/ jueves 19 de septiembre de 2024

La cultura de la violencia y el inconsciente colectivo

Nos enfrentamos a uno de los retos más grandes en la historia de la vida moderna de la humanidad, donde los conceptos acerca de la paz, se contrastan con las especulaciones acerca de: no violencia.

¿Qué significa la no violencia?

De acuerdo con la UNESCO: “La ausencia de guerra no es condición suficiente para ganar y mantener la paz”. Haciendo una analogía en cuanto al término guerra igual a violencia o su ausencia explícita, sería una interpretación, no significa que estemos haciendo lo imposible por mantener la paz

Las generaciones más jóvenes en nuestro país han escuchado con frecuencia términos como: crisis, sicarios, balaceras, narcos, “plaza caliente”, “todos al suelo”, “homicidio”, “feminicidio”, “decapitado”, “transa”, etc. Expresiones que como tales nos sirven, erróneamente, para describir el habitual contexto en el que nos desenvolvemos como ciudadanos y ciudadanas, a pesar de los esfuerzos por la supervivencia del lenguaje noble.

Y este es quizá el problema más absurdo de nuestros tiempos: el mal uso del lenguaje cotidiano. Esas palabras que tanto medios de comunicación, funcionariado público y la población en general, emplea como expresiones normales para relatar hechos recurrentes en nuestro entorno. Como si el propio lenguaje disfrutara ser desvirtuado para adaptarse a las necesidades actuales de comunicación en una sociedad estrujada y caótica, que intenta desesperadamente encontrar el equilibrio.

Si paz solo fuera ausencia de guerra, no habría lugar para entender la justicia, equidad, democracia, convivencia armónica. Leyendo las noticias, al momento nadie parecería haberse dado cuenta de que, aquello que queremos alejar de nosotros, lo mantenemos atrapado por considerarlo normal, cotidiano, parte ineludible de la realidad abrumadora.

Pero la violencia no es normal. Nadie en su sano juicio podría afirmar que la humanidad es violenta por naturaleza. Resulta más cómodo decir simplemente: “…es que así están las cosas, ¿yo que puedo hacer?

Podríamos comenzar por implementar nuevas formas de resolver nuestras diferencias cercanas. Negociación, concertación y resolución pacífica de los conflictos forman parte de las técnicas para el reforzamiento de la Cultura de la paz.

Se trata de una apuesta a la participación ciudadana responsable a través de una comunicación asertiva, bien intencionada. Una participación paulatina y el involucramiento de las comunidades en la búsqueda y consolidación de la paz, la democracia y el desarrollo.

Prácticas habituales como las conversaciones familiares sobre la violencia; hablar de casos excesivamente violentos, el rumor, el desprestigio constante del “enemigo” real o presunto, entre muchas prácticas frecuentes, refuerzan con el lenguaje, lo que queremos erradicar de nuestra cultura.

No es sólo ejercer el derecho de votar y ser votado, pagar impuestos o hacer el saludo a la bandera, ejercer una ciudadanía responsable significa también hacer todo lo posible para que el espacio común que compartimos, sea uno de armonía para el desarrollo humano.

Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la UNESCO y presidente de la Fundación Cultura de Paz afirma: “‘Que las generaciones que llegan a un paso de nosotros no nos acusen de silencio cuando tan perentoria es nuestra voz. En pie de paz, infatigables en la resistencia, a favor de la democracia auténtica. Que nunca puedan decirnos: ‘Esperábamos vuestra voz. Y no llegó’

Licenciada en Ciencias de la Información, Consultora en Comunicación y Desarrollo Humano.

airefresco760@gmail.com

Twitter: dinorahga