La gran cantidad de superficie arbolada que cada año perdemos por cambios de uso del suelo o por los daños que causan los incendios, la tala clandestina y las plagas y enfermedades forestales, es una alerta a la que se debe poner ya la mayor atención, así como a la restauración de las áreas afectadas.
Si no se implementan los programas necesarios y se les asignan los recursos suficientes para frenar el deterioro de nuestros ecosistemas forestales, la superficie afectada se seguirá acumulando, y por consecuencia, los recursos requeridos para su recuperación se deberán multiplicar. La atención a este problema no puede esperar para el siguiente o los siguientes años, como por ejemplo para la construcción de una obra, que puede esperar; en este caso, si el problema no se atiende, se seguirá agravando como ha ocurrido hasta ahora.
Los esfuerzos deberán, por lo tanto, orientarse en ambos sentidos y con igual prioridad. Por una parte, implementar las acciones y programas necesarios para contener la deforestación y la degradación, y por la otra, restaurar las áreas que ya están afectadas, así como la totalidad de las nuevas que cada año se afecten. Si esto no se hace, el deterioro y la pérdida de superficie forestal van a continuar. Así de simple. Y así de grave.
Con relación a la reforestación, hemos visto que en el caso de la CONAFOR se ha tenido una importante reducción en su presupuesto, al pasar de 7,488 millones de pesos en el año 2016, a tan solo 2,672 millones en 2024; esta reducción presupuestal ha provocado a su vez, una importante reducción en las metas de reforestación y de otros programas de la dependencia.
Por otra parte, está el programa Sembrando Vida, operado por la Secretaría del Bienestar. Éste es en realidad un programa catalogado como agroforestal, no precisamente de restauración. Se aplica en parcelas de 2.5 hectáreas y consiste en intercalar un cultivo agrícola tradicional con plantación de árboles de especies frutales y/o forestales. La diferencia para considerarlo un programa de restauración forestal, es que la plantación de árboles es de baja densidad para no afectar el cultivo agrícola y se aplica en parcelas individuales que están aisladas entre sí, es decir, no se generan áreas compactas en superficies lo suficientemente extensas para considerar que se logra un efecto de restauración de un ecosistema forestal.
Sin embargo, como este programa seguramente tendrá continuidad con el próximo gobierno, se podrían hacer algunos cambios y aprovechar los recursos presupuestales con que cuenta, (38,928 millones de pesos para 2024) y el universo de beneficiarios que tiene, los cuales están organizados en Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC), que suman un total de 18,500 con 25 beneficiarios en promedio cada una. Como este programa va a cumplir ya seis años de haber sido implementado, los trabajos iniciales de siembra y de plantación de árboles ya se realizaron, ahora sólo se va a requerir dar mantenimiento a las parcelas. Por lo tanto, podrían estar disponibles recursos presupuestales y tiempos de estos productores, que se podrían emplear en realizar trabajos de reforestación en su zona de influencia, con el objetivo de restaurar áreas deforestadas o inclusive como brigadas de protección forestal. De esta forma, se lograrían importantes avances en la recuperación de terrenos forestales.
Destinar mayores recursos a dependencias como la Conafor y CONANP para fortalecer el conjunto de programas que operan, además de incorporar los recursos y beneficiarios del programa Sembrando Vida, coordinados entre estas dependencias, podrían hacer una gran diferencia para conservar los bosques y selvas del país. De lo contrario, irremediablemente se seguirán perdiendo.
Ingeniero Agrónomo. Consultor forestal
oestradam81@hotmail.com