/ sábado 2 de noviembre de 2024

Honor a quien honor merece: Miguel Sabido en la Universidad Panamericana

Quiero y admiro a Miguel Sabido (Ciudad de México, 1937) desde hace muchos años, y en esta larga estela de complicidades que es la vida, compartimos esos mismos sagrados sentimientos, entre otros no menos valiosos personajes de nuestra cultura, para con Rafael Solana, Miguel León Portilla, Luis G. Basurto, Hugo Argüelles, Xavier Rojas, David Antón, Víctor Hugo Rascón Banda y el todavía vivo Fernando Vallejo. Egresados ambos de la Faculta de Filosofía y Letras de la UNAM, recuerdo su generoso agradecimiento a mi muy entusiasta celebración, en El Búho de Excélsior que fundó y dirigió nuestro no menos dilecto René Avilés Fabila, de su circular puesta de El misterio del ramo de rosas, del notable polígrafo argentino-mexicano Manuel Puig, y que fue precisamente Miguel quien promovió un más que conmovedor homenaje a su querido amigo, de cuerpo presente y rodeado el féretro de sus libros publicados, en la antigua biblioteca de la Sociedad General de Escritores de México, antes de que se llevaran sus restos a Argentina.

Quien mejor conoce y con mayor ahínco se ha dedicado al exhaustivo estudio de nuestro acervo teatral prehispánico, materia de la cual ha hecho su más grande e inaplazable pasión, Miguel pasará a la historia por su del todo encomiable y provechosa labor de rescate en torno al teatro náhuatl. Admirable promotor e investigador sapientísimo de nuestras primeras fuentes escénicas, que como ningún otro ha desentrañado y entiende, ha cerrado el círculo abierto por nuestro gurú de la causa don Miguel León Portilla, máxima autoridad en cuanto a nuestra tradición lírica náhuatl se refiere. En este sentido, y como la de su tocayo y su amado maestro, la propia obra de Miguel forma parte ya de nuestro patrimonio intangible, porque ha propiciado una llama de restauración que sigue manteniendo viva con su apasionado y tenaz talento.

Earth Saver de la ONU y Medalla Nezahualcóyotl, en el 2021 se le otorgó la Presea Cervantina, dentro del contexto del propio Festival Cervantino, rindiendo tributo entonces a una auténtica leyenda viviente no sólo de nuestro quehacer escénico, porque Miguel Sabido ha entregado su vida en cuerpo y alma, con talento y oficio admirables, con pasión siempre contagiosa, con sabiduría y devoción de tantos años de trabajo infatigable, a rescatar y promover los valores más dignos de nuestra rica y valiosa tradición cultural. En ese inmejorable contexto se celebró al hombre de letras y al hacedor teatral, al amigo entrañable y al maestro generoso de tantas generaciones, al promotor cultural visionario y erudito.

También un visionario hombre de medios, la Universidad Panamericana y la Academia Mexicana de la Comunicación han reconocido ahora, con no menos justicia, a quien además contribuyó a llevar el Canal 9 de Televisa a experimentar su mayor momento —y el único, con la igualmente valiosa aportación del notable y ya tristemente ausente periodista Ricardo Rocha— de esplendor en beneficio de la promoción cultural y artística para un público más amplio, corroborando así que los medios electrónicos no son malos en sí mismos, sino más bien en función del buen o mal uso que de ellos se haga, de la calidad y la trascendencia de sus contenidos. Su diseño y su producción del programa “Vida y voz” con Juan José Arreola, así como de importantes telenovelas históricas y de campañas educativas y de concientización en diferentes rubros, son ya paradigmáticos en la televisión mexicana.

Quiero y admiro a Miguel Sabido (Ciudad de México, 1937) desde hace muchos años, y en esta larga estela de complicidades que es la vida, compartimos esos mismos sagrados sentimientos, entre otros no menos valiosos personajes de nuestra cultura, para con Rafael Solana, Miguel León Portilla, Luis G. Basurto, Hugo Argüelles, Xavier Rojas, David Antón, Víctor Hugo Rascón Banda y el todavía vivo Fernando Vallejo. Egresados ambos de la Faculta de Filosofía y Letras de la UNAM, recuerdo su generoso agradecimiento a mi muy entusiasta celebración, en El Búho de Excélsior que fundó y dirigió nuestro no menos dilecto René Avilés Fabila, de su circular puesta de El misterio del ramo de rosas, del notable polígrafo argentino-mexicano Manuel Puig, y que fue precisamente Miguel quien promovió un más que conmovedor homenaje a su querido amigo, de cuerpo presente y rodeado el féretro de sus libros publicados, en la antigua biblioteca de la Sociedad General de Escritores de México, antes de que se llevaran sus restos a Argentina.

Quien mejor conoce y con mayor ahínco se ha dedicado al exhaustivo estudio de nuestro acervo teatral prehispánico, materia de la cual ha hecho su más grande e inaplazable pasión, Miguel pasará a la historia por su del todo encomiable y provechosa labor de rescate en torno al teatro náhuatl. Admirable promotor e investigador sapientísimo de nuestras primeras fuentes escénicas, que como ningún otro ha desentrañado y entiende, ha cerrado el círculo abierto por nuestro gurú de la causa don Miguel León Portilla, máxima autoridad en cuanto a nuestra tradición lírica náhuatl se refiere. En este sentido, y como la de su tocayo y su amado maestro, la propia obra de Miguel forma parte ya de nuestro patrimonio intangible, porque ha propiciado una llama de restauración que sigue manteniendo viva con su apasionado y tenaz talento.

Earth Saver de la ONU y Medalla Nezahualcóyotl, en el 2021 se le otorgó la Presea Cervantina, dentro del contexto del propio Festival Cervantino, rindiendo tributo entonces a una auténtica leyenda viviente no sólo de nuestro quehacer escénico, porque Miguel Sabido ha entregado su vida en cuerpo y alma, con talento y oficio admirables, con pasión siempre contagiosa, con sabiduría y devoción de tantos años de trabajo infatigable, a rescatar y promover los valores más dignos de nuestra rica y valiosa tradición cultural. En ese inmejorable contexto se celebró al hombre de letras y al hacedor teatral, al amigo entrañable y al maestro generoso de tantas generaciones, al promotor cultural visionario y erudito.

También un visionario hombre de medios, la Universidad Panamericana y la Academia Mexicana de la Comunicación han reconocido ahora, con no menos justicia, a quien además contribuyó a llevar el Canal 9 de Televisa a experimentar su mayor momento —y el único, con la igualmente valiosa aportación del notable y ya tristemente ausente periodista Ricardo Rocha— de esplendor en beneficio de la promoción cultural y artística para un público más amplio, corroborando así que los medios electrónicos no son malos en sí mismos, sino más bien en función del buen o mal uso que de ellos se haga, de la calidad y la trascendencia de sus contenidos. Su diseño y su producción del programa “Vida y voz” con Juan José Arreola, así como de importantes telenovelas históricas y de campañas educativas y de concientización en diferentes rubros, son ya paradigmáticos en la televisión mexicana.