Conocí a Carlos (utilizaré datos ficticios respecto a la víctima), con motivo de que una amiga especialista en migración que vive en Ciudad Juárez, me pidió que lo apoyara, éste se encontraba en las instalaciones del Complejo Estatal de Seguridad Pública en la capital del estado, recién había sido rescatado junto con aproximadamente 30 migrantes de diversas edades y nacionalidades por personal de la fiscalía en un rancho al sur de la entidad, todas estas personas habían sido secuestradas por el crimen organizado justo al momento de cruzar a bordo de un autobús la árida frontera entre Durango y Chihuahua.
Al llegar a la Fiscalía Especializada en Operaciones Estratégicas, lo primero que observé fue la incertidumbre en la mirada de las niñas y niños que se encontraban entre el grupo, los cuales, la mayoría habían sido separados de sus progenitores desde Zacatecas, al escapar de redadas de las autoridades días atrás, era notorio que entre ese mar de gente nadie sabía bien que hacer, al encontrarse en un país extraño con costumbres ajenas. Luego de firmar diversos documentos ante el Ministerio Público, Carlos me acompañó a mi vehículo, al ir en camino al hotel me comentó que, aunque estaba agradecido por su rescate, ya no quería nada que ver con autoridades mexicanas, su única meta era llegar a los Estados Unidos para encontrarse con su hermana en Los Ángeles y cumplir el sueño americano.
Después de hospedarlo ―para que al siguiente día pudiera ser trasladado de forma segura a la frontera y se tramitara su ingreso legal al vecino país―, le presté mi teléfono para que se comunicara con su familiar en California, era la primera vez que podían hablar en meses, luego de que ella tuviera que estar depositándole cada semana una cantidad considerable de dólares a los delincuentes a cambio de que no privaran de la vida a Carlos. Al escuchar la voz de su hermana, era notorio que sentía una mezcla de emociones, le narró de manera breve todo el calvario por el que pasó mientras estaba secuestrado; vio como privaban de la vida a personas, agresiones sexuales y todo tipo de vejaciones que no quiero detallar para evitar caer en un morbo innecesario. Al final, lo que le ayudó en su cautiverio fue no perder la esperanza.
Al siguiente día fue llevado a Ciudad Juárez para que se iniciara el proceso migratorio tan anhelado desde que salió de su natal Ecuador. Espero que ya se encuentre con su hermana.
La migración irregular a través de México se elevó un 193% interanual en la primera mitad de este año, según datos del gobierno. De igual forma, las autoridades reportaron 712,226 personas en situación de movilidad “irregular” entre los meses de enero y junio de 2024, llegando casi al triple de las 242,928 del mismo periodo en el año 2023, lo anterior, de acuerdo con las estadísticas de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación. Los principales derechos violentados a las personas en situación de movilidad son el derecho a la seguridad jurídica; el derecho a la protección de la salud; el derecho al trato digno; el derecho a la integridad y seguridad personal; el derecho a la igualdad; el derecho de petición y el derecho a la libertad.
La razón de describir una de las miles de historias vividas por las personas migrantes, es precisamente retirarle ese carácter frio a las estadísticas, la migración es un derecho humano establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en la propia Convención Americana, la migración ha hecho posible que el Homo sapiens se encuentre en prácticamente cada rincón del mundo. El cambio climático, la escasez del agua, conflictos armados, desplazamiento forzado y la falta de oportunidades han sido y seguirán siendo las principales causas de este fenómeno a nivel mundial. Tengamos más empatía, al final del día todas y todos somos seres humanos.