/ jueves 21 de noviembre de 2024

Hacia una cultura de paz.

Mi viaje. El hilo que nos une



Se dice que la recompensa de nuestro trabajo no es lo que obtenemos, sino en lo que nos convertimos. Hace tiempo tomé la decisión de escribir un libro. Aunque había participado en coautoría con otras obras, jamás vislumbré la jornada en la que me adentraría el decidir plasmar mis pensamientos como autora independiente. En este proceso invertí incontable tiempo.


Días y noches de desvelo, café, vino, dolor de espalda, entumecimiento, frustraciones y reveses, pero también llegaron alegrías, nuevas personas, nuevos horizontes y aprendizajes, sobre todo de mí misma. Comparto con ustedes un fragmento de mi libro que, en unas semanas, espero puedan adquirir.


El sistema de castas aún existe. En el patio había un enorme laurel bajo el cual tomábamos chai. En cierta ocasión, unos amigos de la pareja de médicos comenzaron a hablar del matrimonio arreglado para su hija. Pertenecían a la casta de los Kshatriyas (guerreros). Debía casarse con otro de su misma casta, pero si tenía suerte, un Brahman (sacerdote) podría elegirla. Marala me volteó a ver mientras los otros conversaban para preguntarme sobre mi matrimonio.


“En mi país es distinto”, le dije. “Yo tengo el poder de casarme con quien quiera y si quiero”. Un rostro de incredulidad se dibujó en su cara. En ese instante, estaba manifestando un acto inédito de libertad para ella. Si hubiera nacido en otro país, no tendría que someterse al yugo de un hombre que no conoce sólo porque es la tradición. Las mujeres representan una gran carga económica para la familia.


Una mujer que no tenga a un hombre a su lado, ante los ojos de la sociedad, no será completa por eso, debe casarse. La violencia discriminatoria contra la mujer es cultural y estructural. Es invisible y se transmite de generación en generación indetectable por creerlo normal. Si esas violencias no son bien manejadas, estallan en violencia directa en forma de agresión física y verbal. De ahí los feminicidios, violaciones y maltrato contra la mujer.


No sólo ocurre esto en la India, aunque en menor escala, en México también. La violencia contra la mujer no respeta ubicación geográfica, estatus socioeconómico o edad. Simplemente ocurre por el hecho de ser mujeres.


Antes de terminar la investigación, quise llamar a casa, pero el teléfono no servía. Bhuv tomó su motocicleta y se ofreció a llevarme a otro lugar para que me comunicara a mi país. No conocía bien la ciudad, pero aun así sabía que íbamos por un camino erróneo. Deambulaba por distintas calles hasta que paró en una tienda y compró Pan. Regresó a la moto y quiso meter una pieza a mi boca a la fuerza. Supe que no podía combatirlo; dejé que lo hiciera. Intenté no tocarla con el paladar y la sostuve con los dientes. Mientras manejaba la escupí a la calle. Paan son nueces de areca, hoja de betel, cal de conchas y tabaco curado, aderezados con especias como clavo de olor, anís y cardamomo envueltos en una hoja de plátano. Es un digestivo popular, pero era frecuente que envolvieran otras drogas en la mezcla para sedar a mujeres y abusar de ellas.


Maestra en Derechos Humanos, Consultora en resolución de conflictos y conservación de la paz para empresas

yanez_flor@hotmail.com



Mi viaje. El hilo que nos une



Se dice que la recompensa de nuestro trabajo no es lo que obtenemos, sino en lo que nos convertimos. Hace tiempo tomé la decisión de escribir un libro. Aunque había participado en coautoría con otras obras, jamás vislumbré la jornada en la que me adentraría el decidir plasmar mis pensamientos como autora independiente. En este proceso invertí incontable tiempo.


Días y noches de desvelo, café, vino, dolor de espalda, entumecimiento, frustraciones y reveses, pero también llegaron alegrías, nuevas personas, nuevos horizontes y aprendizajes, sobre todo de mí misma. Comparto con ustedes un fragmento de mi libro que, en unas semanas, espero puedan adquirir.


El sistema de castas aún existe. En el patio había un enorme laurel bajo el cual tomábamos chai. En cierta ocasión, unos amigos de la pareja de médicos comenzaron a hablar del matrimonio arreglado para su hija. Pertenecían a la casta de los Kshatriyas (guerreros). Debía casarse con otro de su misma casta, pero si tenía suerte, un Brahman (sacerdote) podría elegirla. Marala me volteó a ver mientras los otros conversaban para preguntarme sobre mi matrimonio.


“En mi país es distinto”, le dije. “Yo tengo el poder de casarme con quien quiera y si quiero”. Un rostro de incredulidad se dibujó en su cara. En ese instante, estaba manifestando un acto inédito de libertad para ella. Si hubiera nacido en otro país, no tendría que someterse al yugo de un hombre que no conoce sólo porque es la tradición. Las mujeres representan una gran carga económica para la familia.


Una mujer que no tenga a un hombre a su lado, ante los ojos de la sociedad, no será completa por eso, debe casarse. La violencia discriminatoria contra la mujer es cultural y estructural. Es invisible y se transmite de generación en generación indetectable por creerlo normal. Si esas violencias no son bien manejadas, estallan en violencia directa en forma de agresión física y verbal. De ahí los feminicidios, violaciones y maltrato contra la mujer.


No sólo ocurre esto en la India, aunque en menor escala, en México también. La violencia contra la mujer no respeta ubicación geográfica, estatus socioeconómico o edad. Simplemente ocurre por el hecho de ser mujeres.


Antes de terminar la investigación, quise llamar a casa, pero el teléfono no servía. Bhuv tomó su motocicleta y se ofreció a llevarme a otro lugar para que me comunicara a mi país. No conocía bien la ciudad, pero aun así sabía que íbamos por un camino erróneo. Deambulaba por distintas calles hasta que paró en una tienda y compró Pan. Regresó a la moto y quiso meter una pieza a mi boca a la fuerza. Supe que no podía combatirlo; dejé que lo hiciera. Intenté no tocarla con el paladar y la sostuve con los dientes. Mientras manejaba la escupí a la calle. Paan son nueces de areca, hoja de betel, cal de conchas y tabaco curado, aderezados con especias como clavo de olor, anís y cardamomo envueltos en una hoja de plátano. Es un digestivo popular, pero era frecuente que envolvieran otras drogas en la mezcla para sedar a mujeres y abusar de ellas.


Maestra en Derechos Humanos, Consultora en resolución de conflictos y conservación de la paz para empresas

yanez_flor@hotmail.com