El título de una película mexicana, Matar es fácil, da la pauta. El modo de ejecutar tal acción es muy variado. Día con día nos enteramos de asesinatos de distintos calibres, sean atribuidos al narco, a relaciones pasionales, a robos, a venganzas, a supuestos accidentes o a muchas otras causas.
El quinto mandamiento del Decálogo parece que pasa a la historia. Hay crímenes para todos los gustos. La lista parece interminable:
- El niño mira la televisión. Con naturalidad pregunta ¿a quién van a matar?
- Los adolescentes toman los videojuegos: Vamos a destruir –matar- a aquellos.
- El hombre recrimina a la joven por su embarazo. Conozco a alguien que puede desembarazarse del producto.
- El trabajador, el obrero o el desempleado, con varios hijos, sufren una crisis de angustia. Tratan de huir por la puerta falsa. Toman la soga o aprietan el gatillo.
- Diálogos en telenovelas o en películas: Quiero que termines con él para siempre. Que parezca accidente, ya sabes.
- El enfermo grave, casi desahuciado, con dolores. Se escucha el reclamo: Déjenlo morir.
- El hombre o el joven con armas sencillas o de grueso calibre. Por distintas cuestiones disparan contra una multitud o en un centro escolar o comercial a diestra y siniestra.
- El marido encuentra a su mujer con otro. Los mata a los dos.
- Alguno sale libre de la cárcel. Lo esperan afuera y lo acribillan.
Esos casos y muchos más no son imaginados. Son de la vida real, casi cotidianos, funestos, desalentadores, apabullantes.
Los atentados contra la vida en todas sus formas. Desde el asesinato hasta el suicidio. Desde el terrorismo hasta la eutanasia, la tortura o la pena de muerte. Desde el aborto hasta la orden de “acaben con ellos”.
Desde pequeños la cosa se vuelve costumbre. El valor supremo de la vida cae de su pedestal. No hay respeto por la vida, por hombres o mujeres, niños, jóvenes o ancianos, por su integridad, por su dignidad.
Los medios de comunicación enseñan, sin quererlo o queriéndolo, que para ser alguien en la vida hay que pasar por encima de otros. Los niños sienten que matar es fácil sobre todo si el que lo hace es el “bueno”. Los principios morales se discuten. A veces se genera la confusión.
Hoy, más que nunca, requerimos tomar conciencia de la situación. Recalcar aquello de “el que la hace, la paga” o “el que a hierro mata, a hierro muere”. Destacar el valor sagrado de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural.
Esforcémonos en la lucha contra la impunidad cuando se atenta contra la vida. ¿Lo ven?