/ lunes 28 de octubre de 2024

¿Hemos dejado de vivir?

En ocasiones es muy importante detenernos y reflexionar sobre cómo estamos realmente. Hacer esto es cada vez más complicado y con más obstáculos. La humanidad ha entrado en un ciclo difícil donde es necesario repensarnos y redefinir nuestros objetivos.

Desde que nací, me inculcaron que el desarrollo y el crecimiento son lo más importante en la vida. Cuando te lo dicen en casa, se supone que se refieren a un crecimiento integral, es decir, crecer como persona, como amigo, como familiar, en lo profesional, lo espiritual, etc. Sin embargo, en el día a día solo se habla de crecimiento económico. Solo se nos habla de producir, producir y producir. Esta es una narrativa del capitalismo, que ha logrado muchos avances en nuestro planeta y se refleja en la calidad de vida y en la evolución de nuestra especie. Sin embargo, ahora nos enfrentamos a algo serio que aún no sabemos cómo resolver. Ya hemos visto que producir sin parar no es sostenible. La narrativa que se nos dijo era el único camino, ya nos presentó el problema del cual se nos advirtió, pero nadie quiso hacer caso. Hoy comenzamos a considerar poner un freno a esto y tomar un rumbo diferente. ¿Pero por qué tuvo que ser la naturaleza quien nos lo pidiera a gritos, mientras nosotros, los humanos, no pudimos hacer nada a tiempo?

Voy a decir algo que muchos podrán criticar, pero la destrucción del planeta es lo de menos si lo comparamos con la crisis de salud mental que enfrenta nuestra especie. Antes decíamos que afectaba a nuestra generación, pero ahora el problema es transversal a cualquier edad, sexo, nacionalidad o religión. Por crisis de salud mental me refiero a los problemas de depresión, drogadicción, ansiedad, pérdida de identidad, etc. Este tema es muy grave y es el elefante en la habitación del que nadie quiere hablar. Estamos en un dilema: sabemos que las cosas tienen que cambiar, pero, como es natural, tenemos miedo al cambio. Lo preocupante es que seguimos defendiendo a capa y espada el statu quo, aunque nos esté llevando al desastre. No queremos hacer cambios en nuestra realidad, aunque nuestro cuerpo y nuestro entorno nos lo estén exigiendo. Hay personas que todavía defienden la existencia de multimillonarios (me refiero a esas 20 familias que poseen el 80% de las riquezas de los países), lo cual genera desigualdad. Ojo, no está mal generar riqueza y tener propiedades, pero debemos entender que la humanidad necesita de sí misma para regularse y ayudarse mutuamente. El ser humano es bueno por naturaleza; si no lo fuera, no habríamos pasado de ser 16,000 Homo sapiens hace miles de años a casi 8 mil millones en la actualidad. Pero lo estamos pasando mal como humanidad, y seguimos tercos en defender con la vida nuestra religión, nuestra nación, nuestro partido político o nuestro sistema económico.

Debemos atrevernos a soñar con un planeta en el que se privilegie el bienestar de las familias, de la vida, de los amigos, de la naturaleza, del arte, del amor, etc. Puede sonar cursi, pero es así. No podemos centrar nuestras vidas en hablar solo de dinero, que nunca nos satisfará, mientras vemos a nuestro vecino pasarlo más o menos mal, pero al final, no bien.

Estas pausas valen la pena, y debes creer que ese sueño de "vida ideal" se puede lograr. Solo tenemos que dejar de temer al cambio y estar dispuestos a sacrificar lo necesario para alcanzar esa evolución común. Si nos sentáramos toda la humanidad (ricos, pobres, musulmanes, chinos, protestantes, hippies, etc.) y dibujáramos el sueño de una vida feliz, estoy seguro de que quizá variarían los colores de la ropa, pero en lo demás, seríamos idénticos. No dejemos de vivir. Es falso que haya más tiempo que vida. Hagámoslo diferente.


