/ jueves 28 de noviembre de 2024

Hacia una cultura de paz / Montesquieu tiene razón, Sheinbaum, no

Tomando café por la mañana, como es mi costumbre, leí en el periódico Milenio el artículo “Otra forma de democracia” de Viri Ríos. Argumentaba que “la destrucción de los organismos autónomos, no obedecía a un cambio de régimen, sino a un cambio en la concepción ideológica de qué es y qué busca el gobierno”. Para los simpatizantes del PRI y PAN la democracia iba en decadencia, pero para los morenistas, nunca había habido más democracia que ahora. Concluye que hasta ahora, nunca un gobierno había podido implementar la agenda por la que fue electo y si en un futuro el votante de Morena estuviera disconforme, votaría por otro partido.

Sin duda, estamos frente a un cambio social y en teoría, son las leyes las que deberían ajustarse a ese cambio y no al revés, con la idea de progreso e innovación y mejorar sociedad. Esto necesariamente genera conflictos y resultados desiguales, sobre todo cuando de reajustes estructurales se trata (como ahora con tanta reforma). Estamos frente a un gran cambio, pero si antes estábamos mal, ahora estamos “pior”. La agenda morenista es distinta a cualquier otra que haya existido, pero no por ello, y aunque tenga aprobación de la mayoría, es mejor. El obradorato se instauró con la máscara carnavalesca de democracia, dignidad e igualdad, pero ocultando una tendencia demoníaca y destructora. Se jacta de ser la voz del “pueblo”, pero trae más artimañas que un contrato con el diablo.

El fenómeno que ocurre es ambivalente. Por un lado, algunos celebran la democracia por elegir “libremente” a las personas juzgadoras, pero, por otro lado, están los que condenan la destrucción del Poder Judicial. Aún con los cambios sociales e ideológicos que atestiguamos, -yo le llamo hartazgo de lo que había- por más cambios que existan, deben seguirse las reglas de un estado republicano. Es cuando el pensamiento del ilustrado Montesquieu, tan vigente que nunca, se descarta desde la silla presidencial.

De acuerdo con este pensador, en una república (se supone que somos una), el poder debe estar repartido. Las instituciones políticas pueden surgir dependiendo del tipo de sociedad y estado que se tiene, pero aun cuando el poder estuviera depositado en un Rey, alguien debía controlarlo. No hay un tipo de régimen político universal aceptable, sino construidos con particularidades de acuerdo a la sociedad, pero cuando un gobernante concentra en su persona todas las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, es un dictador.

Montesquieu escribió la teoría de la división de y fue un referente para para los federalistas norteamericanos en 1789 y para los constituyentes de 1917 en México, para lograr un equilibrio en igualdad de condiciones independientes y autónomas, alejados de la tiranía. La división de poderes no era para él un problema técnico, sino un problema de libertad. Concluye que todo estaría perdido si la misma persona, o el mismo cuerpo de personas principales, ejercen los tres poderes. Lo que diga la mayoría no significa que esté bien. Si existe división de poderes, se garantiza la libertad, pero ahora, todo recaerá en lo que dicte la silla del poder en turno. Me quedo reflexionando sobre el artículo de Milenio y mi opinión es si, pero no. Más bien no.

Maestra en Derechos Humanos, Consultora en resolución de conflictos y conservación de la paz para empresas

yanez_flor@hotmail.com