/ martes 25 de junio de 2024

Hechos y criterios | Reconciliación

Pasadas las elecciones y terminadas las campañas políticas muchas voces claman por llegar a acuerdos, dejar atrás los enfrentamientos, buscar que a pesar de las diferencias se ponga empeño en superar agravios, señalamientos, rencores, para el bien de la nación. Se habla de que es tiempo de cerrar heridas y dar paso a la reconciliación en una sociedad polarizada.

Reconciliación en la actualidad se entiende, según los diccionarios, como el hacer que una persona o un grupo vuelva a tener una buena relación con otra persona o grupo. También el poner de acuerdo o en armonía a personas o cosas contrarias o enfrentadas unas con otras.

Expresamos en la actualidad porque en origen reconciliar, del latín reconciliare, vinculado al sustantivo concilium, es hacer volver a alguien a la asamblea, a la unión y al acuerdo con otros.

La reconciliación supone, sea en personas, grupos o comunidades, una ruptura previa, algo que quebró la armonía –si es que la había-, no pocas veces en forma traumática, y que requiere un proceso de restauración o recomposición que a veces no es fácil, aunque puede ser enormemente positiva.

El caso es que en nuestro país la reconciliación puede lograrse siempre y cuando las partes enfrentadas, que pueden ser no dos sino varias, reconozcan que al calor de las campañas lanzaron acusaciones, recriminaciones o imputaciones que superaban sus propuestas o proyectos, con tal de denostar o desacreditar a los contrarios, y no pocas veces sin sustento. Y también el que, una vez que alguien ocupe un determinado puesto, no se sirva de él para seguir señalando a quienes fueron o son sus oponentes.

A pesar de que existan diferencias ideológicas, habrá que saber escuchar a los que piensan distinto y abrirse al diálogo por el bien de todos, buscando coincidencias y no resaltar las divergencias.

Habrá que añadir que las posturas férreas, no abiertas a la posibilidad de entendimiento con los otros, sino basadas en que sólo aquí mis chicharrones truenan o yo tengo la razón y la impulso como sea, exacerba los ánimos y no abona en nada al logro de la citada reconciliación.

La paz y armonía se logran al reconciliarse, pero –ojo- son fruto de la justicia. Si durante las campañas se detectó que alguien, persona física o moral, ha realizado acciones que merecen castigo por configurarse como delitos, y existen pruebas fehacientes de ello, no pueden quedar en el olvido y caer en la impunidad, aunque algunos sean los ganadores en la contienda.

En fin, busquemos siempre los acuerdos posibles para el bien de la sociedad y caminemos por el sendero de la paz. Trabajemos cada uno en ello desde nuestra trinchera. ¿Lo ven?


Pasadas las elecciones y terminadas las campañas políticas muchas voces claman por llegar a acuerdos, dejar atrás los enfrentamientos, buscar que a pesar de las diferencias se ponga empeño en superar agravios, señalamientos, rencores, para el bien de la nación. Se habla de que es tiempo de cerrar heridas y dar paso a la reconciliación en una sociedad polarizada.

Reconciliación en la actualidad se entiende, según los diccionarios, como el hacer que una persona o un grupo vuelva a tener una buena relación con otra persona o grupo. También el poner de acuerdo o en armonía a personas o cosas contrarias o enfrentadas unas con otras.

Expresamos en la actualidad porque en origen reconciliar, del latín reconciliare, vinculado al sustantivo concilium, es hacer volver a alguien a la asamblea, a la unión y al acuerdo con otros.

La reconciliación supone, sea en personas, grupos o comunidades, una ruptura previa, algo que quebró la armonía –si es que la había-, no pocas veces en forma traumática, y que requiere un proceso de restauración o recomposición que a veces no es fácil, aunque puede ser enormemente positiva.

El caso es que en nuestro país la reconciliación puede lograrse siempre y cuando las partes enfrentadas, que pueden ser no dos sino varias, reconozcan que al calor de las campañas lanzaron acusaciones, recriminaciones o imputaciones que superaban sus propuestas o proyectos, con tal de denostar o desacreditar a los contrarios, y no pocas veces sin sustento. Y también el que, una vez que alguien ocupe un determinado puesto, no se sirva de él para seguir señalando a quienes fueron o son sus oponentes.

A pesar de que existan diferencias ideológicas, habrá que saber escuchar a los que piensan distinto y abrirse al diálogo por el bien de todos, buscando coincidencias y no resaltar las divergencias.

Habrá que añadir que las posturas férreas, no abiertas a la posibilidad de entendimiento con los otros, sino basadas en que sólo aquí mis chicharrones truenan o yo tengo la razón y la impulso como sea, exacerba los ánimos y no abona en nada al logro de la citada reconciliación.

La paz y armonía se logran al reconciliarse, pero –ojo- son fruto de la justicia. Si durante las campañas se detectó que alguien, persona física o moral, ha realizado acciones que merecen castigo por configurarse como delitos, y existen pruebas fehacientes de ello, no pueden quedar en el olvido y caer en la impunidad, aunque algunos sean los ganadores en la contienda.

En fin, busquemos siempre los acuerdos posibles para el bien de la sociedad y caminemos por el sendero de la paz. Trabajemos cada uno en ello desde nuestra trinchera. ¿Lo ven?