Por: Jorge Armando Puentes
El 13 de noviembre, las calles del Paseo de La Reforma en la Ciudad de México se veían llenas de personas en la defensa de la institución que ha sido garante de las decisiones democráticas y electorales de México. Pudo haber sido uno, diez o doce mil como lo dijo Batres, entre 50 o 60 mil como aseveró el presidente, o más de medio millón según los organizadores. Resulta ocioso intentar cuantificar el contingente, lo importante es la unidad en el propósito: la defensa del INE, reconocido como una institución sólida y ciudadanizada.
Siempre fue predecible la reacción del presidente. Lo suyo es descalificar a quienes piensan y se mueven distinto a él. “Fue una especie de ‘streaptease” político del conservadurismo en México”. Con esa declaración, es él quien se va desnudando. Se quita el traje de demócrata con el que anduvo vestido por muchos años paseándose por el País convocando al pueblo para lograr su objetivo de ser presidente. Ahora, desnudo, se ve que es un autócrata.
Otra de sus reacciones fue convocar a una manifestación que él mismo encabezará. Marchará junto a sus seguidores por el Paseo de la Reforma, por ese que se mando hacer el emperador Maximiliano para mostrar su poderío al Pueblo de México. Así como emperador del Siglo XIX, el presidente andará sobre Reforma. Estará ahí nuevamente, como en el 2006 cuando por su derrota electoral paralizó a la capital del País tomando las calles e impidiendo por semanas el desarrollo de una de las zonas más importantes de México. Luego terminará en el Zócalo, el mismo lugar en donde según él tomó protesta como “presidente legítimo” portando una banda presidencial de mentiritas, también en el 2006. Es un evento lleno de simbolismo para el presidente. Recorrerá la misma ruta que en aquel entonces fue criticada por México y el Mundo.
Es indudable que hay temas de la reforma electoral que pueden ser positivas y que tengan suficiente apoyo ciudadano como la reducción de plurinominales o eliminar el financiamiento público a los partidos políticos fuera del tiempo de proceso electoral constitucional. Sin embargo, en lo tocante al organismo electoral y la forma de integrarlo es sumamente peligroso para la joven democracia en este País. Pero en caso de pasar la reforma tal y como está planteada por el presidente, volverá a hacer un estriptís para quitarse el traje de la austeridad y la empatía, será entonces cuando quede al desnudo como el autoritario aquel que también en el 2006 con todas sus letras dijo “Al diablo con sus instituciones”.
Su marcha seguramente será nutrida. Ojalá el centro del debate no sea intentar cuantificar a los participantes ni tampoco para descalificarlos como se ha hecho diciendo que acuden solo los beneficiarios de los programas sociales, como si aquellos carecieran de uso de razón. La idea que debe permear es que esa marcha tiene el objetivo de que México retroceda en sus conquistas democráticas. Por eso no es una marcha, es una contramarcha. Para el presidente, la desaparición del INE y la contramarcha, tienen el significado de que México no puede ser gobernado mejor que en los últimos años. Demostremos que somos más quienes afirmamos lo contrario. Que no apoyamos su contramarcha porque somos más quienes trabajamos y damos lo mejor para México.