Entre hoy y mañana, aunque lo neguemos, las calles, tiendas y centros comerciales estarán a reventar. Son las compras de último momento: el juguete del niño o la niña, el libro, dulces, perfumes, ropa, zapatos, pijamas, vinos… lo que haya en mente para regalar. Mañana es Nochebuena y el viernes Navidad.
¿No se le olvida algo? Piense un poco. Hagamos juntos memoria para saber si nos está faltando algún detalle que nos permita llegar a mañana con la mejor de las actitudes. ¿Ya tiene lista la cena? ¿Todos los regalos que planeó? Recuerde que debemos evitar reuniones amplias para protegernos de la pandemia. Pero ¿no está dejando en el olvido nada?
Si tiene tiempo -que creo se lo dará-, cuando vaya por la calle dé un vistazo a su alrededor, en algún crucero, una esquina, en cualquier calle… hay mucha gente olvidada y, con seguridad, ignorada. Que no se nos olvide que, además de los festejos propios de estas fechas, también es tiempo de compartir.
Todos anhelamos estar mejor: tener dinero, una buena casa, el más potente coche. Trabajamos para que nuestras familias estén bien. Pero no siempre alcanzamos las metas porque el ser humano siempre busca estar mejor, sin embargo no todo es posible. Allá afuera -todos lo hemos visto- hay mucha gente olvidada de la Navidad.
Es una parte de nuestras comunidades, en todo el mundo, que duelen y lastiman, sobre todo porque se trata de personas cuyas historias desconocemos, pero ahí están… en las calles, los cruceros, en las puertas de las iglesias, en las entradas y salidas de los supermercados.
Dígame si usted no ha expresado alguna vez el “yo quisiera” Todos lo hemos hecho. El enfermo quisiera salud, el despechado, amor. El poderoso quisiera más poder y el pobre, dinero. “Yo quisiera tener…”, es una frase recurrente. Pero estamos vivos.
Podemos carecer de muchos bienes materiales, pero hay algo que no tiene precio: la vida y la familia. No tenemos un avión para viajar a donde se nos plazca y a la hora que sea, pero tenemos un modesto vehículo para el traslado de la familia. No hay servidumbre en casa, pero gozamos de un techo y alimentos. Ni chofer ni guardaespaldas ni ropa de marca, pero tenemos una familia que está con nosotros en las malas y en las peores. Allá afuera, hay olvidados de la Navidad, personas que carecen no sólo de bienes materiales, si no de una familia, por las razones que sea.
Mañana es Nochebuena. Empieza a llegar la Navidad. Usted y yo podemos sentarnos, Gracias a Dios, a la mesa de nuestro hogar y disfrutar una cena. Pero en las calles hay personas, muchísimas personas sin lo que usted y yo tenemos. Alguien, hoy, puede llegar a la ventanilla de su coche para pedirle unas monedas.
Esa persona no tiene lo que usted y yo disfrutamos. Esa persona quisiera tener lo que usted tiene, pero no puede. Ahí afuera, en cualquier esquina, en cualquier calle, hay personas olvidadas de la Navidad. No los evite. Véalos a los ojos y sienta lo que están sintiendo. No envidian, anhelan, también tienen sueños y quisieran estar en su lugar o el mío.
Afuera hay quienes ni siquiera podrán cenar y no los conocemos. Cuando se acerquen a su coche para pedirle algo, no los ignore. Las prisas, las compras, los preparativos de la cena, no pueden ser obstáculo que el corazón nos hable o nos grite.
Si usted y yo queremos, vamos a hacer feliz a un niño en la calle, a una niña en condiciones de vulnerabilidad, a un hombre o mujer de la tercera edad que no pueden tener mañana una cena digna, porque son los olvidados de la Navidad. Hoy por ti, mañana por mí. Son cosas comunes de diciembre. Feliz Navidad.