En la vida de muchos hombres las actitudes, acciones y frases expresadas por sus padres se han quedado impresas en su interior, y han marcado de algún modo su caminar.
En su obra Plenitud de 1946, Amado Nervo escribió: “El proverbio persa dijo: ‘no hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa’. Yo te digo: ‘no la hieras ni con el pensamiento’. Joven o vieja, fea o bella, frívola o austera, mala o buena, la mujer sabe siempre en secreto de Dios”. Algunos expresan que lo del “pétalo” se acuñó en el siglo XIX.
Mi padre siempre expresaba: “a la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa”, con lo cual aludía al respeto que se debe a la mujer, sea cual sea su condición.
La frase se volvió popular y era entendible en la acepción descrita, pero al paso del tiempo algunos, y no pocos, sostienen que detrás de tal frase “se encuentra la creencia y el prejuicio de que las mujeres son delicadas, desvalidas y que requieren la protección de los hombres, porque sin ellos no son capaces, no están completas, ni seguras” y en base a ello adquiere una carga ideológica distinta y discutible, y se utiliza para esgrimirla, entre otras cosas, en el contexto de violencia contra las mujeres.
El caso es que, tomando el sentido expuesto por el poeta mexicano, Jhon Onofre y Daniel Gualdrón compusieron una canción de cierto éxito, que termina exponiendo “que el honor de un hombre, sobre todas las cosas, es respetar y amar a la mujer”.
El caso también es que en quien esto escribe, la frase citada, inculcada - y vivida - por mi padre, se quedó grabada en mi mente y en mi modo de tratar al sexo opuesto. Lo mismo que el ceder siempre el lado de la acera a una mujer, lo que igualmente me enseñó mi progenitor.
Respetar a la mujer, y la mujer al hombre, implica ante todo un plano de igualdad sustancial como personas, de ningún modo el sentir superioridad de uno sobre ellas o de ellas sobre uno. Es reconocer, aunque suene paradójico, las diferencias –también sustanciales- entre hombre y mujer. Tampoco implica considerar a las mujeres como desvalidas e inevitablemente protegidas por los hombres, aunque así lo den a entender algunos.
La Real Academia Española señala el respeto como “sentimiento que se tiene hacia alguien o algo y que hace que se les trate con atención y cuidado, y que se les reconozca un mérito o valor especial”. Esa es la acepción que siempre he utilizado en la frase citada.
R.G. Rich, ingeniero en electrónica y autor de ciencia ficción expone: “El respeto es una calle de dos vías, si lo quieres recibir, lo tienes que dar”.
Si se le quiere dar otro cariz a la frase susodicha que se haga, pero no es el que yo le doy. ¿Lo ven?