El actual presidente de nuestro país, a punto de terminar su mandato, utilizó en su campaña para jefe de Gobierno del Distrito Federal el lema “Por el bien de todos, primero los pobres”, lema que penetró en la preferencia de las clases menos favorecidas.
Ese lema, creado por la publicista Tere Struck, fue considerado en principio como una acción política arriesgada. Sin embargo la campaña prendió y los resultados estuvieron a la vista, sin ser, desde luego, el único elemento para alcanzar el triunfo.
Podía quedarse el lema en una bonita frase o caer en el olvido, convertirse en una más de las promesas de campaña. A pesar de todo, esa frase siguió en el imaginario popular, así para algunos o muchos suene a demagogia o se preste a manipulación.
Tiempo atrás, antes de la susodicha frase, la denominada opción por los pobres, era una opción controvertida, mal interpretada, deformada, no asimilada. Del plano religioso, en que se funda, se pasa, hasta hoy, a un estadio político y se discute, se interroga, se le saca la vuelta… y no se aplica. Y los pobres nos miran (a los cristianos) y siguen esperando.
Si realmente penetramos en el fondo del entonces lema de campaña, habremos de reconocer lo cierto o certero de su postulado, aun desde un punto de vista “utilitario”, y los posibles desvíos que de él emanen.
No se trata, por el bien de todos, de realizar acciones que desde fuera y desde el poder, eleven las condiciones de los desprotegidos sin descubrirlos como hombres y mujeres con semejante dignidad de los que no padecen pobreza. Se trata de descubrir al “otro”.
Primero los pobres, significa salir a su encuentro no con un sentido “paternalista”, sino con plena solidaridad humana y existencial. En la catedral de Sisoguichi, municipio de Bocoyna, Monseñor Samuel Ruiz, entonces obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, expresaba: “La opción por los pobres, para la Iglesia de América Latina, no es voluntaria, sino existencial”.
El acercarse a los pobres con miras político-electorales o buscando otros fines que no sea sacarlos de su estado de miseria material y moral, reconociendo su dignidad de personas, es desviar las cosas. Recordemos aquel proverbio chino que afirma que hay que enseñar a pescar en lugar de regalar el pescado, y esa es tarea del Estado, sin uso de medidas populistas en cualquiera de sus versiones. Los particulares pueden y deben participar en la lucha contra la pobreza.
Los pobres nos miran. Son ellos quienes pueden salvarnos a quienes hemos hecho del consumismo, del placer, del egoísmo, de la comodidad, de los bienes materiales, de la utilidad, del poder, de la seguridad… nuestro bien supremo. Por eso, por el bien de todos, primero los pobres. ¿Lo ven?