La verdadera pandemia que hemos atravesado este siglo no es la del Covid-19, sino la del sufrimiento humano. Recientemente una mujer hondureña embarazada escaló un muro de la frontera entre Cd. Juárez y El Paso, Tx, con la intención de cruzar al “otro lado” sin importarle su estado físico. No tenía posibilidad de bajar, por lo que quizá brincar al otro lado, el del “sueño americano” hubiese sido una opción. No lo sabemos. Fue detenida y deportada inmediatamente a México. Esta historia forma parte de millares más similares, de personas arriesgando la propia vida para buscar una “existencia mejor” en otra nación. Hace un año estuve en San Pedro Sula, Honduras, y presencié el nacimiento de la primera caravana migrante del 2020 con rumbo a Estados Unidos. Eran miles de personas caminando y subiendo a tráilers; mujeres embarazadas, niños, jóvenes y muchos más, con posesiones no mayores a una mochila al hombro. La historia de una mujer de setenta años me estremeció. Todos sus hijos habían logrado cruzar la frontera y sólo faltaba ella. Se subió a la caravana sin importarle su estado de salud y dijo: Prefiero morir en el camino intentando cruzar, que hacerlo en este país. Son historias fuertes de personas saliendo de un lugar sin derechos a otro con derechos, a un país seguro y vivificante.
La idea de los Derechos Humanos para algunos es que deben estar en algún lugar, pero claramente no en donde están. Deben tomar como punto de partida el sufrimiento para identificar y comprender sus distintas formas. Existe por un lado la injusticia u ofensa económica y por otro, la cultural; ambas interdependientes entre sí. La primera ha intentado corregirse con redistribución de los recursos básicos y públicos, y la segunda, con reconocimiento. Aún así persiste la discriminación, la desigualdad y la pobreza extrema. La falta de reconocimiento se institucionaliza a través de patrones culturales y normas jurídicas conduciendo a las injusticias.
La migración no es el único ejemplo de sufrimiento y atropello a la dignidad humana, también lo son los discursos y acciones de nuestros representantes públicos. Por ejemplo, en círculos políticos se comentó que en Chihuahua se cree en el matrimonio de la familia natural que es el 99% de la población y que sólo un 1% era población homosexual (menospreciando el porcentaje y quitándole importancia). Es menester recordar que aún cuando sea una minoría de una sola persona, merece todo el respeto y reconocimiento de la ley como ser humano. Este discurso se basa en la discriminación y en la exclusión, conduciendo a la muerte de los Derechos Humanos, aun cuando se pretendan defender. ¿Será que los derechos están atrapados en una hipocresía intentando imponer una razón indolente?
Algunos salen de su nación a conseguir los derechos que les son negados, suben muros y arriesgan la vida por ellos; otros, intentan resucitar los derechos que continuamente son acribillados con discursos de desciudadanización. Vincent Martínez Guzmán afirma que, si queremos justicia, es de gran relevancia asignar un peldaño al derecho al reconocimiento de las dignidades diversas en los seres humanos.
La dignidad de todas las personas tiene que ver con el reconocimiento de los seres humanos, independientemente de sus diferencias y el acceso a los recursos básicos para tener una buena calidad de vida en condiciones de igualdad. A final de cuentas, estos ejemplos son claras formas de violaciones a los derechos fundamentales. Me queda claro que las personas son capaces de lo que sea para acceder a una mejor calidad de vida y exigir derechos.