El concepto o idea de “dignidad” está vinculado estrechamente con los derechos humanos. El ser humano, cualitativamente hablando, tiene derechos; nadie le otorga derechos a la persona, sino que los tiene automáticamente por el hecho de serlo.
La defensa de los derechos humanos no es solo una misión administrativa (que opera desde alguna dependencia burocrática) en el marco de la sociedad en un estado de derecho. La defensa de los derechos humanos es una competencia de cada uno de nosotros en tanto seres humanos.
Los derechos que tenemos como seres humanos deberían ser defendidos en primera instancia por las mismas personas. La defensa de los derechos humanos es la defensa de la dignidad de las personas. Ser persona es valer, ser digno.
No se entiende la promoción y protección de los derechos humanos si no se reconoce el valor de las personas, vivan donde vivan y vivan como vivan. El valor de las personas es independiente de su contexto vital, de su educación, de sus preferencias, de sus condiciones económicas y políticas.
Una persona es un ser con dignidad. Todas las personas tienen dignidad. Y en el respeto a esta dignidad se haya anclado el derecho humano. Las personas no se ganan el derecho humano, sino que nacen con él. Nadie concede el derecho humano.
Por lo anterior la defensa de los derechos humanos deber ser, primero que nada, una autodefensa personal. El ser humano en concreto, la persona en sí misma, debe tomar consciencia sobre su valor y entonces defenderlo frente a los demás.
La dignidad de la persona tiene que anteponerse en las relaciones humanas a cualquier trato o contrato. Lo que más importa son las personas, con sus aspiraciones y planes, con sus inspiraciones y esfuerzos para vivir y desarrollarse.
Creo que la sociedad y sus múltiples manifestaciones y logros deberían considerar primero a las personas y su dignidad. El valor de cada ser humano debe ser reconocido en toda misión cultural, en donde hay que incluir la política y la economía.
La defensa de los derechos humanos debe enseñarse en las escuelas de primer nivel académico. Los estudiantes necesitan saber que son personas y, en ese sentido, tienen un valor supremo. Niños y jóvenes deberían recibir cursos de defensa de sus derechos como personas.
Las violaciones a los derechos humanos suelen ocurrir porque las víctimas de ellas no supieron reconocer primeramente su dignidad como personas y luego no contaron con la orientación para su autodefensa.
Despertar en cada ser humano su propio reconocimiento como ser con dignidad y después capacitarlo para la defensa de esa dignidad, me parece uno de los retos que debe asumir el sistema educativo.
Es importante que los seres humanos sepan defenderse a sí mismos haciendo valer lo que son: seres con dignidad. La dignidad es parte esencial de cada uno, tan natural como la autonomía o la libertad para decidir.
No hay que dejar de insistir en el respeto como guía en la turbulenta sociedad que nos toca vivir.