Para algunos actores políticos de estado y de otros estados el tiempo parece transcurrir de una manera diferente que para los simples mortales. Apenas pasaron las elecciones del 2 de junio pasado, cuando muchos personajes en lo único en que piensan son las elecciones locales y federales de 2027.
Ojalá todo se redujera a expectativas o planes personales, pero está muy lejos de ser así. Ahora, con el pretexto de los informes de gobierno vemos espectaculares de quienes los presentan celebrando sus logros, con cifras fuera de contexto, no comparables con ninguna otra. Flojos en su contenido, pero, eso sí, muy fuertes en la imagen de la persona a quien le hacen promoción. Sonrientes, informales, vaqueros, para que la imagen se quede bien posicionada: una imagen vale más que mil obras públicas.
Ante este despliegue de recursos en espectaculares, en gacetillas en los medios, en las redes sociales, habría que hacerse varias preguntas y una reflexión:
Las preguntas:
¿Las obras que se presumen se hicieron con los recursos de quien se promueve en la citada propaganda? ¿O se hicieron con dinero de las y los gobernados? Si fuera así, ¿No es contrario a la ley o cuando menos a la ética pública atribuirse personalmente unas obras que se hicieron en equipo y con dinero de erario?
¿Por qué no se legisla a este respecto? ¿Será porque las y los legisladores temen que luego podrán ser víctimas de sus propias leyes cuando ellos mismos quieran promoverse haciendo caravanas con el sombrero ajeno de la ciudadanía?
La reflexión:
Es de cuestionarse por qué estos políticos, que se mueven en la esfera pública pasen por alto los problemas y los temas que aquejan a la mayoría de las personas y orienten muy buena parte de sus esfuerzos a preparar su campaña para los próximos comicios. Como si los 33 meses que nos separan de junio de 2027 fueran un tiempo muerto, un espacio en el que no hay vida, en el que lo más trascendente que va a suceder es la elección de puestos partidarios, precandidaturas, candidaturas y campañas constitucionales.
Como si la tierra fuera un planeta sin vida, que únicamente cobra ánima y color, cada tres años y nada importante sucediera.
Y, sin embargo, hay vida de aquí a junio de 2027. Bueno, al menos se supone que la va a haber si es que no agudizamos hasta aniquilarnos las crisis que estamos viviendo hoy, hoy, hoy:
La crisis climática en todas sus manifestaciones. El país entero y Chihuahua con más gravedad, sufrimos la sequía más severa en muchos años, que se encadena a la del 2023 y a la del 2020 y está acabando con los pocos espejos de agua, matando decenas de miles de peces, vaciando vasos de presas y acabando con cientos hectáreas de pastizales y de bosques.
La crisis de violencia: los enfrentamientos entre grupos criminales entre sí y con las fuerzas del orden se están multiplicando. Este fin de semana hubo 37 asesinatos dolosos en el estado y en Juárez van 13 masacres en nueve meses. Los feminicidios repuntan en todo el estado, lo mismo que las extorsiones y los secuestros. Cada día se incrementa el número de víctimas de desplazamiento forzado en la Sierra.
La crisis cultural-espiritual: que vivimos de varias formas: el incremento de diversas adicciones, no sólo a sustancias, el descuido por el medio ambiente, la instrumentalización y monetización de las relaciones entre personas. El inmediatismo y el individualismo, la banalización de las personas y de su existencia. La falta de cuidado por los demás. Una muestra: encabezamos el país en casos de suicidio.
Pero esto no parece a los políticos de los espectaculares. Tienen una obsesión narcisista con lo hecho con los dineros del pueblo. Piensan sólo en el 2027 sin hacer lo posible por que lleguemos buenos y sanos a ese año. Ojalá la ciudadanía les haga saber que quien llegará mejor posicionado al 2027 es quien se comprometa más en los problemas del 2024, 2025 y 2026.