Licenciado en Creación y Desarrollo de Empresas. Empresario.

aminanchondo@gmail.com



En ocasiones es muy importante detenernos y reflexionar sobre cómo estamos realmente. Hacer esto es cada vez más complicado y con más obstáculos. La humanidad ha entrado en un ciclo difícil donde es necesario repensarnos y redefinir nuestros objetivos.

Desde que nací, me inculcaron que el desarrollo y el crecimiento son lo más importante en la vida. Cuando te lo dicen en casa, se supone que se refieren a un crecimiento integral, es decir, crecer como persona, como amigo, como familiar, en lo profesional, lo espiritual, etc. Sin embargo, en el día a día solo se habla de crecimiento económico. Solo se nos habla de producir, producir y producir. Esta es una narrativa del capitalismo, que ha logrado muchos avances en nuestro planeta y se refleja en la calidad de vida y en la evolución de nuestra especie. Sin embargo, ahora nos enfrentamos a algo serio que aún no sabemos cómo resolver. Ya hemos visto que producir sin parar no es sostenible. La narrativa que se nos dijo era el único camino, ya nos presentó el problema del cual se nos advirtió, pero nadie quiso hacer caso. Hoy comenzamos a considerar poner un freno a esto y tomar un rumbo diferente. ¿Pero por qué tuvo que ser la naturaleza quien nos lo pidiera a gritos, mientras nosotros, los humanos, no pudimos hacer nada a tiempo?

Voy a decir algo que muchos podrán criticar, pero la destrucción del planeta es lo de menos si lo comparamos con la crisis de salud mental que enfrenta nuestra especie. Antes decíamos que afectaba a nuestra generación, pero ahora el problema es transversal a cualquier edad, sexo, nacionalidad o religión. Por crisis de salud mental me refiero a los problemas de depresión, drogadicción, ansiedad, pérdida de identidad, etc. Este tema es muy grave y es el elefante en la habitación del que nadie quiere hablar. Estamos en un dilema: sabemos que las cosas tienen que cambiar, pero, como es natural, tenemos miedo al cambio. Lo preocupante es que seguimos defendiendo a capa y espada el statu quo, aunque nos esté llevando al desastre. No queremos hacer cambios en nuestra realidad, aunque nuestro cuerpo y nuestro entorno nos lo estén exigiendo. Hay personas que todavía defienden la existencia de multimillonarios (me refiero a esas 20 familias que poseen el 80% de las riquezas de los países), lo cual genera desigualdad. Ojo, no está mal generar riqueza y tener propiedades, pero debemos entender que la humanidad necesita de sí misma para regularse y ayudarse mutuamente. El ser humano es bueno por naturaleza; si no lo fuera, no habríamos pasado de ser 16,000 Homo sapiens hace miles de años a casi 8 mil millones en la actualidad. Pero lo estamos pasando mal como humanidad, y seguimos tercos en defender con la vida nuestra religión, nuestra nación, nuestro partido político o nuestro sistema económico.

Debemos atrevernos a soñar con un planeta en el que se privilegie el bienestar de las familias, de la vida, de los amigos, de la naturaleza, del arte, del amor, etc. Puede sonar cursi, pero es así. No podemos centrar nuestras vidas en hablar solo de dinero, que nunca nos satisfará, mientras vemos a nuestro vecino pasarlo más o menos mal, pero al final, no bien.

Estas pausas valen la pena, y debes creer que ese sueño de "vida ideal" se puede lograr. Solo tenemos que dejar de temer al cambio y estar dispuestos a sacrificar lo necesario para alcanzar esa evolución común. Si nos sentáramos toda la humanidad (ricos, pobres, musulmanes, chinos, protestantes, hippies, etc.) y dibujáramos el sueño de una vida feliz, estoy seguro de que quizá variarían los colores de la ropa, pero en lo demás, seríamos idénticos. No dejemos de vivir. Es falso que haya más tiempo que vida. Hagámoslo diferente.


Licenciado en Creación y Desarrollo de Empresas. Empresario.

aminanchondo@gmail.com