/ viernes 24 de mayo de 2024

La incertidumbre de crecer: de la prepa a la Uni

Querida lectora, querido lector. Las graduaciones de las preparatorias están comenzando a celebrarse: los brindis, las sonrisas y los bailes no faltarán; sin embargo, las preguntas existenciales sobre la misión de cada persona comienzan a ser intensas. En esta columna, una alumna muy estimada, Arauna Aguilera, hace una reflexión sobre lo que significa para ella este gran salto cuántico: llegar a la universidad. Con ustedes, ella:

Pasar de ser una estudiante de preparatoria a universitaria no es solo un cambio de escenario académico, sino un viaje profundo hacia la búsqueda de un "yo". Para muchos estudiantes (me incluyo) esta etapa representa una crisis existencial constante, una mezcla de miedos, expectativas y esperanzas.

Todos tenemos un potencial latente, una capacidad innata que nos empuja a buscar nuestro lugar en el mundo. Sin embargo, la idea de fallar en nuestra búsqueda del yo puede ser abrumadora.

Encuentro terrible este sentimiento pues, a mi corta edad, soy consciente de la cúspide de mi transición, y es que dudo de mi capacidad para destacar dentro de la infinidad de aspirantes universitarios, quienes también buscan cumplir el deseo ingenuo de "ser alguien en la vida".

No me considero una niña prodigio ni una alumna ejemplar. No creo estar al nivel de mis compañeros y sus calificaciones perfectas, sobre todo de aquellos que entienden de matemática y gozan de expresar conclusiones complejas que los profesores elogian.

En un mundo donde desde una temprana edad se nos pregunta respecto a lo que queremos dedicarnos por el resto de nuestras vidas, encontrar el equilibrio entre felicidad y supervivencia aparenta ser un reto monumental para la juventud. Lo que la palabra futuro puede significar para un yo pequeño, no se traduce a lo que un yo grande afronta; el miedo a equivocarme en la elección de mi profesión y decepcionar a quienes me rodean es constante. Incluso con este texto, temo que mi intento de retratar una perspectiva joven y fresca no sea más que un acertijo que ni yo misma puedo expresar con nitidez. Hay muchas cosas que podría decir, muchas opiniones que dar, y sin embargo no siento ser lo suficientemente buena como para manifestarlo pues es este paso, entre la prepa y la universidad, es justamente así, abrumador, intenso y lleno de expectativas.

Cuando flexiono respecto a mi futuro como universitaria, y luego profesionista, me entra una especie de melancolía, pues encuentro triste el hecho de que, como yo, hay miles de estudiantes que comparten una visión pesimista del mañana y no estudian pudiéndolo hacer.

Pese a todo, quiero creer que hay una solución para el crucigrama de la vida, no sólo por mi paz mental sino también para transmitir tranquilidad a las personas que lleguen a identificarse con mi situación. Quizá en medio de este desparrame de ideas también hay un destello de esperanza que ni yo misma sé contemplar.

Debemos buscar un motivo que nos despierte en el momento de desafiar los límites y aprender que, en el juego como en la vida, el fracaso no es el fin del camino, sino una parte inevitable del mismo. Los jóvenes tenemos derecho a intentar y no atinarle desde el principio.


¿Saben? asegurar que lo que sigue estará bien es muy atrevido; ciertamente no tenemos ni un mínimo control sobre las cosas que chocan en nuestras vidas. La universidad no es sólo es un lugar para adquirir conocimientos académicos, sino también un espacio para el autodescubrimiento y el sentido de lo correcto. Al final, aún sin ser perfectos, todo saldrá bien.


Arauna

Voy vengo

Doctor en Derecho. Director de Derecho, Economía y Relaciones Internacionales en el Tec de Monterrey.

lgortizc@gmail.com

youtube: lgortizc

Querida lectora, querido lector. Las graduaciones de las preparatorias están comenzando a celebrarse: los brindis, las sonrisas y los bailes no faltarán; sin embargo, las preguntas existenciales sobre la misión de cada persona comienzan a ser intensas. En esta columna, una alumna muy estimada, Arauna Aguilera, hace una reflexión sobre lo que significa para ella este gran salto cuántico: llegar a la universidad. Con ustedes, ella:

Pasar de ser una estudiante de preparatoria a universitaria no es solo un cambio de escenario académico, sino un viaje profundo hacia la búsqueda de un "yo". Para muchos estudiantes (me incluyo) esta etapa representa una crisis existencial constante, una mezcla de miedos, expectativas y esperanzas.

Todos tenemos un potencial latente, una capacidad innata que nos empuja a buscar nuestro lugar en el mundo. Sin embargo, la idea de fallar en nuestra búsqueda del yo puede ser abrumadora.

Encuentro terrible este sentimiento pues, a mi corta edad, soy consciente de la cúspide de mi transición, y es que dudo de mi capacidad para destacar dentro de la infinidad de aspirantes universitarios, quienes también buscan cumplir el deseo ingenuo de "ser alguien en la vida".

No me considero una niña prodigio ni una alumna ejemplar. No creo estar al nivel de mis compañeros y sus calificaciones perfectas, sobre todo de aquellos que entienden de matemática y gozan de expresar conclusiones complejas que los profesores elogian.

En un mundo donde desde una temprana edad se nos pregunta respecto a lo que queremos dedicarnos por el resto de nuestras vidas, encontrar el equilibrio entre felicidad y supervivencia aparenta ser un reto monumental para la juventud. Lo que la palabra futuro puede significar para un yo pequeño, no se traduce a lo que un yo grande afronta; el miedo a equivocarme en la elección de mi profesión y decepcionar a quienes me rodean es constante. Incluso con este texto, temo que mi intento de retratar una perspectiva joven y fresca no sea más que un acertijo que ni yo misma puedo expresar con nitidez. Hay muchas cosas que podría decir, muchas opiniones que dar, y sin embargo no siento ser lo suficientemente buena como para manifestarlo pues es este paso, entre la prepa y la universidad, es justamente así, abrumador, intenso y lleno de expectativas.

Cuando flexiono respecto a mi futuro como universitaria, y luego profesionista, me entra una especie de melancolía, pues encuentro triste el hecho de que, como yo, hay miles de estudiantes que comparten una visión pesimista del mañana y no estudian pudiéndolo hacer.

Pese a todo, quiero creer que hay una solución para el crucigrama de la vida, no sólo por mi paz mental sino también para transmitir tranquilidad a las personas que lleguen a identificarse con mi situación. Quizá en medio de este desparrame de ideas también hay un destello de esperanza que ni yo misma sé contemplar.

Debemos buscar un motivo que nos despierte en el momento de desafiar los límites y aprender que, en el juego como en la vida, el fracaso no es el fin del camino, sino una parte inevitable del mismo. Los jóvenes tenemos derecho a intentar y no atinarle desde el principio.


¿Saben? asegurar que lo que sigue estará bien es muy atrevido; ciertamente no tenemos ni un mínimo control sobre las cosas que chocan en nuestras vidas. La universidad no es sólo es un lugar para adquirir conocimientos académicos, sino también un espacio para el autodescubrimiento y el sentido de lo correcto. Al final, aún sin ser perfectos, todo saldrá bien.


Arauna

Voy vengo

Doctor en Derecho. Director de Derecho, Economía y Relaciones Internacionales en el Tec de Monterrey.

lgortizc@gmail.com

youtube: lgortizc