El término juez procede del latín iudex, iudices, compuesto por la raíz del vocablo latino ius (derecho), y la raíz indoeuropea deik, del verbo latino dicere (indicar, señalar, decir). Etimológicamente un juez, iudex, es pues quien indica, dice o decide un derecho, algo previamente establecido como norma o ley.
Un juez es una persona que tiene autoridad y potestad para juzgar y sentenciar. En este sentido juzgar es determinar si el comportamiento de alguien es contrario a la ley, y sentenciar lo procedente.
Un magistrado es un miembro de la carrera judicial con categoría superior a la de juez. Así, en primera instancia y utilizando términos sencillos, el juez decide quién tiene la razón en problemas entre personas o grupos, como en disputas o crímenes. Un magistrado es parecido, pero trabaja en un nivel más alto; revisa las decisiones que tomaron los jueces para ver si estuvieron bien.
Un ministro, por su parte, trabaja en la Suprema Corte de Justicia, resolviendo los casos más importantes y difíciles, y decide cómo se deben entender las leyes para que todos las sigan igual.
Bien, hoy se abre la convocatoria para que ellos sean elegidos por voto popular.
En el sentir de no pocos, muchos de los jueces de nuestro país, no solo los de nivel federal sino también de los estados, no han cumplido debidamente con su tarea en cuanto a la impartición de una justicia plena y expedita, y no son pocos tampoco, según ese sentir, con razón o sin ella, con solo presunción, con pruebas o sin ellas, que acusan a determinados jueces de corrupción. Esto último ha invadido el ámbito colectivo en ocasiones de manera injusta y ánimos polarizados.
A lo largo de los siglos y de la historia, en muy distintos países y civilizaciones han existido jueces que gozan de buena fama, así como otros que han sido repudiados.
En el Libro del Deuteronomio aparecen instrucciones que Moisés les da a quienes ha nombrado como jueces. Es interesante seguir tales directrices: “Escucharán lo que haya entre sus hermanos y administrarán la justicia entre un hombre y su hermano o un forastero. No harán en juicio acepción de personas, escucharán al pequeño lo mismo que al grande; no tendrán miedo de nadie, porque el juicio pertenece a Dios. El asunto que les resulte demasiado difícil, me lo remitirán a mí” (Dt 1,16 +).
En otra parte Moisés se expresa sobre los jueces, y a ellos les dice: “Juzgarán al pueblo con juicios justos. No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás gratificación (o soborno), porque la gratificación cierra los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos. Justicia, sólo justicia has de buscar, para que vivas y poseas la tierra que Yahvéh tu Dios te da” (Dt 16,19 +).
Bien harían los jueces (hombres y mujeres) en seguir las indicaciones señaladas. Y los electores tenerlas en cuenta. ¿Lo ven?