/ viernes 22 de diciembre de 2017

La importancia de autoevaluarse

En esta temporada del año se ponen en marcha ejercicios institucionales, corporativos, familiares y personales para determinar qué tanto avanzamos en nuestros proyectos, así como para tratar de encontrar los factores o elementos que determinaron aciertos y fallas en el esfuerzo.

La autoevaluación es un proceso mediante el cual realizamos una valoración de nosotros mismos en cualquier ámbito de nuestra vida durante un tiempo determinado.  Para ello utilizamos, sea informal o formalmente, criterios y parámetros (precisos o imprecisos) que nos permiten medir o “tantear” logros o expectativas. 

Así que la autoevaluación no es una estimación exclusiva de nuestro desempeño laboral o académico, aunque sea en estos campos de nuestra acción donde más referencias encontramos sobre ella.

Podemos evaluar nuestro desempeño en cualquiera de nuestros roles personales y, al hacerlo, lo más probable es que el proceso autoevaluativo nos provea de elementos informativos que orienten nuestras futuras decisiones para así conseguir una mejoría.  Es lo deseable, después de todo, ser mejores en lo que hacemos.

Decisiones bien informadas incrementan la probabilidad de éxito en la persecución de los objetivos que guían nuestras estrategias.  La autoevaluación debe entenderse como un instrumento diagnóstico y formativo en esta empresa cotidiana que es nuestra propia vida.

Con la autoevaluación, nos disponemos a revisar no sólo nuestros avances, sino que buscamos también medir nuestras capacidades o habilidades, su alcance y su crecimiento.  Eso nos obliga a ser sumamente honestos y realistas para no caer en autoengaño  (que es trampa tan común como efectiva).

El presupuesto de la autoevaluación es que tenemos un plan para actuar durante un tiempo determinado, persiguiendo la meta establecida.  Obvio que si no hay plan no tendremos nada que evaluar, ni avances ni capacidades. Pero es difícil (si caso imposible) que haya alguien que no tenga un plan, por modesto que sea en metas y en tiempo.

Lo valioso de la autoevaluación es que no la realiza un sujeto externo, sino que somos nosotros mismos quienes la ejecutamos, lo cual debería garantizarnos un conocimiento más concreto y preciso sobre lo que buscamos, lo que alcanzamos y sobre los conocimientos y destrezas  que necesitamos para ello. 

Los más interesados en nuestra evaluación somos nosotros mismos, porque en ello comprometemos nuestra propia autoestima, y porque en ella podemos encontrar un estímulo valioso para mantener la marcha.

Así que al llegar al fin de un año más, nos sometemos casi de manera inconsciente al análisis de nuestra situación con respecto a nuestros planes personales.  Hay que intentar una autoevaluación honesta y entusiasta, porque de ella dependen nuestras futuras decisiones. Allí está la importancia de la autoevaluación, en nuestro porvenir, el cual nos atrae dándole sentido a nuestra vida.

¿Podemos emprender cualquier cosa sin saber dónde estamos y con qué contamos? Nuestros vicios y nuestras virtudes deben quedar al descubierto para seguir avanzando.  A ello contribuye una franca autoevaluación.  Adelante, pues.

 

 

En esta temporada del año se ponen en marcha ejercicios institucionales, corporativos, familiares y personales para determinar qué tanto avanzamos en nuestros proyectos, así como para tratar de encontrar los factores o elementos que determinaron aciertos y fallas en el esfuerzo.

La autoevaluación es un proceso mediante el cual realizamos una valoración de nosotros mismos en cualquier ámbito de nuestra vida durante un tiempo determinado.  Para ello utilizamos, sea informal o formalmente, criterios y parámetros (precisos o imprecisos) que nos permiten medir o “tantear” logros o expectativas. 

Así que la autoevaluación no es una estimación exclusiva de nuestro desempeño laboral o académico, aunque sea en estos campos de nuestra acción donde más referencias encontramos sobre ella.

Podemos evaluar nuestro desempeño en cualquiera de nuestros roles personales y, al hacerlo, lo más probable es que el proceso autoevaluativo nos provea de elementos informativos que orienten nuestras futuras decisiones para así conseguir una mejoría.  Es lo deseable, después de todo, ser mejores en lo que hacemos.

Decisiones bien informadas incrementan la probabilidad de éxito en la persecución de los objetivos que guían nuestras estrategias.  La autoevaluación debe entenderse como un instrumento diagnóstico y formativo en esta empresa cotidiana que es nuestra propia vida.

Con la autoevaluación, nos disponemos a revisar no sólo nuestros avances, sino que buscamos también medir nuestras capacidades o habilidades, su alcance y su crecimiento.  Eso nos obliga a ser sumamente honestos y realistas para no caer en autoengaño  (que es trampa tan común como efectiva).

El presupuesto de la autoevaluación es que tenemos un plan para actuar durante un tiempo determinado, persiguiendo la meta establecida.  Obvio que si no hay plan no tendremos nada que evaluar, ni avances ni capacidades. Pero es difícil (si caso imposible) que haya alguien que no tenga un plan, por modesto que sea en metas y en tiempo.

Lo valioso de la autoevaluación es que no la realiza un sujeto externo, sino que somos nosotros mismos quienes la ejecutamos, lo cual debería garantizarnos un conocimiento más concreto y preciso sobre lo que buscamos, lo que alcanzamos y sobre los conocimientos y destrezas  que necesitamos para ello. 

Los más interesados en nuestra evaluación somos nosotros mismos, porque en ello comprometemos nuestra propia autoestima, y porque en ella podemos encontrar un estímulo valioso para mantener la marcha.

Así que al llegar al fin de un año más, nos sometemos casi de manera inconsciente al análisis de nuestra situación con respecto a nuestros planes personales.  Hay que intentar una autoevaluación honesta y entusiasta, porque de ella dependen nuestras futuras decisiones. Allí está la importancia de la autoevaluación, en nuestro porvenir, el cual nos atrae dándole sentido a nuestra vida.

¿Podemos emprender cualquier cosa sin saber dónde estamos y con qué contamos? Nuestros vicios y nuestras virtudes deben quedar al descubierto para seguir avanzando.  A ello contribuye una franca autoevaluación.  Adelante, pues.