son cultivo de delincuencia e inseguridad. Y porque se han convirtiendo en virus mortales para la democracia formal, al generar desencanto en las mayorías por no alcanzar los bienes sociales básicos, como alimentos, educación, salud, vivienda, servicios...
La democracia sin igualdad básica es un mito o una burla de mal gusto, es insustantiva; tan es así que es la excesiva desigualdad económica y social lo que está matando a las democracias: las poblaciones ya no ven caso alguno en seguir eligiendo gobiernos tras gobiernos sin que siquiera se modulen la pobreza y la riqueza hoy más extremas. En la decepción y la confusión, la población opta por gobiernos no democráticos, autoritarios, fascistas, como sucede en Italia, Hungría, Croacia, Eslovaquia, Finlandia y parcialmente Polonia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, y en América, el Trumpismo, Miley en Argentina, Bukele en El Salvador, etc.
Se responde así la pregunta que un día hizo un estudioso del tema: ¿cuánta pobreza aguanta la democracia? No más: ya revienta la democracia solo electoral de nuestros días.
Por justicia social y por conveniencia económica y social, erradicar razonablemente la pobreza y la desigualdad social, deben ser la primera preocupación del gobierno popular y nacional.
Un segundo desafío y tarea para el nuevo gobierno federal es la reforma fiscal o tributaria, específicamente aumentar los impuestos a las grandes fortunas –y hacer que paguen lo que evaden- tanto las invertidas en grandes cadenas comerciales, turísticas e inmobiliarias, como las especulativas en bolsa de valores de aquí y de allá.
La recaudación en México es muy baja, 17% del total de lo producido cada año, menor que otros países similares de América Latina, como Brasil que recauda 33% de su PIB, Argentina 30%, Uruguay 27%, el conjunto de América Latina y el Caribe, 22%, etc. (2022, OCDE), ello, aunque la actual “disciplina fiscal” ha hecho que la recaudación crezca 12.4% anual, el mayor en muchos años, sin aumentar o crear nuevos impuestos. Hay margen para que la riqueza tribute más.
Mayor ingreso tributario hace posible mantener la contribución del gasto público al crecimiento económico y al combate a la pobreza. En 2023 el gasto en desarrollo social alcanzó un máximo histórico de 12.1% del PIB, soportado por un mayor ingreso tributario y solo parcialmente por mayor endeudamiento. Sin embargo, la deuda pública federal subió mucho recientemente, conviene bajarla aumentando la recaudación, sin reducir el gasto público.
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